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La ola de destapes a la que convocó Miguel Barbosa Huerta a los aspirantes a la silla de Casa Aguayo, en 2024, es en realidad una estrategia muy bien calibrada y muy bien desplegada del propio gobernador, para mantener el control de la sucesión. Su propia sucesión.
Hoy es él quien ha fijado los tiempos.
Ha establecido las formas.
Ha lanzado los dados y tiene suficientes fichas de negociación.
La hora de las definiciones pasará inexorablemente por él.
Por sus decisiones y sus reflexiones.
Ha fortalecido así su derecho al veto, en caso de que deba aplicarlo.
Con el pronunciamiento que hizo el lunes en su conferencia mañanera, Barbosa tomó la dirección del camino, todavía largo y sinuoso, hacia las urnas en 2024.
Ahora, los Armentas, los Mier, las Claudias, pero también los Eduardos Riveras y los Estefans, ya saben que no están solos.
Hay una competencia real.
Dura.
Nutrida.
Aquellos y aquellas que se sentían los únicos corredores de esta competencia, hoy deben entender que no la tendrán tan fácil.
Todo va a pasar por el tamiz del gobernador.
Porque Miguel Barbosa tiene sus propias fichas.
Así se ve a Sergio Salomón Céspedes Peregrina, presidente del Congreso local.
A la secretaria de Economía, Olivia Salomón Vivaldo.
A Héctor Sánchez Sánchez, presidente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ).
A Melitón Lozano Pérez, secretario de Educación.
A Gabriel Biestro Medinilla, titular de la Secretaría del Trabajo.
Y posiblemente habrá más en los próximos días.
Solamente los ingenuos o los desinformados pueden llamarse a la sorpresa o suponer que la sucesión será un caos.
Miguel Barbosa Huerta, a diferencia de muchos otros políticos poblanos que han estado en su tiempo y su circunstancia, es un hombre que conoce las entrañas del poder.
Toda su carrera como operador político nacional y como legislador federal –diputado y senador–, se construyó bajo el análisis de los escenarios de riesgo y la solución de éstos.
Nunca tuvo en su vida política Miguel Barbosa las cosas fáciles.
Sin embargo, supo salir siempre avante, incluso a contracorriente.
Quien ignore sus credenciales, está en desventaja ante él.
Durante más de una década fue el coordinador nacional de la corriente mayoritaria en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Fue diputado federal y supo esperar casi 10 años para que las cosas se le dieran en el mejor de los escenarios, para llegar al Senado.
Y presidió la Cámara Alta.
Por todo el país ganó, a lo largo de 20 años, elecciones para sus causas.
En la pasada elección de 2021, en Puebla, dejó en el ridículo a todos sus odiadores.
Los Manzanillas, los JoseJuanes, los Mier, los Claudias Riveras y demás fauna.
Pero además demostró que es un estratega difícil de adivinar y de vencer.
No tendría que ser ahora distinto.
Los hilos de la sucesión están hoy en Casa Aguayo.
¿Alguien todavía lo duda?