Diana López Silva / @dianalopezsilva
Fotos: Cortesía de los entrevistados
Carismático, accesible y con gigantesca capacidad de convocatoria.
Así recuerdan sacerdotes locales al papa Juan Pablo II, a 44 años de su visita a Puebla.
Fue este día, 28 de enero. Cayó domingo.
Ellos eran seminaristas y tuvieron la oportunidad de verlo de cerca.
Encabezó una misa en su propia escuela: el Seminario Palafoxiano.
Fue la primera gira al extranjero de El Papa Viajero a México y por su paso aquí, dio a conocer Puebla en toda América Latina, dicen los entrevistados que compartieron con Crónica Puebla sus vivencias.
ATRIL HUMANO DEL PONTÍFICE
Andrés Torres, párroco del Sagrado Corazón, templo conocido como “La iglesia del cielo”, en la parte alta de la colonia La Paz de la Angelópolis recuerda con mucho gusto ese domingo.
Cursaba entonces el segundo año de Teología en el seminario poblano y asistió a la misa del papa polaco.
El motivo principal de venir a Puebla fue inaugurar la tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam), punto de encuentro de toda América hispanoparlante.
“Representó gran alegría para nosotros, éramos la sede de ese gran evento latinoamericano”.
Él tenía 22 años y fue designado para encargarse del servicio de correo relacionado con el evento.
Lo mejor: fue elegido acólito para ser atril humano de Juan Pablo II con el libro litúrgico.
Coordinaron la actividad el entonces recién nombrado arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca Pacheco (fallecido el 25 de noviembre de 2017), y el rector del Seminario, Humberto Vargas (su deceso ocurrió el 2 de agosto de 2011).
Los compañeros de Andrés Torres organizaron logística y servicios para el papa y los obispos de 22 países de América Latina, integrantes de la Conferencia.
“Todo quedó en nuestras manos: servicios desde la celebración litúrgica y momentos de oración, servicios de los alimentos, de las habitaciones, para todos ellos, los materiales que necesitaban para el trabajo; mantenimiento y adecuación para los espacios que se requerían para todos estos eventos y hasta transporte”.
Sentimientos encontrados: arduo trabajo, poco tiempo, y el desborde de alegría de la investidura del visitante principal: al país no había venido ningún sumo pontífice. Nunca antes.
Llevar el libro para la celebración eucarística, pues es una emoción especial, dijo el sacerdote. Inolvidable, “esa experiencia de Iglesia, representada en la multitud que tuvo la oportunidad de participar en la celebración eucarística con el Papa”.
La presencia de Juan Pablo II le confirmó la decisión más importante de su vida: dedicarse a compartir el Evangelio.
“Tuve la oportunidad de ensanchar la mirada, agigantar mi visión de la Iglesia. Siendo como era, muy joven, pensaba en mi parroquia, mi diócesis, pero estar tan cerca del Papa y de los obispos de los 22 países me abrió la mente y el corazón a un horizonte mucho más amplio”.
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de los entrevistados
Pero, ¿qué sentía exactamente, el joven que presentó a Juan Pablo II el enorme misal abierto?
“Mucha emoción, mucho gozo; estar cerca fortalece la fe. Aviva el deseo de tener esa energía que él irradiaba en aquel momento. Se hacía cercano a los fieles y hacía llegar el mensaje de Jesús; para un joven como era yo, revitalizó el compromiso de continuar esa misma tarea”.
Al concluir la entrevista, el sacerdote hizo un llamado a quienes vivieron la visita de Juan Pablo II a no sólo mantener el gozo del recuerdo de su presencia, sino a hacer vigentes sus enseñanzas en la vida propia.
Como sacerdote ordenado, Andrés Torres volvió a El Papa Viajero en Roma y en 2002, última visita del polaco a México.
MULTITUD VOLÓ LA BARDA
Héctor González Bañuelos también era seminarista en ese momento. Estuvo en la misa del Palafoxiano.
“Personalmente, me impactó porque era un hombre muy joven, con una voz que impactaba y con mucho carisma”.
El hoy sacerdote había alcanzado la mayoría de edad en 1979, cursaba el último año del Seminario Menor.
En su memoria revive la muchedumbre que esperaba al papa; tan grande, que con el peso de las personas que se subieron a una de las bardas del Palafoxiano, del lado de la 16 Oriente, ésta cayó.
Pero no hubo peleas; lo desbordado no era el orden sino el fervor, recordó.
González Bañuelos narró que, para repara.r esa destrucción, se aprovechó el espacio para hacer una puerta nuev
Ahora guía en la Inmaculada Concepción, de la colonia Chapultepec, el sacerdote no ha visto tanta gente en su alma mater otra vez.
“Los campos de futbol, las gradas, todo estaba lleno. La gente quería entrar pero ya no cabía nadie. Y silencio absoluto durante la misa, pero antes y después: porras, aplausos, manifestaciones de fe, cantos, ¡todo me tocó vivir!”.
MÁS GRITOS QUE EN GOL DE FINAL MUNDIALISTA
Marco González Bañuelos, rector del Seminario Palafoxiano, nació seis meses después de aquel día memorable.
Recuerda cómo le contaban sus papás el evento.
Y las fotos le remarcan el poder de convocatoria que mostró el líder de la Iglesia católica desde su primera visita a México.
Su mamá y su hermano seminarista le contaban, desde muy niño, el episodio de los miles de feligreses y la barda fracturada.
Tiene detalles: en las fotos, Juan Pablo II con piel blanquísima, terminó requemado, rojo vivo, después de viajar en El Papamóvil –un camión Dina 78, cortado a la mitad vertical–, por más que le regalaron un sombrero mexicano para taparse
SALUDABA A LA MULTITUD QUITÁNDOSELO
En su ejercicio pastoral, Marco González Bañuelos ha encontrado en países latinoamericanos una identificación: cuando cuenta que es poblano, sus colegas evocan el Documento Puebla, surgido de esa cita de la Celam.
Estuvo entre la multitud en el Estadio Azteca en 1999 aplaudiendo y cantando y orando en masa.
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de los entrevistados
“Me marcó cómo una persona pudo congregar a tanta gente que gritaba en el estadio mucho más que cuando alguien mete un gol”.
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de los entrevistados