Hervey Rivera / @herveyrivera
El verbo oponer significa “poner algo contra otra cosa para entorpecer o impedir su efecto” (RAE).
Por oposición política me refiero aquí a aquellos representantes de los partidos minoritarios en el Congreso General (diputados federales y senadores), contrarios al partido gobernante y a altos dirigentes de partidos (integrantes de los Comités Ejecutivos Nacionales) que perdieron las elecciones de 2018. Pertenecen también a este grupo gobernadores, presidentes municipales, alcaldes, diputados locales, regidores y concejales.
La oposición que se expresa en la opinión pública, con integrantes de organizaciones de la sociedad civil, actores en la academia, líderes de organismos empresariales, entre otros, no está contemplada en la presente reflexión.
Los militantes del Partido Acción Nacional (PAN) tienen una larga experiencia desde y en la oposición debido a su antigüedad como partido en esa condición. Su fundación en 1939 les permitió acumular un conocimiento sobre cómo conducirse y enfrentar políticas y políticos de un partido entonces hegemónico con fuertes prácticas autoritarias.
La desobediencia civil y la resistencia pacífica fueron práctica común de militantes panistas en la década de 1980. En la actualidad, el pragmatismo, el desgaste del ejercicio de gobierno en los tres niveles –federal, estatal y municipal– y el lento recambio generacional impiden a sus dirigentes encontrar un discurso y prácticas opositoras que los militantes y simpatizantes repliquen.
Los militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tienen la tarea titánica de conservar su base electoral, ya que han perdido posiciones desde la primera alternancia a la Presidencia en el año 2000, con réplicas en las entidades federativas y municipios en la actualidad. Hoy solo ostentan dos gubernaturas, Coahuila y Estado de México, su bastión electoral, que estarán en juego en elecciones locales este año. Un partido que nació y se desarrolló en el poder difícilmente puede oponerse al mismo.
Los militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) vivieron épocas muy difíciles y sangrientas: hasta 2007, se tenían contabilizados 696 asesinatos. Los actos de oposición de sus integrantes rayaban en la teatralidad, pues el acceso a medios de comunicación masivos estaba vedado. Hoy, los integrantes del sol azteca luchan por no ser engullidos por PRI y PAN y por intentar una diferenciación ideológica que parece ya una misión imposible. No podemos descartar el colapso de un partido que tuvo grandes contribuciones a la democracia en México.
Movimiento Ciudadano, antes Convergencia, es el partido de oposición que ha ganado más espacios que sus pares: gobierna dos importantes entidades por su peso económico, político y por su puesto electoral: Jalisco y Nuevo León. ¿Será el instituto político que con una estrategia de mediano y largo plazo logre avanzar y restar plazas no solo a los otros partidos de oposición sino al partido gobernante? El año 2024 será clave para responder esta pregunta.
Quiero agradecer a Arturo Luna, director general editorial de Crónica Puebla y a Dulce Liz Moreno, editora en jefe, la oportunidad de regresar a este espacio.