Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Ayer quedó de manifiesto lo que ya sabíamos: la violencia contra las mujeres es cosa de todos los días, pero de algún modo también se confirmó que erradicarla debería ser, sin excepción, una tarea de todos, de la sociedad en su conjunto.
Durante la larga jornada de manifestaciones y tras el recurrente reclamo de justicia, igualdad y de una vida libre de violencia, también quedó claro que si bien hay avances sustanciales en algunos rubros, la demanda es tan amplia y variada, que los pendientes por resolver constituyen un enorme y muy complejo desafío.
Por lo pronto, habría que asumir como inadmisible que por razones de su género, de muy diversas maneras y sólo por ser mujeres, muchas de ellas sean agredidas incluso desde sus propios hogares.
Cada vez con mayor frecuencia, por desgracia, esa irracional violencia ha llegado hasta la comisión de asesinatos para convertirse en casos de feminicidios, que son detestables por ser la forma más extrema de violencia contra las mujeres por condición de su género.
Las cifras de feminicidios registrados en el país en los años recientes son devastadoras. Los casos van en aumento. En promedio, hoy en el país 11 mujeres cada día son víctimas de feminicidio.
Para dimensionar la gravedad de la violencia extrema ejercida contra las mujeres, incluyendo a menores de edad, basta con asomarse a las cifras oficiales, algunas de las cuales están contenidas en un estudio publicado la semana pasada por el Senado de la República.
En ese reporte se aborda el sensible tema de los feminicidios y homicidios intencionales de niñas y adolescentes, “un tema por demás fuerte y desgarrador que desafortunadamente se ha convertido en una tragedia social y familiar que aún no tiene fin”. (Mirada Legislativa No. 231. Instituto Belisario Domínguez).
De acuerdo a informes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de 2015 a 2022 se produjeron 27 mil 133 asesinatos de mujeres y niñas. De esos asesinatos, 6 mil 689 –que representan 25%– corresponden a feminicidios, y 20 mil 444, es decir, 75% fueron registrados como homicidios intencionales. Estos datos indican que sólo uno de cada cinco crímenes cometidos contra niñas, adolescente y mujeres se clasificaron e investigaron como feminicidios.
De estas cifras se advierte que si el total de esos asesinatos se clasifican en dos grandes grupos de edad: mayores de 18 años y menores a esta edad, los resultados encontrados muestran que cerca de 80 de cada 100 (21 mil 229) crímenes fueron perpetrados contra mujeres de 18 y más años, en tanto que 8 de cada 100 se cometieron (2 mil 166) en contra de niñas y adolescentes entre 0 y 17 años.
El estudio refiere también que hay un grupo relativamente alto de víctimas tanto de feminicidio como de homicidio intencional que no tienen referencia alguna en sobre la edad en la que fueron privadas de la vida.
Esta situación afecta a 3 mil 738 víctimas que representan 14% de estas muertes violentas. Es factible suponer que se puede tratar de niñas, adolescentes y mujeres desaparecidas y/o víctima de otros delitos como la trata de personas que fueron privadas de la vida.
En el periodo citado, se agrega, se abrieron 670 carpetas de investigación de feminicidios de niñas y adolescentes menores de 18 años, lo que significó un incremento de 90%, al pasar de 90 feminicidios en 2015 a 95 en 2022.
El estudio también destaca los años más violentos para las niñas y adolescentes corresponden a 2020 y 2021, ya que en plena pandemia de COVID-19 por lo menos 115 menores de 18 años fueron asesinadas por razones de género, en muchos casos, por alguien de su propia familia o en un entorno cercano (tío, hermano, padre, padrastro, vecino o conocido).
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública identificó también que 64.6% de los feminicidios de niñas y adolescentes menores de 18 años, se utilizó un elemento distinto a un arma blanca o arma de fuego, es decir, fueron asesinadas con gran crueldad y con la intención de prolongar el dolor (golpes, estrangulamiento, asfixia, envenenamiento, en otros).
Respecto a la incidencia por zonas geográficas, cerca de la mitad de los feminicidios de menores de 18 años ocurrieron en seis entidades del país, entre las que se ubica Puebla.
El penoso listado lo encabeza el Estado de México, que tiene el mayor número de asesinatos por razones de género de niñas y adolescentes con 17.3% de los casos; le siguen, en orden de gravedad, Veracruz con 8.7%, Jalisco con 7.3%, Chiapas con 6.0%, Nuevo León con 5.8%, y Puebla con 4.2%.
El mismo análisis del Senado incluye otro estudio realizado por el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM) en 12 países de América Latina y el Caribe. Ahí se asiente que “una constante que se desprende de los testimonios recabados es el reconocimiento de que la violencia sexual que sufren las niñas y adolescentes es la que tiene mayor impacto en sus vidas.
Y es precisamente esta violencia sexual la “…que posibilita otras formas más brutales que pueden culminar en asesinatos u otro tipo de violencia que generalmente ha estado invisibilizada y silenciada”.
En el caso de México, datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, indican que 42 de cada 100 mujeres de 15 años y más que vivió algún episodio de violencia en la infancia y la principal persona agresora fue un tío o tía, un primo o prima, una persona que no era de la familia, un desconocido, otro familiar; hermano o hermana, padrastro o madrastra el padre o la madre.
El estudio de CLADEM reconoce también que el feminicidio de niñas y adolescentes es el resultado de una combinación de factores de índole cultural que indirectamente legitiman este tipo de violencia o la ven como secundaria. Durante el periodo de estudios, 2010 a 2019, no solo disminuyó la edad de la víctima, sino también la del agresor, incluso en algunos países analizados se identificaron casos de feminicidio donde el victimario tenía apenas 14 años.
Hay otros muchos datos e indicadores en los estudios referidos que bien vale la pena ponderar, aunque de cualquier modo se concluye, de manera tajante, que “las estadísticas oficiales muestran que los feminicidios y homicidios intencionales de niñas y adolescentes en México se han incrementado sistemáticamente”.
Como pocas tareas, la de erradicar la violencia de género y hacer valer en toda su dimensión los derechos de las mujeres, significan un gigantesco reto que la sociedad en su conjunto debe resolver. En este tema, todos tenemos un grado de responsabilidad. Empezar ya por nuestro propio hogar sería un buen inicio.