Mario Galeana
Esteban Flores pensó que iba a morir esa tarde en una ciudad que le parecía ajena. Estaba lejos de su natal Querétaro y yacía tirado en medio del campo, con la pierna lastimada a causa de una bala de cañón, defendiendo a Puebla del asedio de un pelotón francés que buscaba venganza.
Yerto sobre la tierra, con las balas rozándole el cuerpo, Esteban fue rescatado durante algún momento de la batalla y llevado hasta la enfermería, donde un doctor le dijo que tendrían que amputarle la pierna.
Quizá pensó que morir era tan malo como vivir sin una pierna y por eso pidió a la Santísima Virgen del Pueblito, una de las advocaciones más queridas en su tierra, que hiciera un milagro por él.
Contra todo pronóstico, Esteban conservó la pierna. Y lo sabemos porque el 29 de septiembre de 1864, más de un año después de que la ciudad de Puebla cayera durante el asedio del ejército francés, ocurrido del 16 de marzo al 17 de mayo de 1863, Esteban mandó a realizar un exvoto en agradecimiento a la virgen.
El retablo, que forma parte de una colección de arte del siglo XIX del Museo Amparo, permite asomarse a un capítulo histórico en la vida de Puebla, así como a una de las tradiciones pictóricas más peculiares en México.
Fabián Valdivia, director del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMACP), explica que, de entrada, es paradójico que ni siquiera la emblemática Batalla del 5 de Mayo de 1862 haya generado un archivo visual tan profuso como el del sitio de Puebla, que incluye grabados, pinturas, fotografías y este exvoto.
El sitio de Puebla se convirtió en una de las batallas más importantes para Francia, debido a la derrota que había sufrido un año antes. Tras la caída de la ciudad, la noticia recorrió las primeras planas de los diarios franceses y Napoleón III organizó una fiesta en el Castillo de Fontainebleau para celebrar su triunfo.
Esteban Flores era integrante de un pelotón proveniente de Querétaro y Zacatecas que fue enviado para apoyar durante la resistencia de la ciudad. Se sabe de la existencia de este grupo por la correspondencia que mantuvieron algunos comandantes con Jesús González Ortega, el encargado de la defensa de Puebla a partir de la muerte de Ignacio Zaragoza.
La intención de González Ortega, como afirma la investigadora Patricia Galeana en el libro El sitio de Puebla, era resistir el ataque enemigo el mayor tiempo posible con el fin de desgastarlo y que la llegada de la temporada de lluvias lo obligara a abandonar el sitio.
Pero, antes de que llegaran las lluvias, Puebla cayó. Los franceses realizaron con meticulosidad un archivo fotográfico que documenta el ruinoso estado de la ciudad tras el asedio: inmuebles convertidos en polvo, edificios de batalla desparramados a lo largo de las calles.
“En las publicaciones francesas podemos ver que hay una gran cantidad de imágenes y mapas, que dan cuenta de la construcción de una retórica militar. Hasta donde se ha publicado, no hay fotografías de la Batalla del 5 de Mayo; en cambio, del sitio del 63 hay un levantamiento fotográfico de calle por calle, y esas fotografías sirvieron para hacer grabados y pinturas referentes al sitio”, explica Valdivia.
Por esa época, los exvotos como el que mandó a realizar Esteban Flores habían adquirido cierta popularidad a raíz de un artículo escrito por Diego Rivera en la revista Mexican Folkways, donde los definió como “la verdadera y única expresión pictórica del pueblo mexicano”.
En ese texto publicado en 1925, Rivera hace una crítica rabiosa contra los artistas de las academias y la burguesía, para afirmar que las pinturas votivas eran la expresión “más intensa del espíritu popular”. Una obra mestiza que era producto de un sincretismo entre la producción europea y lo indígena.
Hasta entonces, detalla Valdivia, los exvotos solían terminar en la basura y sólo algunos eran coleccionados. En parte, porque se trataba de obras que eran consideradas sencillas, creadas con pedazos de manera reciclados, y escritos con faltas de ortografía.
La mayoría de los exvotos tiene tres elementos particulares. El primero es la escena que se describe en la narración. El segundo es precisamente el texto, conocido como cartela, que dota al dibujo del contexto para saber cómo se llevó a cabo la intermediación divina. El tercer elemento son las advocaciones a las cuales se dedican las pinturas.
Esta muestra pictórica posrevolucionaria no ha caído en desuso. Algunos pintores, como Frida Kahlo, utilizaron la estructura del exvoto en sus propias obras.
Aun ahora, en redes sociales circulan exvotos ideados como memes, donde se agradece a ovnis por su intervención en situaciones chuscas, narraciones inventadas.
Esas imágenes son, en la actualidad, sólo los resabios de una tradición pictórica del pueblo mexicano. Recuerdos de pinturas ideadas por personas comunes, en situaciones comunes. La niña que se curó por gracia de la Virgen María, la mujer que sobrevivió a una operación sólo tras encomendarse a la Virgen de la Candelaria, o el soldado queretano que salvó la pierna tras pedir la intervención de la Virgen del Pueblito.