En Jordania, desde ayer, todos están en casa. Hay toque de queda que termina mañana porque el COVID-19 aprovecha las fiestas comunitarias para atacar.
Y el fin del Ramadán, una de las más importantes festividades del mundo árabe, que en este país tiene dimensiones de celebración nacional, tres días parecen demasiado pero en la mente de los ciudadanos está la salud primero.
Así, comerciantes y clientes aprovechan los últimos minutos de permiso para estar en las calles y hacerse de lo que necesitan para la cena a puerta cerrada.
Y ahí, afuera, la decoración de los festejos. Porque el coronavirus amenaza los ritos, pero la cultura prevalece.