Por: Dulce Liz Moreno
Los reportes del médico, Juan Navarro, que lo atendió en los últimos días, y los partes oficiales de la época describen el horror de la muerte por tifo del comandante del Ejército de Oriente de la victoria en la Batalla del 5 de Mayo 1962, el General Ignacio Zaragoza.
Igual que otros altos mandos del Ejército Mexicano que repelía la intervención francesa, Zaragoza sucumbió a la “epidemia de la guerra”, como nombra en sus investigaciones María Magdalena Martínez Guzmán a la enfermedad que menguó a los defensores de la nación.
Explica la médica especializada en estudiar las enfermedades del siglo XIX, que el tifo cayó sobre los héroes del 5 de mayo por las condiciones de hacinamiento, falta de lavado y cambio de ropa y clima frío, caldo del que se nutre el piojo que produce el contagio.
Además, igual que otras enfermedades, esta pilló al Ejército de Oriente malcomido y bajo la inclemencia de aguaceros que no cesaron todo el verano de aquel año y hasta la primera quincena de septiembre.
Ninguno de los relatores de la época indica con precisión cómo se contagió el General. Pudo ser en la revisión de la tropa que yacía enferma en los distintos cuarteles y sedes entre Puebla y Veracruz.
El caso es que Zaragoza fue a la Ciudad de México el 20 de agosto y fue invitado a reuniones en que le dieron trato de alto nivel. Se entrevistó con el presidente Benito Juárez, quien fue su anfitrión en un festejo. Avisado de movimientos de los franceses idos a Veracruz, regresó a Puebla el 22 de agosto y se encaminó a las Cumbres de Acultzingo, pero en el Fuerte del Palmar se puso grave.
Un paso atrás: el 20 de julio ya había tenido una primera manifestación del mal: fiebre alta, dolor insoportable de cabeza. Escribió exponiendo lo mal que se sentía.
Pero le repuntó la salud y siguió adelante. Pero el 4 de septiembre supo que el fin le llegaba. Con un tormentón encima, llegó a Puebla. Deliró hasta el día 8. Murió a las 10:10, escribió Francisco Zarco.