La cita en el Auditorio Metropolitano se malogró “por mala salud” del protagonista de la gira “Contra todos los pronósticos” / Quienes aplaudieron en 2000 no lo creen.
Dulce Liz Moreno
Quienes compraron boleto anticipado se enteraron por radio.
La voz de Alejandro Ramírez noqueó: “concierto cancelado”.
Ese lunes de San Valentín, Joaquín Sabina pisaba Puebla por segunda vez en su vida.
Era el año 2000.
Sabido que aquí había más fans de los calculados la vez anterior –“Esta boca es mía” en el gimnasio de la UDLAP– la sede nueva era el Polideportivo de la BUAP, con más puertas y aforo.
A oscuras, en Ciudad Universitaria había fila de taquillas.
De pronto, ¡alto a la venta!
Ramírez informaba desde cabina –faltaban 10 años para que se diseñaran estudios wow– que el admirador de José Alfredo estaba indispuesto, pero llegaría 24 horas después al mismo foro.
Armando recibió 100 pesos por ir del estacionamiento a pasillos, cocina y bar del Hotel Camino Real a enterarse cómo estaba el deschavetado de los huéspedes españoles que habían llegado al medio día:
“Malito”. De alcohol. Dos días antes había cumplido 51 años.
El martes 15, como si nada, Sabina presentó “Diecinueve días y 500 noches”.
Nadie reclamó. Puro gozo.
Alejandro Ramírez movió a todos por dos días con la voz.
No podía ser de otra forma: los nuevos sabineros eran su audiencia, oían “Cantares”, donde él presentó ante Puebla los hits del Poeta Negro de lo Urbano.
TRASPIÉS
El músico de 74 años ha tenido inconvenientes como éstos:
- Febrero de 2020: cae del escenario en Madrid
- En 2018, cancela presentaciones en Hermosillo y Toluca; mareado, se cayó y lesionó un ojo. Actuó en el Auditorio Nacional con gafas oscuras C
- antando en Tijuana, se queda en silencio. Reprograma el concierto. Se sentía mal. Era 2013