Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Más allá de que compartimos muchas afinidades, nada que ver la vida política, social y económica de Argentina con la de México, pero no por eso deja de ser interesante asomarse a lo ocurrido durante la víspera en la elección presidencial de ese país hermano, el hispanohablante más extenso del planeta, el segundo más grande de América Latina y octavo en el mundo.
País de las pampas, la buena carne, el tango, cuna de genios futbolistas y notables escritores; natal del Papa Francisco y hasta hace poco potencia regional, Argentina es para los mexicanos un indiscutible referente.
Desde el pasado domingo, Argentina tiene como nuevo presidente al que desde niño llamaban “loco” y luego “El león”, todo un personaje pleno de excentricidades que en una votación de segunda vuelta y contra todos los pronósticos ganó los comicios por una amplia mayoría.
Javier Milei, economista y presentador de televisión, apenas surgido en la vida política como legislador en 2021, se impuso en los comicios tras un proceso electoral pleno de contrastes y contradicciones que acabaron por confundir a los votantes, a quienes se cree tras su victoria, “llevará al vacío”.
En su campaña electoral Milei recurrió al extremo al uso de las redes sociales y en su discurso apeló a medidas extremas, como desaparecer el Banco Central, dolarizar la economía, acabar con los ministerios de Salud y Educación, desconocer los crímenes de la última dictadura militar y permitir la venta libre de armas, además que propuso distanciarse del Vaticano, desconocer al Papa y reconsiderar relaciones con China y Brasil, los principales socios comerciales de Argentina.
Ante tales barbaridades, ¿qué llevó entonces a Milei ganar las elecciones? Todos los análisis coinciden en que la principal razón, más allá de un desgaste del peronismo, fue el entorno económico que agravió a la gran mayoría de la población, derivado de inusitados índices del costo de la vida. Hoy la tasa anual de inflación es del 142 por ciento –en México es del 4 por ciento–, mientras que en materia cambiaria, la moneda argentina ya alcanzó una devaluación de casi el 150 por ciento en el último año.
Es así, que la ira fue más poderosa que el miedo. Pobreza, desempleo y estancamiento económico empujaron al voto a favor de “el loco” o “el león”, como mejor se le acomode.
Bajo este escenario, ante realidades muy distintas, resulta más que ocioso hacer cualquier cotejo de lo que aconteció en la Argentina con lo que pudiera ocurrir en México, ante el proceso electoral del año entrante, ejercicio al que muchos ya se han atrevido pese a que bien se sabe lo inútil que resulta comparar las peras con manzanas.
Hay, no obstante, algunos rasgos que pudieran ser considerados, entre ellos, el valor asignado a las encuestas, las que en fechas recientes han ocupado en México un lugar de enorme privilegio, incluso desde los procesos internos de los partidos para definir a sus candidatos.
Aun cuando las circunstancias –debe insistirse– son diametralmente diferentes allá y aquí, nadie puede ahora sentirse ganador de los comicios de 2024 pese a que los estudios demoscópicos así auguren con tanta antelación.
Baste decir que en Argentina, ya en la ruta de la segunda vuelta, todas las encuestas –se habla de al menos 21 estudios diferentes– pronosticaron un resultado sumamente ajustado, algunos con una ventaja demasiado estrecha a favor de Milei, quien al final ganó la elección por casi 12 puntos, lo cual es numéricamente una inmensidad. Una vez más, las encuestas fallaron.
Otro elemento a ponderar tiene que ver con los niveles de participación, ya que como ocurrió en Argentina, se sabe que a mayor cifra de votantes, la posibilidad de triunfo de la oposición aumenta de manera proporcional, esto es, las mayorías suelen optar más por el cambio que por una posible continuidad. Para el 2024, se estima una de las votaciones más concurridas de la historia reciente, muy cercana al 70%.
Y, finalmente, el peso que pudiera tener en una contienda electoral los perfiles ideológicos de los contendientes. En el caso de Argentina, el actual gobierno de Alberto Fernández es abiertamente de izquierda, mientras que Milei se acomoda más en la ultra derecha, aun cuando él se defina como un “liberal libertario”.
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, tan proclive a asignar categorías, Milei es un “facho”, descripción que la Real Academia Española define como un adjetivo despectivo “que se utiliza para hablar de gente fascista o que apoya a una política reaccionaria”.
Con esa premisa y tras mostrar su desacuerdo con el triunfo de Milei, AMLO considera que los gobiernos de derecha son empleados de las oligarquías, se dedican a saquear a los pueblos, a las naciones, no tienen amor ni respeto al pueblo”, y deduce que ante las elecciones presidenciales en México de 2024, no existe riesgo de que regrese un gobierno de derecha. “No hay nada que temer, el pueblo de México está muy consciente, es de los pueblos más politizados del mundo, y sabe muy bien, los gobiernos de derecha solo favorecen a las minorías”.
Irremediablemente y guardando las proporciones, otra vez, peras con manzanas…