Es Relativo
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
En todas las actividades de la vida, se debe actuar partiendo de la razón y la ética para conquistar la felicidad y la paz de los seres humanos.
A veces se toman las decisiones con el corazón y la lógica. Hay ocasiones en las que hay que quemar la bandera blanca y correr el riesgo de que haya suerte (esto para los que creen en ella).
También para ganar hay que saber cuántos riesgos se pueden correr y no abusar de la frase muy mexicana de “Dios dirá”.
Mi maestro de preparatoria me dijo que, para entender esto, debía leer la vida de seres humanos triunfadores.
Se me ocurren, en este momento, algunos comentarios sobre los ejemplos de lucha del gran romano Julio César.
Gaius Tulius Caesar, hombre creador de la historia y un ser trascendente en la antigua Roma.
Es una personalidad, en lo privado como en lo colectivo, de suma importancia y también es constructor de la historia.
Se señala que su ascenso al poder marcó la transición entre el Imperio y la República, dos de las etapas intensas de Roma.
Fue estadista, dictador, general y militar que conquistó amplios territorios para la República Romana. Además de ser espléndido orador, escribió un tratado de astronomía, otro sobre la religión y un estudio sobre el uso del latín.
Interesante que no se haya declarado emperador, pero creó las bases del poder absoluto que ejercieron los siguientes emperadores, Pretor y Procónsul en los años 90 antes de Cristo.
Hay textos que lo consideran un ser semidivino, descendiente de Venus y de Eneas, y, al fin y al cabo, un salvador de Roma.
El pueblo lo admiraba y quería, sus seguidores le eran fieles. Su ejército lo respetaba y lo imitaba en la rudeza de sus batallas.
El Senado lo designó dictador, cargo que desempeñó 10 años.
Fernando Garcés Blázquez en su libro Historia del Mundo señala que sobre Julio César se cuentan tantas anécdotas, que su vida es una historia en sí misma. Nadie lo sabía mejor que él. Explica que durante una travesía en altar mar se desató una terrible tempestad que echó a pique la escuadra a su mando.
Uno tras otro, los barcos eran presa de los escollos, pero imperturbable, en medio de la tormenta, César repetía a los aterrados remeros de su galera: “No tengáis miedo, estáis transportando a César y a su estrella”.
En otra ocasión siendo aún joven, unos piratas lo apresaron, ignorantes de su alcurnia, los captores pidieron 20 talentos por su rescate. El prisionero, al escuchar este precio, se enfureció y les exigió subir la cantidad a 50.
Una vez liberado, César reunió a un grupo de mercenarios e hizo prisioneros a sus antiguos captores.
La máxima autoridad de la zona le pidió que los vendiera, pero César, haciendo caso omiso de la orden, ejecutó a los piratas por haber “desvalorizado” su persona.
En tan alta estima se tenía que su rostro se convirtió en la primera imagen de un personaje vivo representada en una moneda (con anterioridad, eran dioses o animales simbólicos).
La fortuna de César, además de contar con la ayuda de los dioses, contó con el apoyo financiero de Marco Licinio Craso, el general que derrotó a Espartaco y uno de los mayores millonarios de la historia, pues llegó a acumular 170 millones de sestercios; una cantidad casi igual a la del tesoro de Roma y que equivale a 169 mil 800 millones de dólares.
César, en contra de lo que la gente cree, nunca fue emperador. De hecho, lo asesinaron por miedo a que llegara a proclamarse rey.
El gobernante que puso fin a la República Romana fue el hijastro de César y primer emperador de Roma: Julio César Augusto (63 a.C.-14 d.C.).
Pese a no ser emperador, Cesar gozó de una autoridad natural muy superior a la de muchos emperadores anteriores y posteriores. La palabra César pasó a ser sinónimo de poder en la misma Roma, y varios siglos más tarde, también en la Rusia de los zares.
César fue designado flamen dialis (sacerdote de Júpiter). La vida de Julio César realmente es interesante, no sólo cambió la historia de Roma sino de la humanidad.
Álea iacta est, “la suerte está echada”. “Los dados están echados”. Frases que definen a Julio César como una persona segura de sí misma.
Se le considera como uno de los cinco caudillos generales, guerrilleros, más inhumanos de la historia.
Por ello, cuando fue clemente y generoso, esa clemencia lo traiciona. Vale la pena leer y compenetrarse en la vida de este guerrero. Creo que hay enseñanzas para los tiempos de hoy.
En su vida Julio César, al igual que otros decididos conquistadores no sólo quemó sus naves sino también la bandera blanca. “Tenía sed de conquista”, como dice Rob Riemen en el texto El arte de ser humanos.