El confinamiento por la pandemia del COVID-19 ha generado en miles de personas trastornos de sueño que son padecimientos frecuentes y han aumentado en la época actual, detonados por el miedo y la ansiedad que provoca una situación nunca antes experimentada, advirtió la doctora Deborah Yoaly Arana Lechuga, especialista de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa.
Ante la sensación de no poder iniciar o mantener el descanso, o despertar muchas veces a lo largo de la noche o en la madrugada sin poder volver a dormir después, señaló que se requiere mucha firmeza al establecer horarios fijos, tanto para acostarse como para levantarse, ya que esto “puede ayudar a nuestro cerebro, de manera fisiológica y psicológica, a un acondicionamiento”.
La coordinadora de la Clínica de Trastornos de Sueño de la UAM afirmó que un buen periodo de recuperación resulta fundamental, en virtud de que refuerza el sistema inmunológico, y el cerebro tiene una estructura llamada núcleo supraquiasmático –el cual es el centro principal de regulación de los ritmos circadianos para identificar la luz en el ambiente– capaz de sincronizar el reloj biológico en función de la intensidad de la iluminación y “gracias a este sistema podemos adaptarnos a los cambios cuando viajamos cruzando varios husos horarios”.
En plena oscuridad, ese órgano libera una hormona llamada melatonina que se instala en la glándula pineal y llega a su punto máximo en 90 minutos, un lapso en el que es prioritario evitar la utilización de equipos electrónicos, ya que estimulan la vigilia.
Mientras no se pueda dormir, una medida elemental es no ver el reloj ni permanecer en la cama “y, si al cabo de 20 minutos tampoco se lograra ese propósito, hay que levantarnos y distraernos con otra tarea”, intentanto más tarde repetir la acción, pero no permanecer en la cama haciendo otras cosas que no sea dormir.
Con esto se tratará de romper el condicionamiento del cerebro de generar ansiedad cuando se ha procurado de manera infructuosa descansar, pero es necesario seguir las instrucciones de manera sistemática y ensayarlas por varios días, pues estas técnicas son muy efectivas, aunque no inmediatas, en tanto que el ejercicio matutino también contribuye al buen descanso, refirió Arana Lechuga.
Respecto al consumo de café, té, chocolate o refresco coadyuva al insomnio, por lo cual recomendó de preferencia evitar estos productos, al menos a partir de la tarde; en principio, el alcohol es un inductor del sueño, sin embargo, cuando se metaboliza en forma continua tiene un efecto activador.
Los medicamentos, sobre todo benzodiacepinas, podrían ser muy eficaces, pero crean tolerancia y adicción si se toman por tiempos prolongados, por lo que lo recomendable es suministrarlos por entre seis y ocho semanas. Para no volver al padecimiento original, el problema debe tratarse con terapias cognitivas conductuales como las que ofrece la Clínica de Trastornos de Sueño de la Unidad Iztapalapa, que ahora también proporciona atención en línea. (La Crónica de Hoy)