¿Qué pueden tener en común ciudades como Puebla, en México; Aalborg, en Dinamarca; y Zgharta, en Líbano? Que en las tres hay futbol y que en las tres jugó Emilio Yamín, un aventurero mexicano al que los lugares exóticos lo seducen y que en donde algunos pueden ver un riesgo, él ve una oportunidad.
El inicio de la carrera futbolística de Yamín se dio como la de la mayoría de los jugadores que busca un lugar en el profesionalismo, probándose en el equipo de su ciudad.
En su caso, el oriundo de Toluca se integró al scouteo de los choriceros y luego de pasar varios filtros fue elegido de entre 200 adolescentes que se presentaron para integrarse a las fuerzas básicas.
“Desde los cuatro años jugué futbol, siempre me gustó muchísimo y tenía la espinita de ser profesional. Cuando tenía 13 años vi una convocatoria del Toluca en el periódico y me fui a probar, en la categoría 92-93 éramos como 200 jugadores, fui pasando filtros hasta que me integré a las fuerzas básicas. La verdad esa fue una gran experiencia, llegas muy nervioso porque hay mucha competencia”, relató desde su casa en la capital mexiquense, en donde acata el aislamiento por la pandemia del coronavirus.
En 2010 se sumó a la filial Sub-17 de los Diablos Rojos, para ir escalando categorías e incluso ser convocado a la Selección Nacional, por lo que todo marchaba bien, pero las oportunidades se esfumaron cuando subió al Toluca Sub-20, donde prácticamente no jugó y por ende cayó en desesperación, por lo que con 19 años decidió abandonar la institución para intentar enrolarse con Cruz Azul aunque sin mucha suerte, para después toparse con la oportunidad que todo futbolista sueña, jugar en el futbol europeo.
“Después de estar en la Sub-17 me llevaron a Selección Nacional en menores, pero no sé si por eso ya en la Sub-20 tuve pocas oportunidades, no jugué mucho entonces me desesperaba, no veía claro, entonces me voy a probar al Cruz Azul, pero me mandan a la Segunda División, y la verdad no me acoplé. Entonces salió esta posibilidad de irme a Europa gracias a un representante, después de pensarlo unas semanas, decidí aceptarla y aventurarme. No sabía a dónde iba, con quién, pero la verdad es una de las mejores decisiones que he tomado en toda mi vida, porque fue algo muy bonito, tanto en lo profesional como en lo personal porque crecí muchísimo con grandes experiencias dentro y fuera de la cancha”, dijo.
El Jammerbugt FC fue el conjunto danés que en 2013 le abrió las puertas al defensor de 1.87 metros de altura para integrarse a un plantel con el que buscaba llegar a la Súper Liga del país, vivencia que en un inicio se tornó complicada para el entonces joven de 19 años que emprendió solo la aventura.
“Siempre viví en casa con mis papás, hasta que me fui a Europa. Primero me acompañó mi hermano para llegar a Aalborg, que es la segunda ciudad más grande de Dinamarca, y donde jugaba el equipo; pero luego me quedé solo”, recordó.
El cambio fue radical para Emilio, ya que llegó a un lugar donde tuvo que aprender a hablar danés y recurrir a su nivel básico de inglés para poder comunicarse con compañeros y entrenador, algo que en ese momento fue sumamente complicado, pero que a la larga lo ayudó a forjarse.
“Cuando llegué faltaba una semana para comenzar los entrenamientos, entonces tuve que acoplarme rápido, pero del idioma no sabía, aprendí a jugar el futbol allá con otro idioma que era el inglés, aunque al final aprendí danés, pero para la cancha nada más. Pero la mayoría de la comunicación era en inglés y a medias tintas, porque yo no era bueno hablándolo, pero ahí me salió la capacidad del ser humano a adaptarse, entonces fue complicado al principio porque me costó muchísimo la transición, era la primera vez que me salía de mi casa, estaba muy joven, y me perjudicó mucho en la cancha, pero poco a poco fui creciendo, y conforme fue avanzando el tiempo fui jugando más hasta que terminé participando en todo”, precisó.
La aventura europea pasó de ser una tormenta a un punto clave en la vida de Yamín, donde estuvo a nada de tirar la toalla y pensar en el regreso, a ganarse el reconocimiento de sus compañeros, rivales y el mismo club que al final de la temporada le ofreció la renovación de su contrato.
“Esa experiencia me forjó como futbolista con el sistema europeo, porque a los 19 años estaba jugando con gente que ya había estado en Champions League, y a pesar de que al principio nadie me quería, al final por el mismo crecimiento me terminaron aceptando porque vieron que sí jugaba, que no era un intruso y que podía sumar al equipo. El estar allá me cambió la forma de ver el futbol y la vida, me cambió todo. Gracias a esa experiencia soy lo que soy ahora, porque sufrí muchísimo, llegué a llorar, una vez le hablé a mi hermano llorando para decirle que ya me quería regresar, pero al final me decidí quedar y fue una gran decisión. Cuando terminó la temporada el club me ofreció la renovación, pero yo ya tenía en mente dónde quería jugar después”, comentó.
Regresar a un equipo de Primera División en México era su objetivo, por lo que haciendo caso a las recomendaciones de su “pareja de aventuras”, el teziuteco Alfredo Juraidini, en 2014 decidió dejar Dinamarca y viajar a Puebla para intentar unirse al conjunto Sub-20 camotero, pensando en destacar y tener una oportunidad de llegar al primer equipo, esto a pesar de las precarias condiciones laborales que le ofrecieron.
“Yo quería explorar algo nuevo y desde que estaba en Europa hablé con un amigo con el que había jugado en Toluca (Alfredo Juraidini) y me dijo que me fuera para Puebla, porque había oportunidad para tener minutos. Entonces me llegué a probar ya con 20 años, pasé filtros, ahí en las pruebas había como 500 jugadores, hasta que hablé con Búfalo Poblete, que era el técnico de la Sub-20, y me dijo que estaba considerado, pero que no iba a haber sueldo por la situación complicada que tenía el club, pero eso no me importó y me quedé”, apuntó.
Así comenzó la relación Yamín-Puebla que para el jugador representó, al igual que en Dinamarca, pruebas complicadas que le dejaron grandes enseñanzas y la posibilidad de ser parte de la historia del club, ya que alcanzó una final del torneo Sub-20 de la Liga MX, enfrentando a la considerada mejor cantera del futbol mexicano, Pachuca, en una llave de ida y vuelta en la que el primer cotejo lo sostuvieron en un estadio Cuauhtémoc que se rindió a los pies de sus ‘niños héroes’.
“Ese equipo Sub-20 llegó a ser súper líder de la categoría, al final clasificamos a la liguilla en segundo lugar y fuimos un equipo de niños héroes que llegó a la final gracias a la garra y las ganas de ganar haciendo una historia increíble. En la final enfrentamos a un equipazo que tenía Pachuca, donde estaban los hijos de Andrés Fassi y si bien la perdimos, salimos del estadio como campeones. Nuestro premio fue en la ida, cuando jugamos en el Cuauhtémoc que tuvo un marco espectacular, prácticamente lleno para ver a un equipo juvenil. Hicimos mucho con muy poco, porque para entrenar teníamos tres balones y ocho conos”, rememoró.
El andar futbolístico de Yamín lo llevó a convertirse en un nómada, ya que, tras ese gran torneo con La Franja, la directiva por entonces encabezada por la familia López Chargoy, decidió no darle continuidad a esos jóvenes que habían llegado a la final y él fue una de las víctimas por lo que tuvo que buscar un refugio en los Potros de la Universidad del Estado de México donde estuvo un año. Sin embargo, el azul y el blanco volvió a llamar a Emilio y para el Apertura 2015, se enroló de nuevo con el Puebla donde se volvería a encontrar con Juraidini, quien más adelante lo iba a acompañar en una inusual experiencia.
“Después de estar un año en Potros me fui a probar al Zacatepec, estuve como cinco días allá y me habló el Puebla porque había cambiado de técnico, había llegado Pablo Marini y quería verme. Entonces viajé, estuve entrenando dos semanas y después nos avisaron a Juraidini y a mí que nos íbamos a integrar a la pretemporada del primer equipo”, señaló.
El zaguero cayó en un plantel que tuvo que jugar en el estadio Olímpico de la BUAP, por la remodelación del Cuauhtémoc, pero que entró en sinergia gracias a la buena labor del técnico argentino Pablo Marini, logrando la añorada liguilla, algo a lo que el primer equipo poblano no tenía acceso desde 2009 y que a la fecha no ha podido repetir.
“Qué lástima que seamos el último equipo que ha clasificado a liguilla, lo digo con orgullo, pero con mucha tristeza. Ahí también se formó un gran grupo, había mucho compañerismo, todos nos tirábamos de cabeza en los entrenamientos y tenia varios líderes como (Matías) Alustiza, (Luis) Canguro Rey, Kevin Rojas, Pato Araujo, pero todos guiados por Marini que hizo un gran trabajo. Ese equipo prácticamente no perdía en el estadio de la BUAP y cuando salía siempre sumaba puntos”, dijo.
Tras un semestre más en La Franja, regresó a Toluca y después a Potros UAEM, donde una vez más coincidió con Alfredo Juraidini, aunque sin mucho éxito. Pero en 2018, a su cuenta de Facebook y la de Jura, llegó un mensaje que lo llevaría a vivir una de las experiencias más exóticas de su vida como futbolista, el jugar en la Liga de Líbano apelando a su ascendencia libanesa, pero con casi nulas referencias del país del medio oriente.
Después de varios días de meditarlo y sin el consenso total de su familia, su espíritu aventurero lo aventó, junto a Juraidini, a tomar el avión y tener una etapa en la que casi todo fue perfecto con el Salam Zgharta de la Premier League de Líbano, en la ciudad de Zgharta que se ubica a solo 82 kilómetros de Siria, donde por la guerra civil han muerto cientos de miles de personas.
“Fue muy chistoso, porque por Facebook nos contactó un agente alemán, pero también con ascendencia libanesa y obviamente las primeras veces Jura y yo decíamos ‘este wey está loco, qué nos vamos a estar moviendo para allá’.
El promotor siguió insistiendo y hasta que nos trajo una oferta formal y ahí fue cuando nos convencimos. Tengo ascendencia libanesa por parte de mi abuelo, pero no tenía ni idea de qué era Líbano, no buscamos nada en internet ni fotos, en mi familia me decían que no fuera porque estaba peligroso, pero nos fuimos y nos topamos con un país precioso donde se vive bien, con una capital de primer mundo (Beirut), muy seguro, se come espectacular. De momento veías helicópteros y decías ‘ay wey no vaya a ser la de malas’, pero nunca pasó nada”, recordó.
La barrera del idioma la brincaron apoyándose de sus compañeros ghaneses con los que podían comunicarse en inglés que a su vez les ayudaban a hablar con su técnico tunecino Tarek Thabet, que sólo entendía el idioma árabe nativo.
Esto no impidió que Yamín y Jura se volvieran protagonistas con el club y compitieran en la Champions League de la zona, en la que se midieron al Raja Casablanca de Marruecos, que en 2013 jugó la final del Mundial de Clubes ante el Bayern Munich.
“En Líbano fue peor que en Dinamarca para comunicarse porque en Dinamarca todos hablaban inglés, pero en Líbano solo dos, entonces para hablar con el técnico tenías que ir con estos dos compañeros, que a veces traducían mal y el técnico te regañaba al estilo Tuca Ferretti, pero en árabe, ahorita que lo recuerdo me río, pero en su momento sí decía ‘este pinche loco qué quiere’. Aunque nos adaptamos rápido, se notó la calidad que traíamos y así jugamos la Arab Cup, que es como la Champions de la zona y jugamos contra Raja Casa Blanca que es un gran equipo y les dimos pelea en casa, y aunque perdimos la gente salió contenta del estadio y festejaban, el dueño nos felicitó, yo no entendía nada, pero era porque pensaban que nos iban a golear y solo caímos 2 a 1”, precisó.
Pero si esta experiencia no fue perfecta se debió a que se toparon con una dirigencia nefasta que incluso los hizo extrañar a la que tuvieron en sus momentos más bajos al Puebla. Tan mal se portaron con ellos que Yamín los demandó por falta de pagos y el juicio sigue vigente.
“Lo mejor de esta experiencia fue haber jugado Champions árabe y los lugares que conocí, pero lo peor fue la dirigencia porque hasta la fecha tengo una demanda contra ellos por impagos, fue de locos. Si aquí me quejaba de la directiva del Puebla, de los Chargoy que se tardaban meses en pagar, allá eran cinco veces peor, mucho peor que las dirigencias de los Pueblas anteriores. Las instalaciones también eran muy malas, pero fue la directiva la que me llevó a dejar el país”, dijo.
Este disgusto aunado a una lesión sufrida durante su estadía en Zgharta, orilló a Emilio a tomar la decisión de su prematuro retiro, con apenas 26 años de edad, desentendiéndose de todo lo relacionado con el futbol.
“Después me retiré porque me lesioné allá, me vine a recuperar a México, pero después lo pensé, me llegaron buenas oportunidades laborales en otros rubros y decidí terminar esa etapa, el futbol fue muy bonito mientras duró, pero decidí dejarlo en Líbano, ahí murió”, sentenció.
Sin embargo, ya con la reflexión que le permite el retiro, tiene bien definido su sentimiento por el Puebla, el equipo que le dio la etapa más feliz de su vida, y que, si bien por ahora se desarrolla en otro ramo muy distante del deporte, lo motiva para volver a involucrase en el futbol ya sea como directivo o entrenador.
“El Puebla representa para mi plenitud y fue la etapa más feliz de mi vida como futbolista porque estuve pleno ahí, que sin duda es el equipo que más quiero. Ahora estoy trabajando en lo relacionado a la construcción, pero sí quiero seguir ligado al futbol, no he decidido dónde ni en qué rama, pero quiero regresar en algo que yo decida dónde y cuándo, no sé si de pantalón largo (directiva) o en la cancha”, indicó Emilio Yamín.