Por: Asael Nuche/ @etellekt_ [email protected]
A dos años del triunfo obtenido por Andrés Manuel López Obrador el 2 de julio de 2018, el hoy presidente de la República ha hablado sobre un hipotético golpe de Estado en contra de su gobierno.
¿Cuál es la razón de que piense que puede ser derrocado? En un documental realizado por Epigmenio Ibarra, un texto describe que se retrata a “uno de los protagonistas de esta gesta histórica: el hoy presidente de la República…”
¿En qué consistió la gesta de este héroe que hoy gobierna el país? Encabezar un “amplio e inédito movimiento social que condujo a la victoria electoral”, una victoria electoral que se equipara con una revolución, que a diferencia de las anteriores, ha sido pacífica.
En su análisis señala que los reaccionarios no se han logrado articular bien, aunque están muy enojados y prueba de ello es que le critican ferozmente a través de los medios de comunicación.
Ha identificado entre sus adversarios a partidos políticos, empresas nacionales y extranjeras, medios de comunicación nacionales e internacionales, gobernadores e incluso a funcionarios de su propio gobierno.
Su entrevistador advierte que pasan del enojo a la conspiración; a la incitación del golpe. AMLO responde “sí, pero no hay condiciones para eso, no han podido crear esas condiciones.” Para ilustrar a Epigmenio sobre las condiciones preexistentes para un golpe de Estado, toma como punto de referencia al presidente Francisco I. Madero, quien fue asesinado junto con el vicepresidente José María Pino Suarez por Victoriano Huerta.
De acuerdo con López Obrador, Huerta pudo derrocar y asesinar a Madero porque “…siendo un demócrata auténtico (…) no pudo o no le dio tiempo para hacerse de una base social de apoyo; perdió la oportunidad cuando había buenas relaciones con Emiliano Zapata”.
A diferencia de Madero, López Obrador afirma contar con una base social, sin la cual, supuestamente, se encontraría a merced de sus oponentes. Sin embargo, el presidente comete un error al pensar que el triunfo electoral obtenido en el 2018 fue resultado de una revolución para derrocar a un régimen corrupto.
En realidad, el triunfo electoral de 2018 se debió más a una fractura de la elite gobernante, por el rompimiento del pacto que mantenían el PRI y el PAN para cogobernar y contener a otras fuerzas políticas.
La estrepitosa caída del PRI y el PAN en las votaciones devino tras una larga campaña de acusaciones de corrupción entre ambas fuerzas políticas que derrumbaron su preferencia, por lo tanto, el voto masivo captado por López Obrador no fue a favor de una cuarta revolución, como señala la narrativa regeneracionista, sino un voto de censura a la coalición gobernante que perdió el poder por diferencias irreconciliables.
Además, AMLO omite en su narrativa que su triunfo también se gestó a partir de un pacto con Peña Nieto, que hasta ahora ha gozado de inmunidad frente a las acusaciones de corrupción. La base social a la que alude López Obrador no existe como un movimiento social genuino, por el contrario, es parte del imaginario de la autodenominada Cuarta Transformación (4T); se olvida además que el voto masivo que obtuvo provino también de una clase media que repudió la corrupción y dispendio de los gobiernos predecesores. La narrativa de la 4T no debe confundirse con las condiciones objetivas que llevaron a López Obrador a ganar la Presidencia.
De la misma forma, tampoco debe confundirse que el golpe de Estado es parte de la narrativa construida por Morena sobre una transformación de largo alcance que se enfrenta a fuerzas políticas reaccionarias dispuestas a romper el marco constitucional para derrocar a su líder.
Otra omisión de López Obrador es que el golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta, en contra de Francisco I. Madero, tuvo respaldo del gobierno de Estados Unidos, a través del embajador Henry Lane Wilson, quien empujó a la opinión pública en contra del gobierno de Madero.
A diferencia de ese episodio, AMLO ha tenido respaldo absoluto de Donald Trump, con quien ha mantenido una estrecha relación de cooperación, en la que el Ejecutivo de México ha obtenido información valiosa sobre sus adversarios a cambio de las concesiones en materia comercial, migratoria y de seguridad al presidente norteamericano.
Sin duda, López Obrador está consciente de que el debilitamiento de su imagen y la caída en las preferencias electorales de Morena, combinado con la derrota electoral de Trump, le dejará en una situación de gran vulnerabilidad. Tal vez por eso compara a la oposición política con los golpistas que derrocaron a Madero, buscando cerrar filas entre sus más fieles seguidores para lo que anticipa será una confrontación de grandes magnitudes.