Ary David es un artista con un estilo lleno de maquinaria surrealista, nostálgica y mítica. Su obra transporta a un espacio donde es posible la conjunción de seres mecánicos y las formas más sutiles de la naturaleza.
El lado mecánico y tecnificado de la realidad capitalista es visto a través de las realidades oníricas y terminan siendo condensadas por el artista en imágenes monocromáticas que nos sitúan en el plano social y concreto, al mismo tiempo que apuntan al plano de lo imaginario.
Sus influencias pueden reconocerse en Salvador Dalí, William-Adolph Bouguereau y H. R. Giger. Del primero recupera la veta surrealista, del segundo el sentimentalismo y la precisión del dibujo (y que en su obra recuerda la vigencia del canon clásico) y del último, la estética de la máquina llena de simbolismos y oscuros paisajes.
Al ver la obra de Ary, viene a la mente el filósofo Friedrich Nietzsche y su reivindicación del cuerpo a través del arte. Esta tarea urgente nos lanza en la búsqueda de nuevos valores frente al abismo del sinsentido.
Quizá esos cuerpos transformados que presenta el artista sugieren que esta época ha sido necesariamente transformada y, con ella, los seres humanos; y en otro ángulo que presenta es el fiel reflejo de la posmodernidad, como el entrecruce entre el sentido y el abismo.
Estas realidades raramente transformadas, hechas con precisión, sugieren que así como la realidad social es concreta y la realidad personal es evanescente todo termina por entramarse en el hecho de lo real; ¿y qué es real? El erudito y el iletrado acordarían trágicamente que el mundo, su mundo se ha transformado en algo aún más difícil de comprender.
Un planeta-mundo formado en una modernidad tardía, cansada y fundamentalmente fragmentaria, en donde todo es intercambiable, perecedero o reparable pero esencialmente manipulable técnicamente.
Ary David hace que esta tarea sea comprensible a los ojos de los dos. El arte da esa tercera perspectiva que completa: espectador-obra-artista.
El arte, gracias a la mirada introspectiva del artista y que va desde el silencioso análisis a la necesidad de comunicar su parecer al espectador, lleva a quien lo siente a un sitio mejor. Un espacio donde la construcción de lo real está dispuesta para goce estético, el juego, pero también para la reflexión.