Fue el primer helicóptero destinado única y exclusivamente a tareas de seguridad pública.
Por un par de años formó parte de una estrategia de vigilancia permanente desde el aire.
La nave recorría diariamente los puntos potencialmente más conflictivos de la ciudad de Puebla.
Y no pocas veces protagonizó espectaculares persecuciones de peligrosos delincuentes.
También ayudó a la captura de no pocos maleantes.
En aquel tiempo, 2001 en adelante, verlo volar se volvió parte de nuestra rutina o, incluso, del paisaje urbano.
Daba la sensación de que estábamos “cuidados”.
O al menos esa percepción se generaba.
Ya luego vinieron otras cosas, otros gobiernos, y los helicópteros comprados con el erario se destinaron a otros fines.
Llegó la época de los “taxis aéreos VIP”.
Pero ésa, esa es otra historia.