Por: Hugo Arquímedes González Pacheco y Montes/ [email protected]
Desde mi escritorio
El cierre de las escuelas –y otras instituciones que proporcionan servicios de protección social, salud, nutrición, aprendizaje y educación socioemocional a los niños– representa una seria amenaza contra el potencial de desarrollo de estos. Salvar nuestro futuro con miras a proteger y dar prioridad a la niñez y juventud con la educación a distancia es un elemento clave para evitar los contagios del coronavirus.
El cambio de paradigma con el modelo Aprende en Casa II con el apoyo de las televisoras, internet, la radio, de la SEP federal, aunque tiene una gran cobertura, deja a los padres de familia la responsabilidad sobre el aprendizaje escolar de sus hijos, más en aquellos con discapacidad. De un momento a otro, el virus de COVID-19 se convirtió en la gran preocupación.
Entre los más afectados destacan el sector salud y el económico-financiero. Sin embargo, sería tonto sólo ver esos dos aspectos en una sociedad tan compleja como la nuestra, por ello es importante reflexionar sobre las consecuencias que van a ir surgiendo.
La contingencia, por naturaleza propia, exhibió varias situaciones socioeconómicas, socioculturales y educativas que muchos se negaban a aceptar, tales como la explotación laboral, los índices de pobreza, las desigualdades escolares, la violencia familiar que aumenta, y la desinformación de los cuidados ante la pandemia.
Además, dejó a nuestro país muy mal parado en el aspecto económico, tecnológico, educativo, de investigación y sobre todo no haber establecido la banda ancha de internet gratuito a nivel nacional y la voracidad de la Comisión Federal de Electricidad, que subirá nuevamente las tarifas de luz.
Mientras que países europeos se adaptaron rápidamente a la contingencia, en México las autoridades se equivocaron en las estrategias. No estamos en contra de lo que dice Hugo López-Gatell; lo que criticamos es que cuente muertos y contagiados todos los días pero no ejerciten acciones efectivas para evitar los contagios. Aunque es un investigador reconocido, es un mal político.
No usar el cubrebocas, enviar de vacaciones al personal –ya sea por falta o precariedad de infraestructura digital o por falta de capacitación de los trabajadores– para la nueva normalidad de manera segura.
Por otra parte, tenemos el tema de la educación que, como ya sabemos, en México tiene una abismal diferencia incluso entre la clase media y la clase alta; no se diga la gran diferencia que existe en relación con la clase baja y la más pobre.
De acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación en México. Tratar de comparar la calidad de la oferta pública con la de escuelas “de paga” resulta absurdo. Además, por la pandemia, se presentan dificultades económicas y desempleo de maestros en instituciones privadas.
Las condiciones que enfrentan alumnos y docentes, tanto fuera como dentro de aula, es sumamente distinta en casa. Aún más, los docentes de escuelas públicas muchas veces se ven restringidos por los recursos limitados con los que cuentan y, a pesar de las condiciones desfavorecedoras, logran idear estrategias para responder tanto a los planes y programas de estudio como a las necesidades de aprendizaje de sus alumnos. Como se ve, existe una clarísima desventaja en el acceso a la educación de calidad para ciertos sectores.
Con el confinamiento en el hogar, las cosas se complican aún más en este rubro. Esto puede ser un problema, no sólo para la clase media o baja, sino para todos: los niños no van a las aulas y esto trae consecuencias diversas.
Por ejemplo, la dificultad que tienen los profesores para mantener en orden un aula digital por la propia naturaleza inquieta de los niños se multiplica en los adultos que están en casa. Ante un televisor, y en el contexto familiar, la atención depende de la voluntad de los alumnos y la supervisión de los tutores.
Además, para niños y adolescentes la cuarentena puede parecer un periodo vacacional más, lo que representa un reto para ellos y sus padres o tutores, que además tienen que trabajar. Hacer labor pedagógica y emocional cuando ellos mismos están bajo estrés ansiedad y preocupaciones económicas es un desafío mayor. Esto nos hace cuestionarnos, ¿qué sucederá con los niños? Y pensemos bien en ello.
¿Vivirán la violencia de castigos, la exigencia de adultos controladores o la desatención total? ¿Avanzarán con los conocimientos necesarios? Habrá conocimientos y desarrollo truncos que, si bien alguno podrá recuperarse, habrá muchos que no.
Esto dejará una brecha de conocimientos entre unos y otros, consecuencia también del contexto individual y no necesariamente de los aspectos sociodemográficos, ¿me explico? Niños con déficit de atención, de lento aprendizaje, con discapacidad intelectual pueden ser de los más perjudicados ahora; y, ¿cómo puede esto afectarles a mediano y largo plazo?
Por otra parte, recordemos que el índice de pobreza en México supera el 50% del total de la población, lo cual significa que, si más de la mitad del país no tiene acceso a la información, mucho menos a la posibilidad de continuar con sus estudios de manera remota, más allá de rellenar los libros de texto que otorga la Secretaría de Educación Pública.
Damos muchas cosas por hecho y olvidamos ver hacia otros lados. Aquí he hecho una mínima reflexión sobre un solo aspecto de la realidad, como es la educación, pero la ONU ya ha señalado la gran cantidad de escenarios adversos y de grupos vulnerables que son los que peor la están pasando: las mujeres y los niños, las personas con discapacidad, las personas marginadas y desplazadas.
Todos ellos son quienes pagan el precio más elevado y, además, son quienes tienen un mayor riesgo de sufrir devastadoras pérdidas por el COVID-19, por una mala comunicación sobre las consecuencias y cuidados ante la pandemia por el sector salud, que podría educar con una mejor cultura sobre la prevención sanitaria.
Sin duda hay muchas cosas que arreglar y por las cuales preocuparnos, esto no ha terminado y necesitamos encontrar formas de reestructurar los distintos sistemas que hay en nuestro alrededor, pensando en las repercusiones que pueden afectar a todos.
Los líderes mundiales están jugando un papel importante en la toma de decisiones, como en el desarrollo de nuevos sistemas, la defensa y la atención a sectores vulnerables, así como a la educación. Los niños en condiciones precaria, los de la calle, son quienes, desgraciadamente, tienen en estos momentos y en esta vida todo por perder y muy poco por ganar. Usted, ¿qué opina?