Iván Mercado @ivanmercadonews FB IvánMercado
Durante la intervención armada de los Estados Unidos al territorio de Afganistán, a finales del siglo pasado, la escuela de guerra del ejército norteamericano y los mandos militares apostados en esa agreste región del mundo desarrollaron el acrónimo VUCA para definir y transmitir a sus superiores el escenario al que las tropas norteamericanas se estaban enfrentando, una guerra en un territorio volátil, incierto, complejo y ambiguo.
El acrónimo trascendió aquellos enfrentamientos, incluida el fin de la guerra fría y este comenzó a ser utilizado en diferentes circunstancias de estrategia empresarial, para identificar situaciones de alta incertidumbre y riesgo.
Hoy, ese mismo VUCA (Volatility, Uncertainty, Complex, Ambiguous) vuelve a cobrar una vigencia insospechada y su significado aplica para un entorno que afecta al planeta entero, en todos los ámbitos, en todos los escenarios.
Una epidemia que surge “de la nada” y toma al mundo entero sin estrategias, sin medidas, sin protocolos, sin tratamientos.
Un virus que en el décimo mes del año ya alcanzó a 35 millones de seres humanos en el planeta y que en este fin de semana ya cobró la vida del primer millón de personas.
LA INCERTIDUMBRE ARRASA
Las naciones más poderosas reportan nuevos y más agresivos brotes de contagios en territorios donde la enfermedad ha cobrado numerosas víctimas y donde la lógica de supervivencia haría suponer que las poblaciones han comprendido que la única estrategia medianamente eficaz, es la auto protección con mascarillas, caretas, distancia e higiene sistemática.
Estados Unidos sigue encabezando y por mucho, la lista de países con mayor número de infectados y decesos. El caso más emblemático ya es, sin duda, el contagio de su propio presidente y su esposa, a tan solo 28 días de que los norteamericanos decidan el rumbo de la primer potencia del mundo, en las que serán las votaciones más importantes de la historia moderna y contemporánea del vecino país.
Sin embargo, en las últimas horas Rusia experimenta un resurgimiento inédito de la pandemia y registra un preocupante récord al reportar 10 mil 500 casos positivos en tan solo 24 horas.
A pesar de la escandalosa cifra, las autoridades rusas advierten que no emitirán una nueva orden de confinamiento generalizado para sus habitantes, pero vuelven a recomendar a sus adultos mayores a no abandonar sus domicilios y en el caso de sus estudiantes los llaman a quedarse en casa, tras extender el periodo vacacional por varios días más, ante el nuevo fenómeno de contagios masivos.
España, Francia, Inglaterra e Italia comienzan a atravesar por una segunda ola de casos positivos, que los ha obligado a imponer estrictas medidas de control a fin de evitar un segundo episodio que promete ser más devastador que el reportado a principios de año.
Canadá anunció la semana pasada que enfrentan una segunda oleada de potenciales contagios y, por ello, su primer ministro Justin Trudeau lanzó un llamado a los canadienses para comprender el grave riesgo que tienen al poder experimentar un escenario en el que los casos podrían incluso triplicarse en este periodo invernal.
LA AMBIGÜEDAD SE IMPONE
Las autoridades responsables de la salud mundial no tienen respuestas o estrategias claras de contención y cada vez son más los científicos que afirman que ni siquiera guardan estimaciones serias sobre una pandemia sin control.
La Organización Mundial de la Salud se ha dedicado en los últimos meses a externar su preocupación y enfatizar de manera repetitiva un sin fin de advertencias generales, sobre los riesgos evidentes de un mal “que no vieron venir”.
Ante la incapacidad institucional para dar una respuestas sobre un mal que aqueja al planeta entero, el papa Francisco criticó este mismo fin de semana el “modelo capitalista”, el cual –dijo– ha demostrado su fracaso absoluto.
El pontífice planteó la necesidad de crear una nueva visión social para un mundo postcovid donde, a decir de Mario Bergoglio, se necesita una nueva clase política que sea capaz de rechazar la guerra y utilizar el diálogo y la solidaridad como herramientas fundamentales para hacer frente al desafío más importante que enfrenta la humanidad en el último siglo.
La crítica tiene destinatarios específicos que no saben siquiera cómo protegerse a ellos mismos.
LA COMPLEJIDAD CONDENA
A 11 meses de haberse declarado oficialmente el primer caso de contagio ocasionado por el virus SARS-CoV-2 en la ciudad china de Wuhan, los científicos del mundo no logran conocer aún los alcances de la enfermedad.
Cada vez esta más soportado que los seres humanos que fueron infectados y que lograron sobreponerse a la enfermedad, padecen diferentes daños en sus sistemas respiratorios y en órganos vitales como corazón, hígado, riñones y hasta el cerebro. Los especialistas e investigadores de la salud han confirmado que dependiendo de la carga viral, los pacientes pueden sobrevivir pero también enfrentar estas secuelas incapacitantes durante meses o incluso años.
En un reciente descubrimiento, se ha confirmado que el virus no es aniquilado por el sistema inmunológico de un “huésped” sano en un periodo de 14 días. Cada vez son más los casos que se detectan donde el virus llega a permanecer activo en el organismo por 60 días, lo cual nos obliga a replantearnos nuevamente los protocolos de detección, atención y seguimiento para evitar la propagación involuntaria de quienes en la teoría han superado a la COVID-19.
Estamos a punto de llegar al primer año de convivir y coexistir con un virus que llegó para quedarse, arrebatándonos a todos la forma de vida que construimos en el último siglo.
Ante la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad que enfrentamos como especie, es tiempo de exigir información certera y clara, es tiempo de tomar decisiones de vida, de aceptar y de externar que la política no puede sobreponerse a la ciencia y que la ciencia no puede doblarse a los intereses económicos.
Es tiempo de cuestionar a las autoridades con absoluta seriedad y exigir respuestas con verdades completas, pero sobre todo exigirles una conducta basada en una ética sin precedentes.
Ni ellos como autoridad, ni nosotros como sociedad, tenemos tiempo para la simulación.