Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
Los cálculos basados en matemáticas serias y sin tintes políticos que fueron realizados por el Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington, pronosticaron 97 mil decesos por COVID-19 en México para los primeros días de noviembre.
La cifra fue calculada y anunciada durante julio, sin embargo, los números se han ajustado al alza dados los niveles de alta movilidad y relajamiento en las medidas protocolarias mostradas por los mexicanos durante las últimas cuatro semanas. El mismo instituto localizado en la ciudad de Seattle, ahora prevé entre los 118 y los 153 mil muertos en México para los últimos días del este fatídico 2020.
Lamentablemente, las estimaciones hechas en el exterior no están nada lejos de lo que sucede a diario en nuestro país. Este fin de semana México se ubicó prácticamente en las 90 mil muertes (oficiales), una cifra que confirma la dramática proyección hecha 120 días atrás por el mismo centro de evaluación.
Entre nuevas contradicciones sobre un evidente repunte y justificaciones absurdas del vocero de la pandemia en México sobre una “visión integral de país”, los mexicanos vamos solos contra una pandemia que nunca fue controlada en los más de 210 días que hemos transitado con la enfermedad.
Al cierre de este octubre, el territorio nacional abraza los 900 mil contagios y experimenta el incuestionable incremento en los casos positivos y porcentajes de pacientes hospitalizados para recibir asistencia médica ante los multicitados síntomas de este padecimiento.
El semáforo epidemiológico carente de credibilidad dado su manejo político desde la federación, inicia esta semana una vez más con el tono rojo que significa alerta máxima que vive el estado de Chihuahua.
La decisión del gobernador Manuel Corral, por adoptar y anunciar un obligado retroceso en las medidas de control para evitar una tragedia en esa entidad, no fue consultada con ninguna autoridad federal.
La República Mexicana reporta este Lunes, 19 estados en naranja, 11 en color ámbar, uno en verde y uno en rojo encendido de Chihuahua.
Sin embargo, conforme pasan las horas Nuevo León, Durango, Coahuila, Zacatecas, Aguascalientes, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo se enfrentan ya a un fuerte incremento de contagios y se preparan para hacer sus respectivos anuncios en torno al cambio de color en sus propios semáforos estatales.
Las autoridades federales que responsabilizaron directamente a cada estado sobre el control de la pandemia entre sus poblaciones, hoy solamente tiene la alternativa de acatar las determinaciones de los gobernadores, al parecer de autoridad para emitir cualquier tipo de recomendaciones.
Y es que, aunque las hiciera, nadie, ni los de su propio partido, quieren correr el riesgo de cargar con la responsabilidad de una probada política errónea para el manejo de la enfermedad.
Este fin de semana, las autoridades federales del sector salud salieron, una vez más, a decir que: “Es muy probable que durante la presente semana se presente un incremento en los niveles de positividad a la pandemia, tal y como lo anunciaron desde el brote mismo del primer caso de COVID en Mexico…”
Sus declaraciones fallidas son tan poco creíbles como sus pobres pronósticos realizados durante el primer semestre del año. Basta recordar los 60 mil muertos que para el subsecretario Hugo López Gatell representaban el escenario más catastrófico que podríamos enfrentar los mexicanos.
A diferencia del resto del mundo, nuestro país ni siquiera vive los indicios de una segunda ola.
Científicos mexicanos y extranjeros sostienen que desde su primer caso positivo, el territorio nacional ha estado sometido en diferentes niveles y momentos a una primera y única oleada de contagios, una que en el mejor de los casos, alcanzó una meseta de relativa estabilidad, pero nunca de control.
Los expertos en epidemiologia, virología, infectología y otras disciplinas sostienen que una enfermedad de rápida propagación se puede declarar “controlada” cuando el índice de positividad en la población abierta es menor a 5%, un nivel lejano, ya que desde abril, en México no se ha logrado abatir este indicador a menos de 38 por ciento.
LECCIÓN NO APRENDIDA
En los últimos siete meses, la pandemia ha transformado por completo la forma de vida de 7 mil 500 millones de seres humanos, sin embargo, probado está que la especie “inteligente” del planeta no puede aceptar ni comprender que el factor COVID-19 llegó precisamente para obligar un punto de quiebre entre los seres humanos.
“Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino las que se adaptan con mayor velocidad al cambio…”, esa fue una de las grandes conclusiones del padre de la teoría de la evolución, Charles Darwin. Resulta evidente que como especie estamos lejos del proceso de aceptación y más lejos aún del ejercicio de la adaptación.
A las autoridades se les puede responsabilizar sin duda de un primer embate ante una serie de malas decisiones y gestiones para enfrentar una pandemia anunciada para América con varios meses de anticipación, no obstante, la responsabilidad ha dado un giro y hoy ya no es viable señalar a las instituciones, a los expertos o a los políticos de la dolorosa realidad que se nos viene encima.
La infraestructura hospitalaria disponible está puesta, los recursos económicos destinados a la atención son cada vez más limitados, el personal médico existente se encuentra exhausto, el tratamiento o la vacuna sencillamente no ha sido liberado y las sociedades del mundo no responden ante este escenario.
Y es que la comunidad científica sostiene que el virus no ha desaparecido ni desaparecerá, lo que modificó nuevamente la ecuación es el claro relajamiento en la conducta social.
Atrapados por un sin fin de distractores, la especie humana carece de dos herramientas cognitivas que serán claves para una adaptación eficaz: El músculo de la atención y la potencia de una memoria de largo alcance.
La Organización Mundial de la Salud recién advirtió que se avecinan meses sumamente peligrosos y difíciles para el hemisferio norte del planeta dado el periodo invernal, y hoy como nunca antes, la responsabilidad colectiva está a prueba. Las únicas alternativas probadas no pueden ser ignoradas por nadie.
El uso correcto del cubre bocas, la obligada distancia entre individuos y la higiene constante son las mejores armas para sobreponernos a un escenario que promete ser devastador.
No hay excusa, esta es nuestra realidad y ya no depende de los gobiernos ni de los científicos salir bien librados de esta dura prueba.
La decisión de protegernos y defender nuestras propias vidas, es de cada uno de nosotros, de nadie más.