Alejandro Montiel Bonilla
Sin duda alguna, para hacer frente a los dilemas de las redes sociales tendríamos que pensar en que los niños y adolescentes que estamos formando debieran tener otras habilidades que nosotros no tuvimos y no las logramos crear, sencillamente porque no nos enfrentamos a este cambio cultural que representa la irrupción de las plataformas digitales en la intimidad de los seres humanos. Ya se ha dicho muchas veces que las plataformas buscan deliberadamente tener cada vez más tiempo en pantalla a los niños y jóvenes, y entonces, ¿de cuál forma podemos advertirles a nuestros hijos, que el contenido que ofrece la plataforma buscará satisfacer sus principales necesidades afectivas? De qué forma les informamos que necesitamos una mayor comunicación entre nosotros para que podamos enfrentar los retos que nos presentan las plataformas, porque al principio y al final todo se trata de confianza entre padres e hijos, en qué momento dejamos de reflexionar que esa relación de confianza se necesita construir y perdemos esa comunicación, la plataformas digitales son un nuevo reto es un hecho pero lo cierto es que nos debemos enfrentar juntos a ellas, y sí lo repito: enfrentar, decir sin ambages y de una vez por todas, que las plataformas digitales pueden ser el alimento intelectual más suculento y nutritivo, pero al mismo tiempo, la cicuta más potente que se conozca.
A continuación comento algunos fragmentos del citado documental de Netflix: “No basta que lo hagas conscientemente, se quiere invadir el cerebro reptiliano e implantar un hábito inconsciente para que te encuentres programado nivel más profundo, sin siquiera notarlo”.
“En que momento dejamos de ser conscientes de que las plataformas no son herramientas, puesto que una herramienta espera a que sea utilizada por el usuario, sin embargo, las redes sociales te seducen, te manipulan y quieren cosas de ti. Hemos pasado de un entorno tecnológico basado en herramientas a un entorno basado en la adicción por la tecnología y la manipulación, las redes sociales no son definitivamente una herramienta, al menos no para millones de niños y adolescentes que las utilizan en el mundo, ya que las redes tienen sus propias metas y sus propios métodos, para conseguir sus objetivos. De hecho, el usuario es la herramienta a través de la que consiguen sus objetivos de venta.
Existe un imperativo básico biológico para conectarnos con la gente que afecta directamente la producción de dopamina como recompensa, este sistema está respaldado por miles de años de evolución para que nos unamos y vivamos en comunidades y poder encontrar pareja y propagar la especie. No hay duda de que un vehículo como las redes sociales optimiza la conexión entre personas y tiene el potencial de ser adictivo completamente, pero no estamos preparados para tal reto.
De hecho, evolucionamos para preocuparnos sobre si las personas de nuestra tribu nos aceptan porque es importante y de ello depende nuestra supervivencia, pero ¿evolucionamos para saber lo que diez mil personas piensan sobre nosotros?, o ¿para buscar aprobación social cada cinco minutos?
Por otra parte, la depresión y la ansiedad han aumentado enormemente en los adolescentes estadunidenses y esto empezó justamente entre 2011 y 2015. Hasta 2011 se mantuvieron estables, pero en 2015 las adolescentes que se hicieron daño así mismas subió un 189 por ciento entre las niñas de 10 a 14 años y un 62% entre las chicas de 15 y 19 años, en suicidios se observan los mismos aumentos y coinciden con los mismos años.
Toda una generación se siente más ansiosa, más frágil, más deprimida, se sienten mucho menos cómodos para correr riesgos, por ejemplo, la cantidad de jóvenes que piden licencias en EU ha descendido, así como las interacciones románticas cara a cara.
Estamos entrenando a una generación para que cuando estén incómodos, solos, inseguros o temerosos recurran a un chupón digital que atrofia la propia capacidad para lidiar con esos miedos que han acompañado a la humanidad desde su nacimiento.