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En Dominicana, “la pelota” es fiesta; la devoción por el beis, casi religiosa. Y ayer comenzó la temporada un mes demorada y sin alma, sin la afición que desde el graderío vive las glorias de los paisanos que brillan en las Grandes Ligas y las de todos los muchachos en todos, todos los barrios.
Y Brasil salió a las urnas. De rojo, con la estrella cosida en el cubrebocas, Lula y su Partido de los Trabajadores, ante las encuestas que lo aplastan en un país que se asfixia de pandemia.