El signo es la corona. En la puerta, en la mesa central, en el árbol, en la esquina más iluminada, el círculo de ramas naturales distingue la temprada de adviento, la tradición católica casi omnipresente en el mundo.
Francisco Javier Martínez Castillo, portavoz de la Arquidiócesis de Puebla exhorta a dar un nuevo significado a la temporada: mantener la esperanza y acompañarse de la fe para evitar la actitud de derrota o la fatalista.
Frente a las adversidades, hay que tener disposición de hacer cambios en la vida y la rutina para bien. Este año, el adviento empieza pasado mañana y termina el 20 de diciembre; en la liturgia católica, cada domingo se enciende una de las cuatro velas del follaje, color de esperanza.
Porque la cromática indica que la fiesta va de blanco, la memoria de un mártir, rojo, en el tiempo litúrgico ordinario se usa el verde, y en cuaresma, el morado.
La corona, encendida, recuerda el triunfo de la luz sobre las tinieblas y la muerte, afirma el sacerdote Martínez Castillo; Jesús, el hijo de Dios, se hace hombre y da la verdadera vida; y la forma circular recuerda la eternidad.
La preparación para la Navidad, agrega, es importante para darse cuenta y reflexionar de las cosas que están bien en nuestra vida y cuáles no. El tercer domingo, se enciende una vela rosa; es de gozo.