Por: Hugo Arquímedes González Pacheco M. / [email protected]
Desde mi escritorio
Para construir la educación del futuro, preponderantemente se debe satisfacer las necesidades educativas de todos los mexicanos; no es cuestión de discursos o ideales personales para pasar a la historia, sino de tener las mejores condiciones posibles primeramente para desterrar las grietas de las desigualdades educativas que se viven en todas las escuelas del país.
A partir de la observación nos damos cuenta de la manera en que distintas instituciones educativas han reaccionado frente a la pandemia, ante el fracaso de “Aprende en casa”, es posible comenzar a imaginar la manera y condiciones en que será el regreso a las clases presenciales en agosto.
Posiblemente por un par de años más se tienen que transformar las dinámicas de los procesos de enseñanza-aprendizaje en todos los niveles, particularmente en las instituciones públicas de nuestro país.
La pandemia ha transformado de manera radical todos los aspectos de la vida cotidiana a nivel global, es impredecible imaginar el futuro en el mundo pospandémico, aunque es impostergable. Resulta difícil cuando las condiciones cambian día con día debido a la aparición de nuevas cepas del virus de la COVID-19 y de las variables relativas a la producción y aplicación de vacunas en los países que están en condiciones de hacerlo.
Probablemente pasarán varios años antes de que podamos entender completamente la forma de funcionamiento del virus, sus implicaciones y posibles consecuencias en el mediano y largo plazos, así como las variables precisas que incrementan la mortalidad.
Poco a poco, hemos ido adquiriendo algún nivel de certidumbre acerca de los mecanismos de transmisión, que nos pueden ayudar a tomar medidas que comienzan a orientarse no en la desinfección de las superficies, sino en la mayor ventilación posible en los espacios físicos. La certeza al respecto es indispensable para poder trazar una ruta de regreso a clases a algún nivel educativo presencial.
En la primera mitad de 2020 no existía claridad sobre la duración del confinamiento, tampoco había condiciones para plantear, en ese momento, un programa razonado y planeado de educación a distancia.
Explico la diferencia: un programa de educación a distancia tiene necesariamente que habilitar a los profesores, adaptar los contenidos de los planes de estudio, las actividades didácticas e incluso, de ser necesario, los objetivos curriculares a aquello que es posible alcanzar a través de actividades no presenciales.
En estos momentos, los docentes trabajan horas extras sobre planes diseñados en buscar cómo pueden dar solución al alumnado, que enfrenta situaciones adversas. Las distintas actividades están siendo omitidas o postergadas.
Claro que habrá algún nivel de perjuicio en la formación, es un problema cuya dimensión comienza apenas a ser valorada, una vez que se ha hecho visible que las condiciones de la pandemia implicarán ajustes y adaptaciones en la operación del sistema educativo en todos sus niveles durante varios años.
Es también evidente el problema de la educación a distancia en condiciones de emergencia que afecta no solamente a los alumnos sino a los docentes y las familias en todos los niveles educativos, debido a que se están produciendo altos niveles de rezago y abandono, así como la ausencia de actividades prácticas que, necesariamente, impactarán en la formación, provocando carencias que tendrán que ser asumidas por el gobierno federal a través de la SEP.
La operación de los mecanismos emergentes se ha encontrado con múltiples obstáculos, el más evidente quizás sea la brecha tecnológica no solamente en las zonas rurales indígenas del país sino, de manera más preocupante, en los alumnos con discapacidad entre las distintas regiones de México.
El problema principal no está, sin embargo, en la tecnología sino la manera en que se ha asumido el paso a la educación a distancia, desde una falsa normalización de las condiciones de trabajo de profesores y alumnos donde antes Esteban Moctezuma y ahora la maestra de primaria Delfina Gómez, desde la Secretaría de Educación diagnosticaron éxito de la estrategia “Aprende en casa” implementada sin evaluación eficiente de lo perdido en esta etapa.
Es enorme la diversidad de la educación superior en México, no solamente por los distintos subsistemas que la conforman, sino por los recursos; por ello tantas posibilidades diferenciadas de adaptación a nuevas condiciones de las distintas instituciones.
El presente texto está orientado al problema de la docencia, reconociendo que la investigación se encuentra en un conflicto de mayores dimensiones y complejidad porque requiere de más espacio aunado a apoyo económico, desde otro enfoque para poder abordarlo con efectividad y no (con los sabios asesores de la SEP) que dejan a un lado a los académicos talentosos de la educación de todo el país.
El calendario de vacunación, que tiene avences, se anuncia como lo que aliviará la situación; sin embargo, eso no resuelve por completo el problema de una planta docente, que en las instituciones públicas tiene baja movilidad de personal, razón por la cual, cuenta con altos porcentajes de profesores en edad de riesgo y con comorbilidades que amenazarán seriamente su retorno a actividades presenciales en el futuro inmediato, al menos mientras no esté totalmente clara la duración de la inmunidad de la vacuna que es toda una incógnita, así como saber lo que nos vacunaron o las implicaciones de la reinfección.
Se hace una reflexión especulativa sobre el futuro de la educación en México. Pocas veces en la historia hay total incertidumbre sobre las condiciones y tiempos del futuro inmediato, marcado por variables como las señaladas respecto a reinfección o tiempo de inmunidad, pero también por las afectaciones producto de la crisis económica nacional como primera consecuencia de la pandemia y las posibilidades de aprender algo sobre la operación remota que sea posible aplicar en la nueva realidad a la que nos enfrentaremos, con las implicaciones que esto tiene en términos no solo pedagógicos sino incluso de dinámicas laborales.
Frente a este futuro, es importante comenzar a dar los primeros pasos que permitan adaptar las escuelas para los cambios que se aproximan sin el gasto económico de los padres. Los docentes tendrán la revisión de planes de estudio y perfiles para hacer frente a las modificaciones que puedan percibir en el entorno, reforzando habilidades y conocimientos en un proceso de recuperación permanente en todos los niveles educativos y no como lo propone la Secretaria de Educación, de un día a la semana o por tres meses; es necesario actualizar el enfoque propuesto, de lo contrario continuaremos en el retroceso educativo actual.
En el mismo sentido, se debe verificar qué contenidos son susceptibles de mantenerse en modalidades no presenciales a fin de realizar los cambios pertinentes que permitan sigan operando a distancia.
Nos queda reaccionar reflexivamente, pero sin la menor dilación, para ajustar nuestras formas de trabajo al nuevo mundo que se está dibujando frente a nuestros ojos. En la educación de nuestro entorno, debemos reconocer que, como señalamos antes, cualquier cambio requerirá de un proceso de discusión amplio, respecto de cuáles son las posibles actividades en las que la modalidad presencial o hibrida puedan resultar funcionales para los alumnos y docentes; hagámoslo por amor a la educación de un futuro creciente de todos y para todos. ¿Usted qué opina?