Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
“Una coma del legislador y bibliotecas enteras
se convierten en papel mojado”.
Julis Von Kirchamnn
Conferencia en Berlín 1847
Ahora que se celebra, nuevamente y como cada 12 de julio, el Día del abogado (cuyas celebraciones en tiempos previos a la pandemia consistían en comidas, cenas, reuniones), estos tiempos semiparalizados por la propia pandemia son un buen momento para poner en la mesa si las universidades, escuelas y facultades están formando y preparando operadores jurídico o juristas con aquellos estudiantes que, después, llegan a los cargos de jueces, magistrados, ministros, secretarios de Estado, gobernadores, legisladores, litigantes, profesores, funcionarios públicos, etcétera. Es decir, a aquellos entre los que un conjunto es el que vela por el Estado de Derecho en el que la población debe convivir, con la finalidad primordial de evitar la violencia extrema con la que se están matando todos contra todos.
Esta situación de arremeter unos contra todos está pasando en los últimos 15 años en el país, con la declaración de la guerra al narcotráfico, a los grupos delincuencias. Ni qué decir de lo que están haciendo en la administración pública federal que nos gobierna en este año 2021; es exactamente lo mismo: ha provocado una escalada de violencia sin límite en el territorio nacional, además de lo cual resulta desafortunado para la ciencia jurídica que las instituciones del Estado estén rebasadas. Basta con observar las noticias donde se dice que la población agrede al ejército; que la policía debe defender al ladrón para que la turba no lo mate por el robo en el que lo descubrieron; que el ejército se retira de ciudades donde no puede ni poner un pie, pues en muchas poblaciones quienes mantienen la economía y la asistencia social son los grupos delincuenciales.
Ante todo ello, entonces, ¿dónde quedó el derecho?; ¿dónde están las instituciones del Estado?; ¿dónde quedaron los abogados? Para esas preguntas, habría que recapacitar sobre si en las universidades, escuelas y facultades de derecho se están preparando juristas o simples operadores jurídicos. De entrada, parece que es más lo segundo que lo primero, pues ya la Suprema Corte, en sus tesis y jurisprudencia, habla de los operadores jurídicos y no de juristas, lo cual demuestra que, en esas universidades, escuelas y facultades, se forman simples operadores del derecho, es decir, sujetos no pensantes, poco reflexivos, pero que sí son eficaces en conocer con precisión cómo presentar un juicio en línea, qué documentos se deben anexar, qué programa de cómputo es el aplicable, o bien, en el caso de los profesores, en conocer perfectamente los sistemas para conectarse con sus alumnos, las aulas virtuales, los debates cibernéticos, etcétera.
Por su parte, en las instancias administrativas y jurisdiccionales, desde luego, están los preparados para saber de memoria cuál es el formato que se usa para un caso, qué dependencia tramita tal o cual permiso o licencia, qué se requiere para expedir una autorización, cómo localizar los expedientes, saber que el formato tal es para desechar una demanda, etcétera. Por ello, estamos en presencia de meros sujetos operativos, a veces al grado de zombis, que saben qué es lo que deben hacer, pero no reflexionan.
No obstante, el abogado debe ser más que ese operador jurídico que, tan pomposamente, presume la corte y otros tribunales en sus sentencias y resoluciones; incluso, alguien debería solicitarles a estos tribunales que dejen a un lado esa concepción tan peyorativa de los abogados, la cual no es más que una copia, desde luego, de la doctrina alemana y, en general, europea, frente a lo que bien está América Latina para copiar todo, desde lo más malo hasta lo regular. Los que dictan esas resoluciones no se han puesto a meditar que usar esa concepción de “operador jurídico” es bastante denigrante para quien decida estudiar el derecho.
El derecho no es solamente saber formatos, las funciones de la computadora o cambiar los datos de un expediente por otros; el derecho requiere personas pensantes, reflexivas, que comprendan por qué los derechos fundamentales; por qué está prohibida, por ejemplo, la retroactividad de la ley; por qué existe el derecho a la privacidad, etcétera, pues entendiendo y comprendiendo esos derechos tienen razón de ser las instituciones del Estado y, con ello, el Estado de Derecho. Pero si en las escuelas, facultades y universidades todos se dedican a memorizar las leyes, a enseñar cómo ponerse en frente de un juez en un ensayo de un juicio oral o, en su caso, a aprender de memoria los formatos para tramitar marcas y patentes, muy poco se está haciendo por la ciencia del derecho y, mucho menos, por la vigencia del Estado de Derecho.
En una gran parte, como respuesta a este clima de violencia extrema que se vive en nuestra nación, bien quedaría la corrección, en la SEP, para que en las cédulas profesionales se inscriba literalmente “operador jurídico” y no “licenciado en derecho” o demás terminología.
Verdaderamente, en lugar de mandar felicitaciones a los abogados este 12 de julio, habría que ver si no somos parte de la causa de este Estado de No Derecho en el que vive nuestra nación.