LARGA COLA
A nadie debería sorprender el historial delictivo de Enrique Cárdenas Sánchez, expuesto parcialmente en la víspera por este diario con evidencias irrefutables.
Bastaría rascarle un poco más atrás para hallar un expediente guardado a piedra y lodo durante casi 20 años, en el que se revela un sinnúmero de maniobras financieras que a este personaje le produjeron un considerable beneficio personal durante su gestión como rector de la Universidad de las Américas Puebla.
En efecto, a principios del año 2001 los ejecutivos de la Fundación Mary Street Jenkins descubrieron por medio de una auditoría externa que había no sólo malversación de fondos y uso indebido de recursos, sino una constante adquisición de insumos a sobreprecios, por cifras millonarias, en las distintas áreas administrativas, entre ellas, en el centro de tecnología y de información, que brinda apoyo y equipamiento de cómputo a toda la institución.
Al descubrirse las irregularidades y la sofisticada ingenieria que fue tejida al interior de la UDLAP, y tras acreditar la responsabilidad directa del entonces rector Enrique Cárdenas, los directivos decidieron su reemplazo y lo hicieron de manera benévola al considerar los 15 años de su gestión, en los que ciertamente hubo considerables logros académicos.
La Fundación también ponderó los riesgos de un posible escándalo mediático y la importancia de proteger el prestigio y la imagen pública de la institución, tanto a nivel local como nacional e incluso internacional.
Para recomponer la estructura administrativa y financiera, en 2001 se contrató a la doctora argentina Nora Lustig, una acreditada economista que provenía del Banco Mundial, quien hizo su trabajo de manera eficiente, pese a constantes embates y obstrucciones internas.
Investigaciones posteriores hechas por la propia UDLAP demostraron que el doctor Cárdenas Sánchez no había cumplido el pacto de no intromisión al celebrar constantes reuniones “secretas” en las instalaciones del hotel de su propiedad La Quinta Luna, ubicado en Cholula y valuado en caso 30 millones de pesos, cuya remodelación la hizo curiosamente el mismo contratista que realizó el Museo de la UDLAP y otras obras durante su gestión como rector.
A esas reuniones asistían académicos y funcionarios de la universidad que durante muchos años le fueron fieles y se habían beneficiado durante la larga gestión del doctor Cárdenas con estímulos económicos, plazas e incluso viviendas dentro del complejo habitacional.
Ante ello Enrique Cárdenas fue reconvenido y se le advirtió de la posibilidad de proceder legalmente en su contra, lo que sumado al despido de algunos maestros y administrativos, apaciguó temporalmente la situación.
Habiendo cumplido su misión la doctora Lustig renunció en 2005 y llegó a la rectoría el escritor Pedro Ángel Palou García, quien también padeció de la resaca de una parte del aparato académico y administrativo que heredó Cárdenas Sánchez, hasta su renuncia en 2008, coyuntura que la Fundación Jenkins aprovechó para hacer una limpia total de conspiradores y darle paso a una nueva etapa con la llegada de Luis Ernesto Derbez, actual rector.