Hugo Arquímedes González Pacheco y Montes/ [email protected]
Desde mi escritorio
La violencia familiar es una realidad en nuestro país, sobre todo en el confinamiento provocado por la pandemia del virus COVID-19. El encierro, la restricción de movilidad, la incertidumbre, el estrés, la presión por la situación económica y la educación a distancia de manera improvisada son factores que causan situaciones difíciles para los miembros de las familias mexicanas.
De ahí que sea necesario revisar el marco legal, educativo para proteger a los y las alumnas del Sistema Educativo Nacional sobre el regreso a clases presenciales de las escuelas mexicanas tomando en cuenta las secuelas de la violencia que desató en el aislamiento en los alumnos dentro de su núcleo familiar con la restricción total o parcial de la libertad, el abuso sexual, físico y psicológico que estuvieron expuestos en sus hogares. Sin dejar de lado que todo esto también afecto a los docentes.
El 22 de marzo, San Luis Potosí inició las clases en algunas escuelas oficiales y un preescolar en Tijuana, se adelantaron a Campeche, sin ser vacunados los docentes y los padres de familia tuvieron que firmar voluntariamente la responsabilidad de sus hijos al traerlos a las aulas para no culpar a las autoridades del gobierno en caso de algún contagio.
Los padres argumentan que sus hijos están muy rezagados académicamente, en materia educativa no estábamos preparados para trabajar en una pandemia y lo más importante es la vida. Cuestionamos;
¿Por qué a días de vacaciones oficiales del calendario escolar de la SEP, lanzan los estados señalados un programa piloto de regreso a clases presenciales?
¿Cómo se va a diagnosticar a los niños que sufrieron malos tratos, violencia física, psicológica, sexual, el estrés, los miedos y la ansiedad que presentan?
¿Qué pasará con las miles de escuelas en la pobreza y la marginación, olvidadas durante décadas por el Gobierno?
Cabe afirmar que hoy el panorama de los malos tratos entre iguales en México es alarmante, más en el confinamiento que estamos viviendo.
Nótese que al calificarlo de alarmante no autoriza, en absoluto, a considerar que la situación sea buena, mucho menos óptima, ni siquiera aceptable. Garantizar el derecho a una educación de calidad, el juego, reconocido en el Art. 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño y a las actividades recreativas propias de su edad, participar libremente en la vida cultural y en las artes.
Las cuales son un valioso instrumento para la educación de los valores en la sana convivencia por la paz.
Esto en las aulas y recesos será todo un reto a la sana distancia, como cui darlos que no se toquen, jueguen, separados, el no quitarse el cubre bocas, lavarse las manos a cada momento y en todas las disposiciones del sector salud.
Sera un gran desafío tratar de controlar la transmisión del coronavirus por los traslados de alumnos en los medios de trasporte con sus padres, docentes y autoridades educativas que los visiten.
Al enemigo, asesino invisible, el virus de la COVID-19 le es fácil viajar en la ropa, manos, mochilas, bolsas, etcétera, ese maléfico virus sigue quitando vidas en el mundo.
En los últimos tiempos el deterioro progresivo de la convivencia escolar nadie lo oculta, ya que el clima en algunos centros educativos se ha degradado haciendo más visibles aspectos como violencia, indisciplina, malos modales y actos disruptivos.
En este clima de falta de respeto a los derechos personales, las agresiones entre los compañeros se han incrementado de forma que han sido objeto de atención en los medios de comunicación y han provocado preocupación en familias, siendo que en ellas está el origen del maltrato, también del profesorado y en la sociedad en general.
Creemos que en el regreso a clases presenciales la higiene personal y mental será prioridad, el maltrato debe abordarse en el marco de la educación para la convivencia por amor a la vida y el desarrollo de la competencia personal en un clima de relaciones interpersonales satisfactorias.
Entendemos el maltrato intrafamiliar como un problema de convivencia, una forma de malas relaciones entre padres, hijos, hermanos, abuelos y padrastros en definitiva observamos un fracaso del aprendizaje escolar en casa, de la competencia social dañada por el encierro obligatorio, en una cultura sin valores que lamentablemente padecemos.
El respeto al desarrollo de las personas con discapacidad, en especial de las niñas, niños y adolescentes en su derecho a la educación y el buen trato de preservar su identidad a pesar de las políticas educativas en su atención a distancia fue un verdadero caos para los padres.
Los alumnos con discapacidades físicas, cognitivas o emocionales se encontrarán en mayor riesgo en el regreso a las escuelas, al ser más vulnerables a los contagios y de ser objeto de maltrato o negligencia, aunque no está claro si la discapacidad es una causa o una consecuencia de la desprotección del sector educativo.
Entre estos factores cabe destacar: la posible falta de adecuación a las expectativas de sus padres y madres; dificultades de estos niños, niñas y adolescentes para establecer vínculos afectivos, así como obstáculos que tiene esta población para defenderse del maltrato; el esfuerzo adicional que requieren para su cuidado; las actitudes o creencias culturales que los desvalorizan.
La detección del acoso y abuso sexual es la primera condición para poder intervenir por los docentes de tal forma que en estos casos se posibilite la ayuda profesional a las víctimas de esas situaciones.
Dicha intervención debe ser lo más rápida posible para evitar la gravedad de consecuencias e incrementar las posibilidades de éxito, tratar las secuelas, prevenir la repetición, etcétera. Las niñas y niños, además, no siempre tienen espacio suficiente para correr, jugar, divertirse.
Los que tienen el privilegio de vivir en casas grandes con jardín o con un patio pueden aprovecharlo para “sacar” la energía acumulada. Sin embargo, aquellos que viven en departamentos o casas pequeñas, vecindades, que comparten con otros miembros de la familia, no siempre pudieron descargar energía y podrán tener comportamientos disruptivos en el regreso a clases.
Los maestros, maestras y directores deberán tener paciencia o inteligencia emocional para la atención en momentos de las dificultades emocionales de aprendizaje y, sobre todo, en los contagios, que dependemos del manipulado semáforo de contagios.
El 22 de marzo, en el foro “Nadie afuera, nadie atrás”, el secretario de Educación en Puebla, Melitón Lozano Pérez, refrendó el compromiso planteado por el gobernador Miguel Barbosa con las diferentes figuras educativas participantes que no habrá regreso presencial a clases hasta que no esté el semáforo epidemiológico en verde y los docentes hayan sido vacunados, una postura de respeto a la vida.
Es necesario que el tema del retorno a clases se aborde con seriedad por el Estado (llámese poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, los tres órdenes de gobierno, así como organismos autónomos) y no sólo sea una medida electoral, ya que puede conllevar consecuencias lastimosas, con más vidas perdidas para los estudiantes, ciudadanos y para la población en general.
Esperemos que el “Escuadrón de la Salud, con su lideresa Susana Distancia, Refugio, Prudencia y Esperanza, que simbolizan los colores del semáforo epidemiológico, con sus superpoderes, eviten el rebrote de la tercera oleada de rebaño de la pandemia en Semana Santa, pronosticada por Hugo López-Gatell, si no somos responsables”. ¿Usted qué opina?