A pie del Popocatépetl está el sitio que construyó la razón de existir entre los pueblos prehispánicos, igual que las pirámides de Giza, en Egipto
Mario Galeana
Para los habitantes de la antigüedad, el mundo podía ser un sitio sin límites, tan vasto como el cielo mismo. Había que tantear alguna orilla, imaginar un asidero del cual sostenerse para no caer en esa inmensidad. Sobre todo, tratar de encontrar el centro: un sitio del cual partir, al cual volver.
Durante muchos siglos, ese centro fue el cerro Teotón, un coloso formado por residuos volcánicos en la localidad de San Pedro Yancuitlalpan, en San Nicolás de los Ranchos, a 27 kilómetros de la ciudad de Puebla.
La montaña era percibida como el ombligo cósmico de la constelación Orión, porque se encontraba ubicado en una dirección similar al centro de ese conjunto de estrellas.
Esa era la referencia que los pueblos prehispánicos buscaban en medio de la vastedad de la tierra y de la noche.
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“Al igual que las pirámides de Giza, en Egipto, los habitantes de esta región observaban al cielo y trataban de representarlo en la tierra. Los estudios indican que el Cerro Teotón era un ombligo, y a partir de él se crearon otros sitios arqueológicos, como la pirámide de Cholula”, explica la arqueóloga e investigadora Adriana Sáenz Serdio.
La mística atribuida al cerro por los pueblos prehispánicos se extiende hasta el presente: en su intrincada geografía, la gente asegura que existen una enorme piedra que cura cualquier enfermedad e incluso una cueva a la que de manera ilustrativa se llama “las puertas del diablo”.
Para comprender los usos que el cerro Teotón ha tenido a lo largo de la historia, la investigadora de la delegación en Puebla del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) presentó recientemente ante la localidad de San Pedro Yancuitlalpan los resultados de la primera etapa de un proyecto arqueológico.
De este trabajo de exploración pudo concluir, de manera preliminar, que la montaña fue utilizada con fines domésticos, rituales y ceremoniales.
Entre los vestigios localizados se encuentran, entre otros, casas, sistemas de riego, tepalcates, pisos, terrazas habitacionales, patios de hornos, un posible drenaje y restos de construcciones de posible uso religioso correspondientes a cuatro periodos prehispánicos distintos.
Los hallazgos más antiguos datan del periodo Preclásico, de los siglos 800 al 200 antes de Cristo. También se encontraron enseres que podrían situarse entre los siglos 400 y 650 después de Cristo, lo cual coincide con los últimos años de la ciudad-estado de Teotihuacan.
Además de otras construcciones situadas entre los siglos 600 y 750 después de Cristo, lo cual fue una revelación para los investigadores del INAH: “Esto es solo un poco antes de que se diera la segunda erupción volcánica importante en toda esta área”, detalla Sáenz.
Los materiales prehispánicos más recientes corresponden al año mil 350 después de Cristo, una época que coincide con el auge de la ciudad de Cholula, poco antes de la llegada de los españoles.
“Por seis semanas caminamos todo el cerro y lo dividimos en seis zonas para registrar cada construcción, cada concentración de piedra, cosas modernas y cosas de antes, y todo lo fuimos registrando. No excavamos nada, sólo trabajamos en la superficie. Después de ese tiempo fuimos a laboratorio a estudiar la cerámica para determinar las épocas”, abunda la arqueóloga.
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Un templo del cielo
Tan importante era el cerro Teotón para los pueblos prehispánicos, que llegaron a plasmarlo en el Mapa de Cuauhtinchan II, que es presumiblemente el más antiguo de México, con casi mil años de existencia.
Según explica el arqueólogo Tim Tucker, quien realizó investigaciones de la zona a principios de los años dos mil, en las faldas del cerro se labraron gradas escalonadas, para simular un basamento piramidal.
Como si se tratara de un “templo en el cielo”.
“En el Mapa de Cuauhtinchan, el glifo escalonado aparece como símbolo de la montaña. Las piedras labras en el cerro fueron pintadas de blanco, que es como también está ilustrado en el mapa”, detalló en una conferencia virtual dedicada a explicar la importancia de este cerro.
Para Tucker, lo más impresionante es el uso que los hombres de la antigüedad dieron al cerro para medir el tiempo y los ciclos de las estrellas.
El evento astronómico más importante relacionado con el Teotón ocurre a mediados de mayo, que es cuando produce una alineación entre la luz del sol y la sombra que proyecta el cerro frente al Popocatépetl, en una alineación de 97.9 grados, muy similar a la de la constelación de Orión.
“En el cerro Teotón es donde se cruzan las líneas y se forma un centro radial, un axis mundo, un ombligo. Al mismo tiempo, se forma un paralelogramo entre el Popocatépetl y la pirámide de Cholula. Hablamos de números y alineaciones de hace dos mil años. Es geometría sagrada”, subraya.
A causa de la base piramidal del cerro Teotón, se ha creído que por debajo de la superficie existe una pirámide.
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Pero el trabajo de investigación que dirige la arqueóloga Adriana Sáenz Serdio ha desmentido esta hipótesis.
“Es un cerro natural, un cerro de formación volcánica, y no más. Ha sido modificado desde la época prehispánica para poder ser habitado”, sostiene.
A partir de los vestigios prehispánicos que se han encontrado en años más recientes, a partir del 2012 el INAH abrió el Museo Comunitario Teotón, en donde se exhiben más de 600 vestigios arqueológicos recuperados por la comunidad.
Las piezas más importantes que se encuentran en el Museo del Teotón son dos entierros prehispánicos, al parecer de algún gobernante, ya que en su interior había una pechera y orejeras de jade.
Pero, a partir del avance en el proyecto arqueológico, así como de las 3 mil piezas más que se han encontrado en años recientes, es posible que el museo se amplíe próximamente.