Mario Galeana / Texto y Fotos
En el corazón de la Casa robusto inmueble del siglo XVII que se encuentra en el centro de Puebla, una obra en construcción lleva los rostros de la familia Cuautle Coyotl, maestros albañiles de San Antonio Cacalotepec.
Está hecha de piezas de unicel pintado y de barro, y aunque no es una obra en construcción tradicional, no escapa a la costumbre popular de escribir sobre el colado.
“En su momento, a lo mejor hubiera querido ser abogado”, dice en una pieza fresca. “Ahora mis hijas tienen profesiones”, se lee en otra.
En realidad, son los testimonios y los recuerdos de esa familia de albañiles, cuyos rostros van apareciendo entre las piezas, brincando del unicel al barro, a través de un proyector de luz.
Esta instalación lleva por nombre “Segundas líneas” y es obra de MUNA, uno de los equipos de artistas y arquitectos que participan en la quinta edición de Patio Efímero.
A través de este festival, los patios de cinco casonas construidas en el centro de Puebla entre los siglos XVII y XX fueron intervenidos del 28 de septiembre al 6 de octubre para reflexionar sobre el concepto de comunidad.
“Se trata de resignificar el patrimonio de Puebla haciendo que la gente conozca el centro, que conozca su patrimonio a través de cinco instalaciones que abordan la manera en que hacemos comunidad, especialmente en sitios como los patios”, apunta Luna Vanessa Silva, directora general de Patio Efímero:
La instalación “Segundas líneas”, por ejemplo, pretende resignificar la autoría en la arquitectura, para homenajear a los albañiles e integrantes de sus familias que participan en la construcción de distintas obras.
“En la arquitectura, los albañiles son esos autores no reconocidos que ponen el cuerpo en el saber y el hacer. No sólo edifican espacios; tejen redes donde el conocimiento fluye de manera colectiva. Un oficio que sostienen, a la par, madres, hijos e hijas que se cuidan de manera recíproca”, apunta el colectivo MUNA.
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ARTE EFÍMERO EN CLAVE COMUNITARIA
La quinta edición de Patio Efímero reunió a los colectivos y despachos de arquitectos que ganaron las cuatro ediciones anteriores del festival: MUNA (2021), el Taller Ezequiel Aguilar (2020), y los colectivos Molecular (2023) e Interna (2022).
Incluyó, además, una instalación especial realizada por Dionne Arquitectos.
La única condición que rige cada una de las intervenciones a los patios es que deben efímeras: ninguna instalación puede contener pegamento, clavos o materiales que alteren los inmuebles.
Bajo ese único precepto, la imaginación de cada equipo no ha encontrado límites.
El Colectivo Molecular creó una pieza con estructura de espiral titulada “Verbena”, una metáfora sobre la celebración en los patios, el espacio más íntimo de la comunidad vecinal.
Ubicada en Casa Santa Inés, un inmueble del siglo XIX, la espiral está hecha de plástico entrelazado, a la usanza del papel picado que adorna las fiestas.
Este tejido multicolor constituye una crítica ambiental que recuerda y prosigue la intervención que el colectivo realizó el año pasado, al zurcir prendas de ropa desechables.
“En la época de la plastificación, del hiperconsumo, los ciclos se desdibujan; no cuidamos ni guardamos, sino que desechamos sin pensar quién procura nuestros desechos, ni por cuánto tiempo serán basura”, apunta el colectivo.
En la línea de la celebración comunitaria también se ubica “Intersección”, la pieza que el Colectivo Interna diseñó para el patio del Centro Cultural D’Los, un edificio del siglo XIX que hoy unciona como galería de arte.
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La instalación consta de un poste central y cadenas hechas de barro y unidas con alambre, que simulan un manteado de fiesta popular, la estructura de una carpa que funcionaría hipotéticamente para dar sombra a un grupo de invitados.
El barro en toda la pieza, que puede encontrarse fresco, seco y cocido, representa “los cambios que las personas vivimos en lo personal y lo colectivo”, y remite también a “los talleres del barrio de la Luz y a su comunidad alfarera”, de acuerdo con los creadores.
Las dos últimas instalaciones discurren sobre la arquitectura y el encuentro.
En “Reflexiones sobre la realidad (en)común(idad)”, pieza del Taller Ezequiel Aguilar, un elmento central compuesto por 12 bloques de vidrio están dis- puestos a la manera de las horas de un reloj.
Con este juego de opacidades y reflejos en Casa Benítez, inmueble del siglo XVII, los autores “cuestionan la percepción de la realidad: ¿qué tan real es lo que veo?”, puesto que, como prueban los vidrios de la instalación “la realidad cambia entre diferentes personas y en uno mismo, dependiendo de su ubicación particular”.
Finalmente, “Lugar de encuentro”, de Dionne Arquitectos, la intervención especial creada en la Casa de la Aduana Vieja, construcción del siglo XVII donde se recaudaban los tributos para el rey de España, ensaya una metáfora sobre los espacios físicos en los que se pro- mueve la conexión humana.
La pieza se compone de una estructura de andamios en los que, al centro, bajo un cubo blanco que encuadra al cielo, se sitúan bancas de madera. Como si fuese un patio dentro de otro patio.
Lo explica Fred Dionne: “Se trata de un ejercicio para ocupar, vivir y habitar el centro de una manera distinta, por lo menos durante unos momentos. Es un proyecto ligero, respetuoso, con un mensaje contundente: los patios son el pulso de la vida social”.
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