INVITADO A DIRIGIR LA ORQUESTA DONDE ES INSTRUMENTISTA, OMAR RUIZ GARCÍA COMPARTE LA RESONANCIA PERSONAL DE UN PROGRAMA CONFECCIONADO A MEDIDA
Textos: Dulce Liz Moreno
Fotos: Mireya Novo, de Agencia Enfoque
El concierto de aniversario de San Pedro Museo de Arte fue hondamente significativo y preciado para alguien en particular: el director invitado a tomar la batuta al frente de la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla y solistas especiales.
Omar Ruiz García lo subraya así y celebra.
Puso en él todo su corazón.
Accede a delinear en palabras por qué fue tan entrañable preparar, interpretar y dirigir las obras del programa de cumpleaños del edificio virreinal donde hubo refugio, ciencia y esperanza para enfermos y heridos por 372 años en la Angelópolis.
Reunió, en el mismo concierto, al francés Maurice Ravel y al mexicano Carlos Jiménez Mabarak por los rasgos que más admira de ambos compositores.
Añadió una obra personalmente relevante del ruso Rachmaninoff, en voz de la soprano Elisa Ávalos.
Y condujo al flautista Abraham Sánez, concertista de Bellas Artes, por una creación del inglés Malcolm Arnold, quien decantó su obra en el cine de culto.
UN AUTOR MUY CERCANO
Intensa. Así describe Ruiz García la Balada de los quetzales, que el mexicano Carlos Jiménez Mabarak escribió en 1953 y estrenó en Guatemala, donde esa ave mesoamericana es tan preciada que da nombre a la moneda y es sinónimo de esplendor.
Y así la hizo sentir con el conjunto orquestal.
El autor (1919-1994) le resuena personalmente al director.
“Me parece un compositor tan importante como olvidado”, afirma al referir que la fama lo abrazó cuando ganó el concurso para los Juegos Olímpicos del 68.
Su Fanfarria abrió la inauguración olímpica y, entonces, el mundo volteó a mirarlo.
“Aunque no tuve el gusto de conocerlo, siento cierta cercanía con él: fue profesor de algunos de mis maestros y dirigió en varias ocasiones la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Puebla que actualmente dirijo”.
Jiménez Mabarak visitó varias veces el Conservatorio poblano, dio clases y llevó la partitura de Balada de los quetzales.
Ahí comenzó estudios Omar Ruiz García y, en el archivo de la Orquesta dio con la obra.
“Si bien Mabarak tuvo su etapa dodecafonista –de texturas sonoras experimentales, duramente criticada por los músicos tradicionalistas–, encuentro de todo en él: cierto nacionalismo y hasta impresionismo, lo cual me animó a combinarlo con Ravel”.
En esta obra, el director encuentra versatilidad:
“Tiene de todo, partes muy conmovedoras y otras de mucha fuerza y energía. Es un honor interpretarla por primera vez en la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla”.
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Diez años de conducir voces e instrumentos
Tomó la batuta por primera vez en 2014. En un espectáculo operístico para Volkswagen de México expuso por primera vez sus ideas musicales.
Instrumentista de orquestas y ensambles de cámara, estudioso de los archivos musicales especiales como el de la Catedral de Puebla, inició el camino de la técnica de dirección.
Lo cuenta Omar Ruiz García y destaca que, de entre los diversos repertorios que disfruta se decanta por dirigir la música de compositores que arraigan su obra en los sonidos mexicanos.
Autores como Rodrigo Lomán, que incluye zapateado jarocho en tarima, Jesús Echevarría y Eugenio Toussaint llegan a los atriles por su iniciativa.
Actualmente, dirige la Orquesta Sinfónica del Benemérito Conservatorio de Puebla, Los Tonos Humanos y Concentus Antiqua Musica.
En la pausa que toma David Hernández Bretón, director de la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla, fue invitado.
Así, Ruiz García completó el programa con que se celebró aniversario del museo sede.
Eligió, desde el fondo del corazón, abrir con Pavana para una infanta difunta, de Ravel, con inmensa sobriedad.
Aplicó su misión personal: respiraciones y pausas cobran tanta importancia como el sonido. Esa obra lo cimbra, resuena en su propio y compartido dolor y, desde ahí, con la vibración sinfónica colectiva, la expresó.
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Primera interpretación de una canción singular
La Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla no había ejecutado, antes de esta ocasión, el Vocalise, de Rachmaninoff.
El director invitado a la batuta del ensamble, para el concierto de aniversario de San Pedro Museo de Arte lo propuso.
“El autor la escribió como última de las piezas del ciclo de 14 canciones del Opus 34 para voz y piano”, relata.
Se refiere al conjunto de obras así clasificadas por el compositor ruso y que terminó de crear en 1912.
“Posteriormente, él mismo haría la orquestación. Los vocalise tienen la característica de no tener texto y cantarse sobre una vocal, como su nombre lo dice”, explica.
En las salas de concierto por todo el mundo ha sido ejecutada en diversidad de modos.
“Es para voz, soprano o tenor, pero se ha interpretado con diversos instrumentos, desde violonchelo, que algunos opinan que es el instrumento más cercano a la voz humana, ¡hasta con Theremin!, instrumento electrónico”.
Elisa Ávalos le puso voz a la partitura. Hizo que el sitio virreinal quedara en silencio absoluto. Su voz cimbró a los escuchas e inundó la edificación.
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Enamorado del cambio que genera sonoridad
Abraham Sáenz, concertista del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y flautista principal de cuatro orquestas mexicanas, entrega al instrumento la vida.
Ha dicho que la flauta transversal es uno de los ejemplares que más cambios ha tenido en su diseño y construcción.
Que no fue creado como un instrumento solista, que tuvo un inicio poco brillante, pero las intervenciones para que tuviera más sonoridad dieron buen resultado y hoy es rey en el sitio de figura principal de concierto.
Para su visita a Puebla capital, Sáenz tenía programado con anterioridad el Concierto para flautas y cuerdas de Malcolm Arnold.
“Este es un concierto muy demandante”, afirma el director Omar Ruiz García para destacar el desempeño del instrumentista mexicano.
Sáenz ha destacado como ganador de encuentros nacionales de su especialidad.
También construye su currículum como flautista principal de orquestas como la Sinfónica de Xalapa.
Es un campeón en concursos nacionales.
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