El estudioso más notable de esta cultura explica por qué se extingue el idioma y cuántas penurias acumula el pasado de esta etnia en puebla
Mario Galeana
Fotos: Cuartoscuro
Desplazados por la violencia en sus comunidades originarias, los tepehuas llegaron a la punta norte de Puebla desde hace un par de siglos. No lo hicieron en multitudes, sino a cuentagotas, pequeñas familias que buscaban un pedazo de tierra para rehacer la vida.
En su tránsito, formaron una diáspora en un puñado de localidades poblanas en las que se hablaba totonaco, otomí y español, mayoritariamente. Con el paso de los años, el tepehua terminó convirtiéndose en su segunda lengua materna, o sencillamente se olvidó.
Suele colocarse al tepehua como una de las lenguas indígenas en riesgo de desaparición en el estado, y las cifras contribuyen a alimentar esta percepción. De acuerdo con el Inegi, hasta 2020 había solo 252 personas hablantes esta lengua en Puebla, y cerca de 9 mil en el resto del país.
Pero, para el doctor en Antropología Social Carlos Heiras Rodríguez, uno de los contados investigadores en México que ha participado en la difusión y el conocimiento de la cultura de este grupo etnolingüístico, la situación es más compleja.
“En Puebla no hay una comunidad de hablantes de tepehua. Es decir, no es una ficción hablar de los tepehuas en Puebla, porque evidentemente hay personas que se reconocen descendientes de aquellos tepehuas que llegaron hace uno o dos siglos. Pero no hay una comunidad de hablantes que interactúe entre sí. Y, si no hay un presente, no hay manera de construir un futuro”, expone.
El 80% de las personas que hablan el tepehua en México se encuentra en los estados de Veracruz e Hidalgo, en la Huasteca sur del país. El tepehua y el totonaco eran una sola lengua hace al menos 2 mil 600 años, pero con el paso del tiempo se diversificó lo suficiente para formar dos distintas, según un estudio etnolingüístico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) publicado en el 2000.
El tepehua también se escindió en tres variantes: la del pueblo tepehua noroccidental o del norte, que se habla en los municipios de Tlachichilco, Texcatepec y Zontecomatlán, en Veracruz; el tepehua oriental, correspondiente al municipio de Ixhuatlán de Madero, en Veracruz, y el tepehua del sur, cuyo asentamiento más importante es Huehuetla, Hidalgo. Estas últimas dos son lenguas emparentadas, pero no son el mismo idioma.
La llegada
Los tepehuas poblanos migraron precisamente de las comunidades orientales y del sur. No lo hicieron en grupos, pues no pretendían crear nuevos pueblos, sino integrarse a los ya existentes.
Y mucho menos lo hicieron voluntariamente: en ambos casos, la violencia terminó obligándolos a desenterrar raíces. Primero a consecuencia de la Revolución y después por causa de los caciques, que les despojaban de sus tierras por la fuerza del plomo.
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, muchos tepehuas terminaron refugiándose en las comunidades totonacas ubicadas en Pantepec y Francisco Z. Mena, que para entonces todavía era parte del municipio de Metlaltoyuca. Los tepehuas del sur lo hicieron en la primera zona y los del oriente en la segunda.
“Ese desplazamiento corrió toda la primera mitad del siglo XX y siguió su curso después, quizás ya no de manera tan violenta, pero todavía como resultado de la búsqueda de tierras en la que participaron no solo tepehuas, sino otomíes, totonacos y mestizos hispanoparlantes pobres y desposeídos”, describe el investigador Heiras Rodríguez.
Tras la migración, el único sitio en el que llegó visibilizarse un colectivo de tepehuas suficientemente numeroso para reconocerse como tal fue en la junta auxiliar de Mecapalapa, en Pantepec.
Por lo demás, la diáspora tepehua terminó dispersa y descaracterizada en otros municipios de Puebla como Venustiano Carranza y Jalpan.
Por todo esto, para el investigador Carlos Heiras Rodríguez resulta comprensible que el tepehua haya terminado desdibujándose en el estado. Haber hecho trabajo de campo en estas regiones a principios de los dos miles, lo hacen considerar que las dos centenas de hablantes del tepehua en Puebla pueden llegar a ser una cifra bastante optimista.
“Cuando se llega a una comunidad en donde solo tus abuelos hablan tepehua y en cambio todos los demás hablan español u otomí o totonaco, es natural que más bien aprendas esta nueva lengua. Ya sea para ir al trabajo, ir a la escuela, o por discriminación, sojuzgamiento económico, político, social y cultural, o alguno de las mil razones que existen para abandonar una lengua indígena”, asienta Heiras.
Los ritos
Junto con la lengua, la ritualidad de los tepehuas en Puebla también terminó fusionándose a las de las comunidades originarias totonacas u otomíes, y sus prácticas rituales y chamánicas ahora están más asociadas a estas culturas que a los territorios tepehuas históricos de Veracruz e Hidalgo.
Al recorrer la región, el investigador Caroles Heiras pudo identificar una sola práctica ritual realizada en Mecapalapa, Pantepec, que se encuentra asociada plenamente a los tepehuas.
Se trata de un ritual funerario que tiene lugar entre el tercer y cuarto día de la muerte del familiar. Junto con los chamanes, los deudos despiden al difunto en el pozo o el riachuelo al que más solía ir en vida. Allí, toman agua con una jícara y la vierten siete veces por encima de sus dos hombros, pues el siete representa el número de los muertos. Con esto despiden al muerto y se limpian de su presencia.
En toda la Huasteca sur, las culturas totonacas, otomíes y tepehuas pueden compartir rituales agrícolas, chamánicos o terapéuticos, en los que se utiliza música de guitarra o violín, pero no se trata de prácticas asociadas a estos últimos de manera específica.
“Es importante conocer toda esta diversidad cultural y lingüística en el estado y el país”, dice el antropólogo Heiras a modo de conclusión, “y es importante que se promuevan proyectos para recuperar las lenguas maternas… siempre que haya una comunidad para revitalizarlas, claro”.
Palabras que son melodías
Quienes hablan tepehua pueden comunicarse silbando.
Si omiten las vocales de las palabras que conforman una oración, les queda un trazo melódico, explica el especialista Carlos Heiras.
Agrega que George Cowan documentó en 1952 que en Huehuetla (municipio de Hidalgo), los hablantes silbaban frases siguiendo el contorno entonacional del habla, tanto en tepehua como en español.
Esto también fue detectado en el otomí oriental.
Tanto tepehuas como otomíes realizaban rituales con música de violín que podía ser traducida lingüísticamente.
Es decir que, así como silbaban palabras, podían tocarlas con las cuerdas. Pero el experto Heiras no pudo corroborar esto entre los poblanos.