Mario Galeana
Fotos: Mario Galeana y expo
Las dos inspiraciones más importantes para el pintor poblano Antonio Álvarez Morán han sido Pablo Picasso y Lyn May, pero sólo él podría decir en qué orden colocaría a cada uno.
Al genio cubista lo copió y después lo incorporó a su propio lenguaje pictórico, y a la legendaria vedette la convirtió en su musa en una docena de obras realizadas en más de treinta años de trayectoria artística.
Su fascinación por ella y los escarceos amorosos en los que se han enredado son el eje de la exposición “Lyn May y yo”, que el artista plástico inauguró en la galería virtual Alvarezmanía el pasado jueves 20 de julio.
Álvarez Morán hizo un recorrido narrado por la galería virtual desde el Teatro de la Ciudad, en donde estuvo acompañado por Lyn May, quien al finalizar tuvo un espectáculo de danza al ritmo de los bongós.
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La muestra virtual reúne los primeros collages que Álvarez Morán hizo con la figura de Lyn May recortada de distintas revistas, allá por el año de 1973, cuando era sólo un adolescente que descubría su vocación.
“No recuerdo cuándo vi por primera vez una foto de Lyn May, aunque debo decir que su popularidad comenzó a aumentar a mediados de los años 70. Por esa época yo creaba collages sobre pliegos de papel y la selección de recortes correspondía a mi gusto por la imagen. Eran fotografías de arte, cosas bizarras, anuncios, muchas mujeres hermosas”, contó el artista.
En la exposición también están incluidos el primer dibujo y óleo que hizo de Lyn May. El dibujo era una adaptación de la película Los Lavaderos, estrenada en los años ochenta, en donde la vedette hacía una aparición desnuda.
Mientras que el óleo fue realizado en 1992 y ya desvelaba parte de la propuesta artística de Álvarez Morán, caracterizada por la incorporación de elementos de la cultura popular mexicana.
Se trataba de una referencia a la portada de la cajetilla de cerillos “La Central”, en la que el pintor sustituyó a la Venus de Milo por una representación de Lyn May, y al Partenón por la pirámide de Cholula.
Para el artista, esa primera pintura tuvo un efecto premonitorio sobre la relación que forjarían durante los siguientes años.
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El encuentro y la boda que nunca fue
El artista Antonio Álvarez Morán conoció a Lyn May el 18 de junio de 2005, varios años después de que hubiera decidido retratarla por primera vez.
Ya la había convertido en collage, en Venus de Milo y le había otorgado un aura divina en la pieza “Santa Lyn May”, elaborada en 1997, donde la retrató con una hebilla de Jesucristo, cargando la cruz y rodeada de cinco ángeles bigotones.
El encuentro sucedió en un antro en el que la vedette tendría un espectáculo. Ambos se cayeron bien y, al terminar el show, Álvarez Morán fue hasta el camerino de la artista y se sacaron una polaroid, que está incluida en la exposición virtual.
Al día siguiente, Lyn May y su hermano fueron al estudio del pintor, pasaron la tarde viendo los cuadros que éste había hecho inspirado por ella, y así se convirtieron en amigos.
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Para el 2007, en la prensa de espectáculos se empezó a rumorar que ambos tenían una relación amorosa, y ninguno se encargó de desmentirlo con contundencia.
Ese mismo año, el artista plástico inició una serie llamada “Farándula cubista”, que tomaba como referencia el cuadro de Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso, pero sustituyó a las modelos por vedettes populares en México durante los años 70.
Por supuesto, Lyn May tuvo su propia pintura en esa serie, y en ella posa con un vestido blanco, el mismo que portaba cuando Álvarez Morán decidió retratarla como Venus de la caja de cerillos. He ahí la premonición… y la fascinación que el pintor tenía –aún tiene– por la vedette.
En el 2016, ambos estuvieron en Puebla para ver un documental en el que Lyn May aparecía, y al finalizar el largometraje ambos se retiraron a la casa del artista plástico, “en donde se hizo realidad mi fantasía”, reconoció él mismo ante el auditorio del Teatro de la Ciudad.
“El fin de semana siguiente nos encontramos nuevamente en la Ciudad de México, poco antes de que apareciera la publicación que incluía algunas de las fotos tomadas en Cancún y en la que además se anunciaba nuestro supuesto compromiso matrimonial. La noticia, creada por la prensa, se hizo viral apareciendo en televisión, medios digitales e impresos”, narró.
Pero fue la misma Lyn May quien se encargó de manejar la situación y declaró la cancelación de la supuesta boda. Eso, por supuesto, no limitó la imaginación de Álvarez Morán, que retrató cómo hubiera sido aquella experiencia en la pieza “La boda”, que realizó por esos años.
En la pintura, Álvarez Morán carga a Lyn May en medio de un selecto grupo de invitados entre los que se distingue a Pedro Infante, Benito Juárez y Toulouse Lautrec, quienes bailan animados por el punk rock de los Sex Pistols. En el cielo, los ojos de Picasso observan la celebración como un dios todopoderoso.
Sus dos inspiraciones más grandes en la misma pintura.
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Un sueño y un secreto
El 13 de junio de este año, Antonio Álvarez se encontraba en su estudio cuando decidió tomar una siesta bajo el durazno de su jardín. Y en el sueño tuvo una revelación y la idea de su próxima pintura.
“Me veía a mí mismo recostado en un jardín, rodeado de innumberables hombres y mujeres desnudos, animales fantásticos y extrañas plantas. Cerca de mí, una bella fuente de agua cristalina formada de piedras color de rosa llamó mi atención, de ella surgió la figura desnuda de Lyn May que aproximándose hacia mí me decía: ‘Tienes que mantener mi jardín en secreto’”, narró el mismo artista.
De ese sueño surgió “El jardín secreto de Lyn May”, un tríptico que consta de dos pinturas, una en el panel exterior, que tiene la función de cubrir la segunda pintura. Pero esta segunda pieza no será revelada hasta que Álvarez lo decida, puesto que se encuentra resguardada con un candado cuya llave cuelga del cuello del artista.
Un secreto que sólo él, y quizá su musa, conocen.
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