Mario Galeana
Desde pequeño descubrió que quería hacer bordados, entretejer los hilos de algodón en un telar de cintura, como hacía su abuela y muchas mujeres en la comunidad de Cuauhtamazaco, en el municipio de Cuetzalan del Progreso.
Pedro Martín Concepción comenzó a tejer fibras de jonote para realizar canastas, dibujaba figuras y motivos para los bordados y miraba con detenimiento el trabajo metódico de las mujeres de su comunidad.
Pero en su familia veían con recelo ese gusto suyo. Las únicas que debían aprender a tejer e hilar eran las mujeres, porque con ello demostraban su destreza y su madurez para casarse. Los hombres no. Los hombres trabajaban la tierra, y cualquiera que pensara en hilos no podía llamarse hombre.
Pedro no salió indemne y, por aprender el arte popular, su padre lo corrió de casa a los 12 años. Hoy viven juntos de nuevo, pero Pedro aún recuerda que en aquellos tiempos la comunidad podía regirse por normas machistas.
Durante los siguientes ocho años vivió completamente solo. Vendía artesanías, viajaba de forma itinerante por Hidalgo, San Luis Potosí, Veracruz y Puebla.
Ese mismo trajín lo llevó a aprender todas las técnicas posibles –los tejidos en curva, tejidos en gasa, el bordado de pepenado, con chaquira y de relleno– y a conocer a otros artesanos nahuas, totonacos y otomíes.
A los 27 se inscribió en un concurso estatal y obtuvo el premio especial a la mejor pieza de rescate con un tapu totonaco originario de Pantepec; y sólo un año después consiguió un segundo lugar en un concurso nacional específico para jóvenes creadores del arte popular mexicano.
En 2016, rescató el traje de bautizo para niños en Cuetzalan, que por esos años ya estaba en desuso, y eso le valió el reconocimiento a mejor pieza en el Concurso Nacional de Textiles.
El brinco en su carrera llegó en 2017, veinte años después de haber salido de su hogar. Pedro presentó un quexquemetl nahua con detalles azules, figuras que hacían referencia a la Tierra y al universo.
La pieza le tomó cuatro meses de su vida, pero con ella obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de Grandes Maestros del Patrimonio Artesanal de México, un programa de Fomento Cultural de Citibanamex A.C. que reúne a los grandes maestros del arte popular en el país.
En ese directorio sólo fueron incluidas 22 familias y artistas de 14 municipios poblanos que han preservado técnicas relacionadas con la talavera, el vidrio soplado, el modelado y bruñido de barro, el amate recortado, el bordado en punto de cruz, hilos de lana tejidos en telar de cintura, palma, acero, plata, piel piteada y ónix.
Ser reconocido como uno de los grandes maestros del arte popular en México le permitió a Pedro establecer un taller propio, Casa Mazatzin, y el registro formal de una marca. En su taller no se enseña el bordado en telar de cintura y la elaboración del hilo de algodón en sí mismo.
“Nunca pensé llegar a este punto, yo sólo quería tener un taller textil. Pero ahora trato de enseñarle a la gente que nos visita, porque nos enfrentamos al producto de maquila que se vende en Cuetzalan; son productos chinos que se venden como artesanías y que son nuestra gran competencia”, dice.
SU LIENZO FUERTE
- El quexquémetl, prenda étnica, ha sido la pieza más reconocida, de las hechas en su taller
- A los 32 años realizó una muestra nahua de esta prenda y obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de Grandes Maestros del Patrimonio Artesanal de México