Mario Galeana
En la mirada de Vincent Van Gogh, el mundo vibraba en constante agitación. Las formas de la naturaleza rebosaban de color bajo cielos límpidos e insondables. La noche tenía la naturaleza de los sueños y la mácula de la luna alimentaba las estrellas que parpadeaban con la misma intensidad del sol.
Pero en el prodigio de los ojos del pintor holandés también crecía la sombra. En sus autorretratos, la mirada capaz de registrar aquel mundo aparecía con el pulso sosegado de las piedras. Sobre los campos flotaban los cuervos y la profusa vegetación podía resultar asfixiante.
A razón de la psicosis y la depresión que Van Gogh sufrió en vida, su arte fue un péndulo que abarcó todas las esquinas de su estado de ánimo. Tan intensa era la luz como fría la oscuridad. Y murió sin saber, siquiera, si todas esas pinceladas habían tenido algún sentido: si la obra valía la pena.
Mientras estuvo vivo, Van Gogh vendió un solo cuadro. Como ha ocurrido con otros artistas, su leyenda surgió con la muerte. Al principio, por el trabajo de su hermano y su cuñada, quienes estaban convencidos de que el pintor era un adelantado a su época y organizaron muestras y exposiciones retrospectivas varios años después de su muerte.
Después, la vida del genio alimentó al mito. Se calcula que su cuadro mejor valuado, La noche estrellada, podría costar más de 100 millones de dólares.
Sus pinturas sólo suelen exhibirse en Europa y algunas piezas más sólo rondan las colecciones privadas, inaccesibles a los ojos del mundo.
De allí, han surgido exposiciones como ésta. A falta de piezas, el trabajo museográfico propone una experiencia: sumergirse en su psique, mirar la savia de las plantas, la oscilación del viento, la luna desparramada sobre los ríos, como sólo Van Gogh podría haberlo hecho.
La experiencia inmersiva Van Gogh, una exposición de 2 mil 500 metros cuadrados que se encuentra en el Centro Expositor de Puebla, recrea la mirada del pintor con ayuda de gafas de realidad virtual y piezas tridimensionales que proyectan de forma sucesiva algunas de sus obras.
En el corazón de la propuesta se encuentra una sala con pantallas de 360 grados que, a través de la proyección de nítidas imágenes, conduce al usuario al viaje pictórico y psicológico de Van Gogh. Sobre los muros nacen los tallos, la profundidad de los colores, las noches estrelladas. Hasta que, finalmente, el viaje termina con la fatalidad del hospital psiquiátrico.
Casi al final del recorrido, las gafas de realidad virtual condensan la experiencia inmersiva que se propone la exhibición.
El recorrido de la animación dura 10 minutos en los que, paso a paso, se observan las ciudades, los campos, los bares y los bosques que el arte de Van Gogh engendró.
Es posible que el futuro esté lleno de propuestas como ésta: sumergirse en el arte, sin una sola pieza de arte.
PROPUESTA INNOVADORA
- Precios de Van Gogh The Inmersive Experience: 350 pesos general, con espectáculo inmersivo, y 450 pesos con realidad virtual
- Concluye el próximo 21 de enero
- Boletos disponibles en:
o en las boleteras Ticket One y Fever