Mario Galeana
Fotos: cortesía Cuauhtémoc Domínguez Pérez
Por una década, el arqueólogo Cuauhtémoc Domínguez Pérez ha desvelado el pasado arqueológico de la región de Tlacotepec de Benito Juárez y Xochitlán Todos Santos, una de las zonas en las que surgió la cerámica anaranjado delgado, que se popularizó en Teotihuacan como producto importado.
No han sido pocos los descubrimientos a su paso: 124 sitios registrados por él mismo, de los cuales 108 son asentamientos prehispánicos y 16 son sitios históricos, entre los cuales destacan 13 hornos de cal utilizados durante la época virreinal.
El investigador viajó al corazón de esta zona en el centro-sur del estado de Puebla con el fin de entender los vínculos, las formas de vida, los asentamientos de los habitantes que poblaron la región incluso mil años antes de nuestra era.
Y, a pesar del monumental trabajo de investigación que ha realizado, Domínguez Pérez regresó a casa con una pregunta. Una pregunta que es casi un misterio.
Hasta hoy, nada explica por qué estos asentamientos entregaron su mítica cerámica a la ciudad con las pirámides más grandes de Mesoamérica. “Sigue siendo una pregunta sumamente interesante”, concluye.
Una cultura antigua
Lo que ha distinguido el trabajo del director del proyecto arqueológico Tlacotepec-Xochitlán es la búsqueda de unidades habitacionales prehispánicas.
Al pie de la tradición arqueológica que se deslumbra por la monumentalidad y los grandes centros ceremoniales, Cuauhtémoc Domínguez Pérez ha apostado por buscar el rastro de la vida cotidiana común de aquellos antepasados.
Entre los principales resultados de su proyecto, expuestos durante un seminario realizado en el Museo Regional de Puebla (Murep), figura el hallazgo de conjuntos habitacionales que comparten tres elementos.
Se trata de un juego de pelota, un montículo principal y una plaza hundida, es decir, con bordes a su alrededor.
La función de estas plazas, según propone el arqueólogo, podría haber sido la de realizar ceremonias privadas, puesto que resulta imposible observar qué ocurre dentro de ésta si se encuentra debajo del montículo.
Este patrón no sólo ha sido localizado en los sitios arqueológicos que componen el perímetro Tlacotepec-Xochitlán, sino también en la zona Tepexi-Ixcaquixtla, el otro gran centro prehispánico que se encuentra en las proximidades de esta región, e incluso en las zonas de Cantona y Maltrata, en Veracruz.
En todo el corredor explorado por Domínguez Pérez se han localizado estructuras que datan del preclásico y hasta el posclásico tardío, es decir, entre mil años antes de nuestra era y 500 años después de nuestra era.
Así como estructuras correspondientes al periodo virreinal, como lo son los 13 hornos de cal registrados por el investigador.
“Todos estos hornos los hemos venido registrando en las cañadas y barrancas que hay en la zona de San José de Gracia (en el municipio de Molcaxac). Ni siquiera las personas más viejas que habitan las regiones han visto que alguien los utilice, lo que supone que se trata de hornos coloniales”, expone.
Sin embargo, entender el porqué del patrón de los conjuntos habitacionales –la plaza hundida, el juego de pelota, el montículo principal–, ha resultado complejo.
“No hay una similitud evidente en cuanto a sus deidades, ni otro tipo de coincidencias. Pienso que esta repetición del ordenamiento de edificios no obedece a otra cosa más que a su ideología, el ordenamiento del cosmos de su espacio, la repetición de su cosmovisión”, abunda.
El misterio de la cerámica
La cerámica anaranjado delgado, como es conocida técnicamente entre los arqueólogos, desempeñó un papel crucial en la vida cotidiana y ceremonial de Teotihuacan.
La ciudad de Teotihuacan, que alcanzó su apogeo entre los siglos I y VII después de nuestra era, fue una de las civilizaciones más influyentes de Mesoamérica, y la cerámica fue utilizada no sólo para la elaboración de enseres cotidianos, sino como identidad cultural y objeto comercial.
Pero no fue Teotihuacan el lugar en el que surgió, sino entre las comunidades que habitaron las zonas de Tepexi-Ixcaquixtla, en las proximidades del sitio Tlacotepec-Xochitlán, según han concluido algunos especialistas.
Durante su trabajo de investigación, el arqueólogo Cuauhtémoc Domínguez Pérez no localizó grandes piezas elaboradas con esta cerámica debido a que la mayoría de los sitios ya han sido saqueados o han quedado destruidos a causa de la agricultura.
“Encontramos mucha cerámica anaranjada local, pero no localizamos cosas finas como las que se encuentran en Teotihuacan, donde las vasijas son espectaculares. Aquí la mayoría son de uso doméstico, vasijas de soporte anular, ollas, nada parecido a lo que se elaboraba en aquella gran ciudad”, sostiene.
Después de recorrer la región durante una década, el investigador alienta a que otros especialistas intenten deshilvanar el misterio sobre el puente de cerámica construido entre ambas culturas.
“Si en esta zona se produce la cerámica y en Teotihuacan la importan de estos lugares, ¿cómo es que se dio ese traslado de la materia? ¿Qué hubo a cambio? Hasta hoy no sabemos hay nada que aclare esta relación”.