Texto y fotos: Mario Galeana
A mediados del año 2020, el pintor José Luis Velázquez Zárate y la antropóloga Guadalupe Prieto Sánchez, su esposa, están encerrados en casa como el resto del mundo. Aunque sería más preciso decir que, en ese momento, están conversando en el jardín.
Parece que todo está fijo, quieto en su estar, pero el mundo no deja de transcurrir ante sus ojos. Los colibrís revolotean sobre las flores, las abejas suben y bajan entre la corriente. Hasta que el viento, con su fuerza, agita los tallos y les revuelve la cara y los expulsa de aquel instante de contemplación.
El artista José Luis Velázquez asegura que aquel fue el chispazo que dio origen a El viento perturba la calma, la exposición pictórica que inauguró en marzo en Casa de Cultura de Puebla y que retoma el nombre de un poema escrito por su esposa años antes, titulado “Cuando el viento danza”.
Pero en la concepción artística de Velázquez nada está fijo en un solo pie. Su mirada se quiebra en la dualidad. Y así como atribuye su obra a ese instante de contemplación, también explica que la serie de nueve piezas es producto de “un conflicto emocional y económico” a causa de la pandemia.
Sin la posibilidad de seguir dando clases de pintura, encerrado en casa, con el tiempo a cuestas, algo comenzó a gestarse dentro de su cabeza. Y puso manos a la obra entre 2021 y 2022.
Primero bocetó poses, figuras humanas. Trazó piernas, torsos, antebrazos, siluetas femeninas. Después desmontó aquella corporalidad: salpicó con pintura, removió con la espátula, eliminó bordes, convirtió aquellos cuerpos bien definidos en abstracciones difusas, como sacudidas por el viento.
“Para mí, el proceso es empezar con algo concreto que después destruyo de alguna forma. Las expresiones que más me gustan son las que no encierran por completo una idea o un concepto, como en el hiperrealismo. En este caso, quise mostrar un poco esa parte académica que tengo, pero influenciado por esa idea que he tenido siempre de la figura humana con algo abstracto”, explica.
La serie El viento perturba la calma incluye nueve composiciones cruzadas por el cuerpo femenino. Pero su descomposición en fragmentos, en multitudes, en letras que remiten a la urbanidad, otorga a las piezas una multitud de lecturas y significados.
“Son figuras en el presente, pero también tienen un toque urbano. No todo es una mirada a la introspección, sino más bien a la percepción de los objetos alrededor. A ratos aparecen anuncios o letreros o cosas borrosas, como cuando el viento lega y borra, tapa o descubre. Me gusta que haya un sonido, un ruido dentro de ese entorno, una sensación de urbanidad”, abunda Velázquez Zárate.
El COLOR Y LA FORMA
Desde Encuentro de línea y forma (1988), su primera exposición, hasta El viento perturba la calma, el artista ha mantenido a la figura humana como uno de los principales motivos dentro de su obra.
Pero, siendo más específicos, ha sido el cuerpo femenino al que más ha dedicado horas de trabajo.
“Física y anatómicamente creo que tienen una estructura mucho más bonita que la del hombre. Además, parece que con un hombre siempre estoy de acuerdo, pero con las mujeres no. Discutimos, hay un intercambio de pensamientos, de argumentos. Y de eso aprendo, aprendo a conocer el otro lado, el otro extremo”, sintetiza.
Velázquez cree que, si la humanidad pudiera representarse en una sola figura, seguramente sería la de la mujer.
Y lo reitera: “El hombre parece más simple. Física, biológica, química, intelectualmente, me parece mucho más compleja una mujer”.
En el texto curatorial que acompaña El viento perturba la calma, la antropóloga y escritora Guadalupe Prieto Sánchez –que conoce bien la obra de Velázquez–, apunta que en la serie utiliza la misma paleta cromática que en otras de sus obras.
El negro, el blanco, tonos tierra y una variante, el color gris de Payne, que conforma una “tonalidad fría en los cuerpos y permite dos reflexiones ambivalentes, una que podría tratarse de esculturas de piedras, seres estáticos (…) pero también se puede considerar un ser humano vivo en toda su complejidad”.
Cuando José Luis Velázquez comenzó a pintar en la década de los ochenta, tras haber estudiado en el Instituto de Artes Visuales del Estado de Puebla, eligió estos colores por la sencilla razón de que eran más baratos.
“Tenía que pintar con lo que contaba en ese momento, y los negros o los blancos o los colores tierra eran mucho más económicos que los rojos, por ejemplo. Entonces eso hace que mi paleta empiece con colores reducidos, pero rica en tonalidades. Así empezó esa paleta”, apunta.
Con el paso de los años, esa austeridad económica se convirtió en una afirmación artística a través del color.
Algo que quizá recuerda de sus años de infancia, cuando veía a su padre –rotulista de oficio– destapar botes de pintura, mezclar acrílicos, dibujar anuncios y animales en tiendas diversas.
“Mi infancia no fue holgada, pero fue muy tranquila. Tal vez la influencia de mi padre hizo que me inclinara hacia la pintura. Primero lo veía trabajar, después llegué a acompañarlo. Pero ahora hay muchas cosas que me recuerdan a esos días, a mi infancia. El olor de la pintura ¿sabes?”.
VISIBILIDAD DEL TRABAJO ARTÍSTICO
La exposición El viento perturba la calma significa para el pintor José Luis Velázquez Zárate un regreso a la Casa de Cultura de Puebla tras 25 de ausencia en este recinto específico.
Desde finales de los años ochenta había presentado Encuentro de línea y firma (1988), Integraciones (1991), Producción reciente (1993), Miradas penetrantes y Figuras que juegan a la vida (1995).
“Es un poco paradójico, porque cuando salimos del Instituto de Artes Visuales queríamos que el arte estuviera dispuesta para la gente, en el zócalo, en lugares donde realmente se exhibiera. Pero después también necesitábamos un lugar más digno, un espacio específico como éste. Porque ¿qué pasaba? Que a veces en el zócalo llegaba el viento –como dice la exposición– y nos tiraba las obras”, cuenta entre risas.
Aquella generación de jóvenes pintores era inquieta, soñaba con modificar ciertos conceptos del arte. Pero ya desde entonces demandaban lo que José Luis Velázquez sigue exigiendo: una política cultural seria, que permita a los artistas exponer sus obras sin el ritmo farragoso de la burocracia.
“En el 95, el entonces secretario de Cultura, Héctor Azar, tenía conocimiento sobre cómo se podían mover las obras a otros recintos, a otros estados. Incluso traían a maestros como José Luis Cuevas o Vicente Rojo, con los que yo llegué a platicar aquí. Creo que lo más importante es que la obra se siga difundiendo para poder llevarla a más lugares. Es algo que siempre se ha peleado”, concluye.
El viento perturba la calma se encuentra en la Sala Juan Tinoco de Casa de Cultura hasta mañana. El pintor José Luis Velázquez Zárate añadirá a la serie dos piezas más y pretende que sea expuesta en otros recintos del estado y del país.