Por: Daniel Aguilar Twitter: @Danny_aguilarm
2, 2 y 2
Después de muchos años, al fin llegó el día, el momento que todos esperábamos cuando veíamos cada una de sus actuaciones, la inmortalidad al fin llegó a Derek Jeter. Él tomó el camino que siempre supimos, su lugar en Cooperstown.
Seré algo trillado, pues esto lo he manejado año con año, no es nuevo para mí, incluso estando activo sabía que el Capitán América sería inmortal. Es puedo decirlo: el jugador más completo en cuanto a ética, profesionalismo y estética, dentro y fuera del terreno de juego.
Mis allegados lo saben y usted, amable lector, tuvo la oportunidad que le compartiera que en un inicio mi equipo eran los Medias Blancas de Chicago, las razones ya expliqué, pero sí hubo un pelotero que con sólo verlo jugar me hizo amar la pelota fue DJ Yankee.
Y no fue un momento, fueron varios, toda su carrera, el enigmático número 2 lo hacía cada que saltaba al diamante, aún lo recuerdo con la famosa jugada The Flip, contra los Atléticos de Oakland: es el reflejo de su carrera.
El mundo está lleno de idiotas y uno de ellos fue el que se atreve a cuestionar esa jugada, diciendo que Jeter no tenía nada que hacer en esa zona del campo, sin embargo, fue protagonista y responsable de la remontada de los Yankees en esa Serie Divisional. La lectura de juego que hizo en el Coliseo de Oakland rebasó todo lo que puede implicar un el mismo partido.
Otro imbécil es el que no voto por él y le negó la unanimidad, pero no le daremos más espacio, todos sabemos por qué lo hizo y al final el morbo en la votación de El Capitán era si podía igualar o no a Mariano, lo demás no importaba todo sabíamos a dónde iban.
Esta semana escuché a alguien decir que “él se hacía llamar El Capitán”, menuda estupidez, él nunca se hizo llamar de ninguna manera. Se ganó que todos lo reconociéramos y por consecuencia lo llamáramos así.
De las pocas malas actuaciones que le llegue a ver, si es que se puede llamar así, fue una en el estadio del eterno rival, tres ponches en un partido consecuencia de haber bateado una pelota de foul y golpear a una pequeña. La concentración del Capitán se esfumó, estaba más preocupado por ella que por el partido. Ese mismo estadio que en su temporada de retiro se rindió ante él, lo ovacionó, algo que no se repetirá. Situación tan similar como que el más grande basquetbolista de la historia te aplauda y llore en el día de tu homenaje.
Derek Jeter se convirtió en el ejemplo de varias generaciones, tanto de los que ya empezamos a envejecer como de las nuevas, esas donde están los peloteros que hoy en día le faltan al respeto al beisbol con sus actitudes.
Todos hablan de sus mejores momentos, infinidad de videos, reseñas de las cuales podríamos hablar por días. Y todas coinciden, todos sabemos quién es y qué logró, pero la parte maravillosa y lo que lo hace más grande aún es saber cómo lo logró, con una disciplina intachable, el jugador que cuando llegó a cometer errores (porque ante todo no es perfecto) se golpeaba el pecho, aceptando su responsabilidad y diciendo “fui yo”.
Todos en alguna parte de nuestra infancia y, por qué no, de nuestra juventud y adultez nos paramos en la caja simulando la mecánica de bateo de Jeter y sí, no nos salió.
La parte emotiva y de las lágrimas al final siempre será verlo allí, siendo un caballero, el mismo que con la cara llena en sangre quería seguir jugando, que en la despedida del viejo Yankee Stadium le habló a su afición, él es un caballero: nuestro Capitán América. Disfrutamos ese momento que todos sabíamos llegaría, cuándo vivimos aquel 1 de noviembre del año 2001.
La parte cruda y triste para los fanáticos de Los Yankees y los puristas de la pelota es que con este acto quedó sepultada la gloriosa generación de los Yankees. Y aunque, como lo dijo, tenía el objetivo claro que era ganar y siempre ser un Yankee.
Así termina todo, hoy no le daré espacio a aquellos que pisotean el nombre, la historia y estos momentos.
No hay más que decir, siempre serán mis palabras. Y que me tumba diga: cuenten, viví en tiempos de Derek Jeter.