El duelo entre Puebla y Cruz Azul del viernes fue diferente. Más allá del resultado y de las gradas vacías en el estadio Cuauhtémoc, dominaba la nostalgia y la tristeza en los aficionados por no poder gritar el gol, por no protestar una falta. De entre todos, el cruzazulino Miguel Ángel San Luis y el Enmascarado de La Franja lo sufrieron más, desde casa y por televisión.
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CRUZ AZUL, HERENCIA
La Máquina es una institución que arrastra masas en el país, uno de los llamados “grandes” y de los más populares del futbol mexicano, ello pese a una historia negativa desde su último título de Liga, que ganó en un ya lejano 1997.
La pasión no entiende de razones o resultados, es algo que se transmite de generación en generación, como le sucedió a Miguel, quien a sus 20 años ha vivido más malas que buenas con el Cruz Azul, aunque eso no lo ha inhibido de seguirlo, como le enseñó su papá y su abuelo.
“Yo me acuerdo cuando estaba pequeño, tenía como ocho años, mi papá veía los partidos y me empezó a llamar la atención. De hecho, la primera vez que vi futbol fue una final de Santos contra Cruz Azul, que desafortunadamente la perdió. De ese partido yo me hice aficionado, como mi papá veía los partidos y mi abuelito también le iba, fue algo que me heredaron”, dijo.
Fue en esa final de 2008 en la que los laguneros se impusieron a los celestes, paradójicamente fue una dolorosa derrota la que despertó en él una afición que actualmente suma 12 años.
SACRIFICIOS
Miguel vive con sus padres en San José Teacalco, municipio al oriente de Tlaxcala, con poco más de cinco mil habitantes, donde su relación más cercana al futbol de Primera División es Puebla, a casi dos horas de viaje.
El encuentro de este viernes representaba una oportunidad de ver a su Máquina, una experiencia que vive desde 2010, de hecho cada torneo marca en el calendario cuándo visitarán el Cuauhtémoc para juntar sus ahorros y poder asistir, pero esta vez la pandemia de coronavirus se lo impidió.
“Me acuerdo perfectamente que una vez vino a jugar a Puebla, entonces mi papá compró boletos para ir a ver el partido y fue una experiencia muy bonita, la verdad, me gusto cómo se siente el ambiente en los estadios. Yo tenía alrededor de 10 u 11 años”.
“Yo me fijaba cuando sacaban el calendario y veía cuándo jugaba el Cruz Azul en Puebla, ahorraba todo el dinero que me dan mis padres para poder ir al estadio. Para este juego sí tenía planeado ir, pero lo tuvimos que ver en casa, con la playera puesta y alguna botana, la pasamos a gusto, aunque tengo la esperanza de algún día volver al estadio”, comentó.
AFERRARSE A LA VIDA
Miguel nació con mielomeningocele, una malformación congénita que afecta a uno de cada mil mexicanos, por lo que debieron retirarle un tumor de su columna vertebral siendo apenas un bebé, pero como secuela perdió toda movilidad en sus piernas y está en silla de ruedas.
“Es una enfermedad que te deja prácticamente inmóvil de la cadera para abajo, cuando yo nací tenía un tumor en la columna y no me daban muchas esperanzas de poder vivir, optaron por operarme y la consecuencia era que no podría caminar. Me hicieron varias terapias e hicieron lo imposible para que pudiera caminar, pero lamentablemente no se pudo”, recordó.
Miguel Ángel San Luis se aferró a la vida con una resiliencia ejemplar; el futbol le crea una de sus mayores ilusiones que es conocer a los jugadores cementeros. Él tiene una playera original de su equipo, que fue un regalo de cumpleaños, el cual festeja justo este domingo.
“Tengo ganas de conocer a los jugadores, pero por esta pandemia que estamos pasando pues desafortunadamente no se puede, aunque yo sigo con esa misma ilusión de poder conocerlos, es mi sueño más anhelado, sobre todo a mis jugadores favoritos que son (Roberto) ‘Piojo’ Alvarado, Jonathan Rodríguez y Jesús Corona”.
“El ir al estadio iba a ser mi regalo de cumpleaños, aunque mi deseo es que me regalen una playera, ya tengo dos, pero me gustaría tener varias, pues es una emoción muy grande de poder portar los colores. Cada año que pasa mi cumpleaños pues siempre deseo tener una playera o algo que esté relacionado con la Máquina”, apuntó.
Su recámara es su santuario en donde cada objeto que tiene relacionado al Cruz
Azul lo muestra con orgullo, sin importar las burlas.
“Cuando vamos a Puebla compramos banderas, uniformes y muchas cosas del Cruz Azul, tengo una cobija, tenía una almohada, mi bandera y mi cartera, porque es mucho el cariño que le tengo y sinceramente todas las burlas al equipo ya te viene valiendo, sabes, porque ya han sido varios años y uno se va acostumbrando y llega un momento donde dices ‘qué mala suerte’”, reconoció.