Por: Daniel Aguilar/ Twitter: @Danny_aguilarm
2, 2 y 2
Nunca olvidaré que un sábado por la tarde en el parque de los Hermanos Serdán, mi papá gritaba y hacía corajes luego de que el mánager emplumado Enrique “Che” Reyes mandaba un toque de bola sin out ¡Y con las bases llenas!
Era la jugada más extraña que había visto. No entendí por qué Edgar Vega se cuadró para un mal toque frente al lanzador, pero eso sí, era una práctica muy común.
A la par, iba a entrenar beisbol bajo la tutela del mejor mánager infantil y amateur que ha visto Puebla. Antes de que iniciara la práctica de bateo, don Rafael Castelán nos hacía tomar una ronda de toques de bola y sí –como siempre en la vida– trataba de hacerlo de la forma en que lo ejecutaba Derek Jeter, con las manos pegadas y no separadas.
“Pregúntale a tu papá”, ha sido una de las frases más comunes que escucho cuando hablo de pelota con alguien mayor que yo.
Entre esas charlas, mi amigo Raymundo Calderón me mandó a preguntar por un mexicano que cuando venía de emergente lo metían para, precisamente, tocar la bola. Mi papá sin pensarlo respondió: “Jorge Orta”, lo recordó rápido y se emocionó platicando de “El Charolito”.
Hace años, tuve la oportunidad de ver junto a mi hermano una película beisbolera llamada “Mr. 3000”, con un guión bastante aceptable. Nos cuenta la historia de un pelotero arrogante y soberbio (como muchos) que por un error al capturar sus estadísticas tiene que regresar al beisbol profesional. A pesar de todo lo que se viene para retomar su carrera, termina por entender de qué trata el juego y su último turno como profesional es un toque de bola. No dice mucho el filme, pero hasta en el séptimo arte desapareció esta linda práctica.
Yo sé, y lo he manifestado cada año, que mi filme favorito de siempre será “Moneyball” (“Juego de la fortuna”) y lo que establece ahí va en contra de que lo que estoy añorando. “Sin toque”, se escucha decir a Brad Pitt e cuando explica cómo será el método del “Moneyball”, ya que estadísticamente los corredores que inician entrada embasándose anotan en más ocasiones de primera a home, que de segunda al plato luego de un toque de sacrificio. “Sin robos” insiste el gerente a lo que Ray Durham cuestiona la orden argumentando que para eso le pagan: “no, te pago por llegar a primera y anotar. No para que te saquen en segunda”.
Y sí, estoy totalmente de acuerdo, la estadística se vuelve cada vez más dura porque ¡Ya no existe ese beisbol!
Los Simpson, una de las series favoritas de todos los tiempos, tienen su capítulo en homenaje a la película y lo que establece la filosofía del “Moneyball”. Una sátira descarada del “Juego de la fortuna”, nos muestra a un Bart furioso por lo que su mánager y una computadora le han hecho al juego.
Él se pregunta: ¿dónde quedó el juego al que aprendió a amar con sus jugadas suicidas? “Sin robos, es estadísticamente imposible que lo logres” le gritan previo a robarse el plato… No lo logra, pero la esencia del juego y lo que fue, está plasmado perfecto en “MoneyBart”.
En el tercer juego de esta edición del Clásico de Otoño, vimos un robo de base y hasta un toque de bola, el mundo se sorprendió. ¡Qué se suponía que estaba pasando! Algo en peligro de extinción apareció en un mundo que lo recuerda en cada jugada ilógica del nuevo beisbol.
Los mánagers de ahora me sorprenden, aplaudo a los que son atrevidos como el timonel de los Cerveceros, Craig Counsell, pero él luego ya cae en lo exagerado. Me desespera lo tibio que puede ser Dave Roberts en decisiones de este calibre cuando él, siendo jugador, rompió la maldición más importante en la historia del beisbol, jugando pelota pequeña.
Habrá quien diga que se debe evolucionar, pero sigo creyendo que Aaron Boone entregó la serie frente a las Rays cuando bajó a Deivi García luego de haber lanzado una entrada. Sé que ya pasó, pero como esa estupidez he visto muchas que sólo los mánagers de hoy entienden.
¡VIVA MÉXICO!
Hay quien dice que el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano. En el beisbol eso no existe. La pelota de este país es el deporte que más atletas exporta al extranjero. Por año y por historia, ahí están los números.
“No importa si estaban pasando la telenovela del momento, si tiraba “El Toro”, Televisa metía la señal”, recuerdan muchos aficionados. No, no tuve el honor de ver lanzar a Fernando Valenzuela, es distinto a mi época, pero me han contando tantas veces de él que el orgullo se contagia, lo mismo que hoy en día está haciendo el culichi Julio Urías.
Creo firmemente que si algo nos apasiona es conocer la historia que hay detrás de nuestro ídolos deportivos. Esos monstruos que al estar en el terreno tienen nuestro respeto y admiración, pero también tienen una historia qué contar.
Si alguien conoce el ejemplo de vida que es Urías y no se emociona, esa persona no sabe nada de beisbol o simplemente tiene sentimientos ni entiende nada de la vida. El zurdo ha escalado al mejor beisbol del mundo de manera impresionante, lo rápido en que el lanzador llegó a la Gran Carpa ha deslumbrado a propios y extraños.
Si pudiera existir un “pero” en la carrera de Julio, sería el ser dirigido por el mánager más estúpido que he conocido (y que con todo, está a nada de ganar el Clásico de Otoño. Mismo que llegó, por la actuación del mexicano).
Lo mejor está por venir para Urías, para que todos nos tomemos un tiempo cada que le toque subirse a la lomita y un día contar: “que vimos lanzar al mexicano que inmortalizó la frase: ‘Dios me dio un ojo izquierdo malo, pero un brazo izquierdo bueno’.
¡Viva México siempre!