Ni más ni menos
Jorge Luis Hernández [email protected]
El fracaso de la Selección Mexicana en la reciente Copa FIFA Catar 2022 provocó una ola de críticas al sistema de competencia del futbol mexicano: que el repechaje hacía mediocre el certamen –lo cual es cierto–, también se habló del exceso de jugadores no formados en México, del no ascenso-descenso y, por supuesto. la tantas veces señalada multipropiedad, como factores que han retrasado o impedido el crecimiento de nuestro balompié.
Todo mundo, aquí y allá, señalaron muy molestos que gracias a una Liga sin equipos que perdieran la categoría o, en su defecto, la ganaran, hoy el futbol mexicano estaba inmerso en una profunda crisis y que un dueño posea a dos o más equipos nos tiene casi casi al borde del precipicio.
El caso es que a esos críticos en los medios, les recuerdo que cuando había ascenso y descenso tampoco pasaba nada relevante con la Selección Mexicana, por el contrario, el sistema trajo muchos problemas en cuanto a franquicias que lograban el ansiado ascenso y nada más no pudieron con el paquete.
Un caso que vivió muy de cerca un servidor fue el de los hoy extintos Lobos BUAP. Nadie me lo contó.
Cuando tuve la oportunidad de entrevistar al entonces rector Alfonso Esparza, en el ascenso que obtuvieron los Lobos en 2017 (en la cancha de Dorados de Sinaloa), me di cuenta que en verdad no tenían idea de lo que implicaba estar en Primera División, en cuanto a infraestructura, inversión y demás gastos que representa la categoría. Al final sabemos que el proyecto nunca fructificó, porque el desfase de presupuestos los alcanzó.
Por eso la franquicia terminó con un descenso y vendida a Ciudad Juárez, y así le puedo mencionar al Veracruz, Colibríes, La Piedad, Toros Neza y Querétaro en algún momento, que nunca pudieron superar los gastos de la categoría, es decir, está más que claro que se necesitan más que buenas intenciones.
De allí nos tenemos que hacer la pregunta: ¿puede cualquier empresario pertenecer a la familia del futbol en México?
La respuesta es obvia: no.
Se requiere que quienes entren al negocio tengan el suficiente capital para invertir en equipos competitivos y que no leguen problemas a la Liga MX, desde financieros a legales.
Lo mismo sucede con la multipropiedad, todo mundo clama porque desaparezca pero nadie dice quiénes son los que van que comprar esas franquicias, si son lo suficientemente solventes en lo financiero, pues se corre el riesgo de que gente non grata –como el Colombia y otros países de Sudamérica– entren con su capital.
Obviamente que la multipropiedad no es sana, pero se necesita mucho más que sólo pedir que desaparezca, pues el problema es que no hay quien las quiera comprar y el futbol también es un negocio.
Hasta la próxima.