Richard Okunorobo es un futbolista poblano de ascendencia nigeriana que a base de esfuerzo e ímpetu se ha ganado un lugar en el futbol profesional, construyendo una carrera de ya 12 años de duración con altas y bajas, pero en la que lo único que no se puede reprochar es haber luchado para alcanzar su sueño.
Las calles de Bosques de San Sebastián fueron su primera cancha, pero hasta ahora se ha movido por nueve ciudades alrededor del país e incluso el extranjero con tal seguir pateando el balón, sobreponiéndose a todo tipo de obstáculos.
Con características físicas que difícilmente pasan desapercibidas sobre el terreno de juego por su impactante estatura y peculiar look, Richy también tuvo que aprender a manejar comentarios con tintes racistas de rivales o afición contraria.
HIJO DE NIGERIANO Y POBLANA
Richard pertenece a la familia Okunorobo Islas que es encabezada por su madre, Clara Islas, y su padre y homónimo Richard Okunorobo, nacido en Nigeria, pero que sus ganas de salir adelante lo llevaron a varias partes del mundo hasta que llegó a Puebla y nunca se volvió a ir.
Son más de 45 años los que don Richard lleva en la Angelópolis, luego de una etapa nómada que inició siendo un adolescente en la que pasó por Europa, Estados Unidos hasta llegar a México, donde además de establecer su familia se formó como profesional y persona.
“Mi papá salió de su país terminando la prepa, en busca de mejores oportunidades de estudiar, salió de Nigeria y se fue a Europa, que era el destino más cercano al que podía ir, ahí estuvo un tiempo, se le venció el permiso de trabajo y tuvo que salir, de ahí llegó a Estados Unidos y estuvo un tiempo trabajando y estudiando, pero también se le venció el permiso y tuvo que salir, y así fue que llegó a México y en específico a Puebla”.
“Aquí empezó a estudiar y terminó la carrera de Químico Farmacobiólogo en la BUAP, conoció a mi mamá, ella es poblana, se hicieron novios, se casaron y empezó a trabajar para una farmacéutica grande como Roche, en donde estuvo 30 años. Nos tuvieron a nosotros, mi hermana primero, después yo y al último mi hermano, y mi papá se hizo más mexicano que nada, lleva más de 45 años aquí en Puebla”, indicó.
SU MEJOR REGALO: UN BALÓN
Y justamente siguiendo a su papá en sus juegos fue cómo empezó el enamoramiento de Richy por el futbol.
“Mi gusto por el futbol lo tuve desde muy chiquito, siempre me llamó la atención, mi papá lo jugaba, así que a mí siempre me gustó irlo ver jugar, me acuerdo que siempre me quería meter a jugar, él jugaba con veteranos y no me dejaban porque estaba chico, me decían que me iban a lastimar”, apuntó.
Esta influencia de su padre generó que de niño, el regalo que más le gustaba recibir era un balón o cualquier cosa relacionada con el futbol, pasión que compartió con su hermano menor Michel.
“En navidades y cumpleaños, a mi hermano y a mí nos reglaban distintas cosas, pero ya sabían que a mí lo que me gustaba recibir era un balón o cosas para jugar, desde chiquito por la influencia de mi papá me empezó a llamar mucho la atención el futbol”, recordó.
Las primeras canchas que lo vieron jugar fueron las de la Unidad Habitacional Bosques de San Sebastián, una colonia popular al nororiente de la capital poblana en donde vivía y en las que conoció el rigor, pero a su vez la magia del futbol de llano.
“En Bosques había muchos campos de tierra y había una escuelita de futbol de Atlas, nos
metió ahí mi papá de chiquitos a mi hermano y a mí. Después fui a la escuela de Chivas que está por La Resurrección, que ahora se llama FC Los Ángeles, antes era Chivas Puebla”, señaló.
NUNCA PENSÓ EN SER JUGADOR PROFESIONAL
Si bien su gusto por el balompié fue incentivado por su padre, él mismo fue el que le aclaró que su prioridad debería ser el estudio, por lo que hasta la preparatoria solo vio en el deporte una forma de distraerse, nunca pensando en convertirlo en su profesión.
Fue hasta la etapa de universidad en la que a Richard le llegó la tentación de llevar la práctica del futbol a otro nivel, y aceptó la invitación de un amigo para ir a probar suerte con el Real San Cosme, equipo de Tercera División que tenía sede en San Cosme Mazatecochco, en Tlaxcala, y así comenzó su camino en el ámbito profesional.
“Yo siempre jugué en escuelitas, nunca pensé en jugarlo de manera profesional porque para mis papás era más importante la escuela, teníamos que estudiar y responder ahí, y después podíamos hacer lo que quisiéramos, para los tres hermanos fue algo que nos impusieron, entonces yo estaba jugando en la universidad en UPAEP, hasta que cuando tenía 19 años un amigo me invitó a unas pruebas en un equipo en Tlaxcala que se llamaba Real San Cosme y me quedé. En ese momento sentimos que ya éramos profesionales, obviamente lejos de la cúspide, pero fue algo muy padre”, señaló.
DE TERCERA DIVISIÓN AL MÁXIMO CIRCUITO
Era 2008 y la carrera en el futbol de Okunorobo empezó, aunque la evolución no se dio con la velocidad que esperaba ya que tuvo que pasar por prácticamente todas las categorías del balompié nacional, hasta llegar al máximo circuito casi diez años después.
Después de Tlaxcala, su siguiente destino fue Lobos BUAP, equipo que posteriormente marcó su vida deportiva, pero en el que tuvo que vivir un vaivén, teniendo hasta tres regresos en diferentes etapas.
“En Tlaxcala estuve solamente un torneo porque de ahí me salió la opción de ir a la Segunda de Lobos y así fue cómo empezó mi carrera profesional. En Lobos tuve como técnico al profe Nacho Trejo, después a Carlos Poblete, estuve un año jugando y no regresé hasta cinco años después”.
“Después de Lobos se me dio la oportunidad de jugar en Arroceros en Segunda, me quedé un año y después regresé a Puebla, entré a una Segunda del Puebla, pero a unos días de empezar la temporada se deshizo el equipo, entonces mi tirada era ya seguir estudiando hasta que un amigo me contó que su hermano estaba jugando en Querétaro y dije que era la última oportunidad de seguir jugando, si no se daba me regresaba a Puebla a estudiar”.
“Me terminé quedando, no me pagaban, pero yo quería estar ahí entonces hablé con mi
papá y me ayudó para mantenerme allá. Estuve dos años y me fue muy bien, estuve con el equipo de Segunda y ya después en el primer equipo con técnicos como Gustavo Matosas, José Cardozo y Ángel Comizzo”, dijo.
Después de esa gran aventura en Querétaro de nueva cuenta la posibilidad de retirarse se presentó, ya que una mala jugada en Reynosa lo dejó sin equipo y volvió a la Angelópolis para, ahora sí, retomar sus estudios, pero quienes confiaron en él en Gallos lo llevaron a Ciudad del Carmen para jugar con Delfines.
“Después de Querétaro me regresé a Puebla, me hablaron de Reynosa para jugar en Segunda, armaron un equipo para ascender, nos prometieron muchas cosas, pero en plena pretemporada no nos cumplieron, pensaba en ahora sí regresar a mi casa y retomar mis estudios, pero la gente de Querétaro inició un proyecto en Ciudad del Carmen y me llevaron para subir al Ascenso MX y al final lo logramos”, agregó.
Tras cinco años afuera, el Negrito pudo volver a su ciudad y a su club en 2013, una chance que se dio sin buscarlo, porque en primera instancia su idea era permanecer un año más en Ciudad del Carmen, pero debido a su buen rendimiento, en Lobos BUAP lo convencieron de regresar y se quedó en la Jauría hasta 2018, aunque no sin antes sin vivir un semestre apartado por decisión de la dirección técnica.
“Después de que ascendimos con Delfines, ellos me dicen que quieren que siga para jugar en el Ascenso, entonces nos fuimos de vacaciones, yo regresé a Lobos para hablar con ellos y me dejaran ir a préstamo, porque yo seguía perteneciendo a ellos, pero cuando llegué me atendió Gustavo Moscoso, no me conocía, pero ya tenía referencias mías y me convenció de quedarme, aunque yo al principio no quería”.
“Cuando regresé a Lobos fue cuando contrataron a Cuauhtémoc, se armó buen equipo y me quedé cinco años, aunque en 2016 me tocó salir seis meses porque no entré en planes de Ricardo Valiño, que era el técnico, pero regresé en 2017 y nos tocó vivir el ascenso y estar en Primera División”, comentó.
“EL ASCENSO FUE ALGO INCREÍBLE”
Siendo uno de los tres poblanos que integraron el plantel de los licántropos que en 2017 ascendió, junto a César Cercado y Daniel Tehuitzil, para Okunorobo fue una experiencia increíble, por el contexto que había entorno al club con poca credibilidad de que pudiera jugar en algún momento en el máximo circuito y todo el revuelo que se generó en la ciudad.
“Fue algo bonito y difícil de expresar con palabras, porque sabíamos que había buenos equipos y era lo que siempre se había buscado, me acuerdo que nos metimos a la liguilla de última, el equipo no iba tan bien al principio, pero de medio torneo para adelante mejoramos y de ahí no perdimos ningún partido hasta el ascenso, fue padre porque se logró algo que nadie esperaba, pues en la ciudad siempre era Puebla y Puebla, y Lobos era el de abajo, el grupo que hicimos era extraordinario, una unión, compañerismo impresionante, todos jalábamos para todos lados, ya después que se logró pues ver todo el alboroto que se armó en Puebla, hicimos caravana y fue increíble, lo más importante para mí siempre será mi familia y el verlos así de contentos a mis papás, a mis hermanos también, pero mis papás en particular no cabían de felicidad por ver lo que logramos, fue lo que más me llenaba, fue algo increíble”, recordó.
SUFRIDA ESTANCIA EN PRIMERA DIVISIÓN
El picar piedra por 10 años, buscar la trascendencia en Tlaxcala, en Cuautla, en Querétaro o en Ciudad del Carmen con tal de alcanzar el sueño de llegar a Primera División, tuvo su recompensa en 2017 cuando Richy ascendió con Lobos, pero la estancia en el máximo circuito no fue como esperaba.
“Después del título me quedé un torneo en Primera, la realidad es que tuve poca participación, nos bajaban a jugar con la 20, estuve seis meses y me fui. Los pocos que nos quedamos del ascenso no tuvimos participación, llegó mucha gente de experiencia y buena, entonces fue un poco sufrido porque siempre le apuntamos a lo más alto, se disfrutó mucho y se sufrió porque lo que queremos es jugar arriba, tener participación y son cosas del futbol, cosas que pasan”, comentó.
ILUSIONADO CON LA LIGA DE BALOMPIÉ MEXICANO
Tras su salida de Lobos, Richard mantuvo el ímpetu buscando un lugar dónde poder seguir jugando y en dos años tuvo cuatro mudanzas con tal de aferrarse al sueño de ser futbolista, siendo Dorados de Sinaloa, Alebrijes de Oaxaca, Universitario de Panamá y Venados de Mérida, los equipos en los que jugó.
“Después de Lobos me tocó ir a Dorados a préstamo, nos fue bien, hicimos un torneazo, perdimos en semifinales en contra de Cafetaleros. Después me voy a Alebrijes, estuve ahí un torneo, se supone que me iba a quedar en Dorados, pero por temas económicos estaba mejor Alebrijes y luego salió la opción de ir a Primera División en Panamá, fue algo nuevo para mí, un cambio complejo porque estaba acostumbrado estar cerca relativamente de mi familia, fue una experiencia buena, el futbol muy diferente al de México, mucho más físico y rápido, quizá no técnico. Después de Panamá regresé a México, salió la opción de ir a Mérida y súper contento, sin duda ha sido una de las ciudades que más me ha gustado, una ciudad muy bonita, muy segura, volví a estar en México con mi familia que era lo más importante para mí”, señaló.
Pero debido a la desaparición del Ascenso MX, fue parte del grupo de futbolistas que se vio afectado ya que al inicio de este 2020 se quedó sin equipo.
“Después de Venados yo tenía seis meses más de contrato, se llegó a un acuerdo porque hubo cambio de técnico e iban a llevar a otros jugadores, se atravesó la pandemia, yo me fui a Estados Unidos un rato y estando allá fue que se empezó a gestar lo de la nueva liga, vi que presentaron a Ricardo Carbajal, hablé con él y la verdad estoy contento a gusto con el proyecto, conozco al entrenador y su forma de trabajar, la verdad todo muy bien”, destacó.
SE SOBREPUSO AL RACISMO
Pero sus complejidades en el futbol no solo fueron para encontrar el lugar dónde poder establecerse, sino también el enfrentarse al racismo y saber cómo sobreponerse a un fenómeno que casi es inherente al futbol en el mundo.
“Sí lo viví porque en el futbol es algo que se da mucho, antes del futbol en la escuela, de chiquitos cuando te peleas, pero no es algo que me haya afectado, por el mismo futbol yo tengo compañeros que les digo y me dicen de cariño negrito, como con Luis Advíncula o el Mozu Martínez, que los tuve de compañeros en Lobos”.
“Soy una persona de un carácter fuerte que puede estallar rápido y la palabra no es el tema, si yo me doy cuenta que quieres decirme algo para ofenderme así me digas tonto o baboso pues voy a responder, cuando me toca ir a otros estadios tu gente te quiere y te apoya, pero vas a otro lado con otra porra y se meten con todo, pero es algo que no me afecta”, agregó.
Con 32 años de edad y empezando una nueva aventura en la Liga de Balompié Mexicano con los Industriales de Naucalpan, Richard Okunorobo Islas no se reprocha nada por la carrera que ha hecho.
“La realidad es que todos quisiéramos estar en la élite, cualquiera daría todo por estar en América, Tigres, Monterrey o Cruz Azul, pero a veces así es el futbol, no todos pueden estar, hay jugadores que son muy buenos y no llegaron a nada, por mala suerte, dedicación o disciplina, pero yo volteo y es algo que no cambiaría por nada, no puedo arrepentirme de lo que he hecho, me gustaría estar mucho más arriba, pero nunca me he guardado nada, la gente que me conoce, los entrenadores, mis compañeros es algo que saben de mí, y la verdad es que estoy tranquilo con eso, con mi manera de ser y la forma en la que me he manejado en el futbol, he tratado de ser una persona derecha, creo que podrán decir lo que quieran de mí, pero como persona siempre me he manejado de la mejor manera porque así me lo enseñaron mis papás, claro que me gustaría estar arriba o en otros lados, pero también soy afortunado de estar donde estoy, porque muchos tienen las condiciones, pero no se les dio, entonces estoy contento, aunque no conforme con mi carrera”, puntualizó.