Es relativo
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
En el mundo actual, los seres humanos han sobrevivido a través de la resiliencia; de allí que afirmemos que las generaciones futuras –si las llega a haber– serán producto de la resiliencia.
El significado más común de esta palabra es “la capacidad de una persona para adaptarse frente a los resultados negativos de su vida, tragedias, conflictos en su trabajo, en su familia, con su economía y desarrollo social humano problemático”.
Es un término, la resiliencia, en mi concepto, que no corresponde sólo a la psicología, sino a toda la estructura del quehacer humano, que corresponde a la sociología. Todo ello es parte de los cambios que se están dando y seguirán dándose vertiginosamente con la sociedad o mundo en el que vivimos.
Lo anterior se debe, como ya lo sabemos, a que la ciencia y la técnica tienen avances sorprendentes e insospechables, que todos los días se nos presentan, que influyen y cambian todo, para ser claros, cambiar hasta la manera de caminar, decían las abuelitas, no deja nada vivo, porque lo que no cambia, se margina, se destruye o desaparece empezando por el propio ser humano.
El primer gran cambio que se debe dar, esto es seriamente importante, es el cambio mental para poder entender lo que pasa y enlazarse a la marcha de esos cambios, adaptarse a las nuevas condiciones sociales que imperan, las que son realidad.
Cambiamos para adaptarnos: resiliencia, porque en verdad es lo que existe en lo material, por eso hablamos de la ciencia y técnica y no de otros temas filosóficos.
Los cambios se dan en magnitud en la economía, en la guerra, en la naturaleza, nuevas enfermedades; y ellos toca directamente a las personas sin distinción.
Lo anterior requiere de orientación hacia la colectividad, de información, de no tenerla no es ser fatalista, llegaríamos a la anarquía social y ésta es totalmente destructiva de la convivencia humana.
Lo anterior lo señalo porque hay quien dio reciente consejo a los jóvenes; lo es el nuevo Premio Nobel de Economía, Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal, quien en una conferencia de prensa en la Institución Beroldingen (laboratorio de ideas en Washington) a pregunta del periodista Miguel Jiménez, corresponsal jefe del periódico El País, le preguntó qué consejo le daría a un joven economista que se haya visto inspirado en sus teorías por su trabajo cultural.
El Premio Nobel respondió (previa explicación de algunos fenómenos económicos, como las futuras funciones bancarias, del impacto ucraniano, de inflación y deflación, de fugas de capital): “Una de las lecciones de mi vida es que nunca sabes lo que va a pasar”.
“Es aleatorio en el sentido que tiene una oportunidad aquí y otra allá; aconsejo que continúe en sus habilidades para aprender, que no planifique demasiado, que no piense que sabe dónde va a estar en 20 años porque no lo sabrá”.
“Que tenga un amplio sentido de experiencia, un amplio conjunto de habilidades, que trabaje con mucha gente diferente. Esas cosas serán las que le harán posible y capaz de lidiar con los cambios de todo lo que sucede en nuestra economía y nuestra sociedad”.
Yo creo que este consejo abarca todas las edades y actitudes. Este es un consejo de los muchísimos, de miles que necesitamos para adaptarnos a los tiempos de hoy y futuros (me impresiona la palabra planear, que tiene mucho significado).
No compartimos idea alguna de materialismo sólo en los consejos, deben respetarse los ideales, los sueños y la fe de las nuevas generaciones; no podemos pensar como Felipe III, quien en una ocasión vio leyendo a un joven y se llenó de risa sarcástica y expresó: este muchacho ha perdido el juicio o está leyendo El Quijote”.
Otro consejo a los jóvenes (también a los adultos de hoy): “No deben traer tarjetas de crédito, se debe tener idea de cómo se genera el dinero y cómo invertirlo, deben aprender cómo funciona el interés compuesto en su contra en las tarjetas de crédito”.
Debemos impulsar a los jóvenes a estudiar y prepararse en este mundo de la residencia, como decía Ortega y Gasset, porque la juventud necesita creerse a priori, porque este es precisamente el gran derecho de los jóvenes.
Es decir, creer en sí mismos, en su propia fuerza, y su visión; ya se decía que se pueden adquirir conocimientos y conciencia a lo largo de toda la vida, pero jamás en ninguna otra época de su existencia una persona volverá a tener la pureza y el desinterés con que siendo jóvenes se enfrenta a la vida.
Reconocer lo que ya había señalado Sócrates: “Lo que mejor sienta a la juventud es la modestia, el pudor, el amor a la templanza y la justicia, tales son las virtudes y deberes para formar su carácter”.
Toca a los jóvenes prepararse para el cambio y enfrentarse al hoy y al futuro, tener resiliencia firme, segura, convencida con sabia paciencia y hallar deseos de superación y adaptación.