Es Relativo
Guillermo Pacheco Pulido
Muchos estudiantes, ahora abogados, desde la escuela preparatoria recordamos al catedrático licenciado César Garibay, gran conocedor de la lengua latina, (me parece que tuvo estudios como seminarista), quien en los exámenes parciales de fin de año nos formulaba preguntas sobre qué era necesario para resolver algún problema jurídico.
Un estudiante le contestó que ese problema del que se hablaba, se resolvía “haciendo” un contrato. El maestro, con agradable ironía, interrumpía al alumno y le decía: “Mi hijito, se hacen las tortillas y se celebran los contratos. Esta enseñanza nunca la olvidamos.
En otros exámenes, el maestro Garibay nos pedía que le diéramos alguna definición en latín que nos había enseñado; la pronunciábamos en latín, según nosotros. Pero el maestro nos decía: “Te la pedí en latín y me la diste en totonaca, con el debido respeto a los totonacas”.
“Mira, te la voy a decir”, agregaba, y en buen latín y con excelente pronunciación nos expresaba la mencionada definición.
Al terminar, nos preguntaba: “¿Te gustó mi hijito?” Y uno respondía bajando los ojos y con mucha humildad (hipocresía), “sí, maestro”, y remataba: “Pues te la regalo, la estudias y nos vemos en extraordinarios”. Eso quería decir: ¡estás reprobado!
Así eran algunos maestros en sus magníficas enseñanzas.
Por ejemplo, si uno afirmaba “Luis es buena gente”, decía el maestro: “Lo que usted expresa es un barbarismo, debe decir Luis es buena persona; la palabra gente se emplea como sustantivo colectivo, que habla de varios y no de un solo individuo”.
Más enseñanzas: maestro, nos exigen en la facultad que usemos un gafete para controlar el ingreso.
“Joven, los gafetes no se usan; se portan”, respondía el catedrático.
A otro maestro, titular de Derecho Constitucional, un alumno que le expresó: “Su cátedra es muy polémica por razones ideológicas”.
No tardó el maestro en decirle: “Está usted equivocado; mi cátedra busca la discusión, es decir, que comentemos y hablemos sobre lo que he manifestado en forma oral, o sea, que sólo hablamos; la polémica se da sólo por escrito, ¿le queda claro, joven?”.
Existe una actividad jurídica en la que, al redactar lo que manifiestan los contratantes, el que escribe dice: “Compareció el señor don Pedro. Y la señora, doña Juana” lo que constituye un verdadero pleonasmo: Porque “don” es apócope de “dominos”, que significa señor y su femenino es doña; ello equivale a decir que compareció el señor señor y la señora señora.
Apócope en griego significa “cortar”.
En este tema, corta la palabra, se pierden varios fonemas (sonidos). Un ejemplo del habla en regiones de nuestro país: se dice “voy a ca de Lupe” en vez de “voy a casa de Lupe”.
No en la clase, sino en plática coloquial con un excelente maestro conocedor de la gramática, con sincera duda, un estudiante preguntó cuál verbo era suplente de cualquier otro verbo, y respondió: “Muchacho, eso no existe”.
El alumno indicó que lo había leído en alguna parte. El maestro nos condujo a su oficina, extrajo del cajón del escritorio el diccionario de la Real Academia Española e hizo su búsqueda. Cerró enojado el diccionario y aseveró; “Es una tontería lo que dice la Real Academia: reconoce que el verbo suplente se denomina aquellar”.
Desde luego que se cambió la plática, porque ni maestro ni alumno coincidieron o no entendieron el verbo aquellar.
Si aún con el título profesional no estudiamos, iremos dejando cada día de ser profesionistas.
¿Me aquello?