Guillermo Pacheco Pulido
Dijo Miguel de Cervantes Saavedra, novelista español, autor del Quijote de la Mancha, que la historia es el depósito de hechos y acciones, testigo del pasado, ejemplo de lo presente, y advertencia de lo porvenir. Charles Darwin, naturalista británico que propuso la teoría de la evolución biológica por selección natural de las especies, señaló que la historia se repite, y eso “es uno de los errores de la historia”; en ello concuerda con Confucio, filósofo chino quien dijo: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”.
Lo que sigue tiene que ver con los lamentables tiempos de hoy: la historia siempre nos señaló, y así fue, que Cristóbal Colón (Cristóforo Colombo), gran navegante y cartógrafo, murió sin saber que había descubierto el Nuevo Mundo, llegando, entre otras poblaciones, a Guanahaní, El Salvador en las Bermudas, Cuba y La Española.
De lo anterior y de acuerdo con la historia, se considera que el Nuevo Mundo comenzó cuando se firmó la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica (1776) y en adelante se va conformando con la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano en la época de la Revolución Francesa (1789).
A partir de esos decretos empezaron a surgir procesos de independencia y movimientos revolucionarios que integran realmente al Nuevo Mundo.
En estas épocas surge en la historia un gran militar de origen francés, el Marqués María Joseph de La Fayette, el Héroe de Dos Mundos, por haber participado tanto en la batalla por la Independencia de los Estados Unidos en forma brillante, como en la Revolución Francesa. Biografía que vale la pena leer por ser de los grandes ejemplos de humanismo y civilidad de tan digno militar.
El Marqués de La Fayette observa y se da cuenta, por ser un gran analista, que en Francia se aproximaba una época difícil fundamentalmente en el orden económico, y se aleja de los Estados Unidos de Norteamérica y se traslada a Chavaniac, Francia, población dónde habitaba su familia, y al llegar, ordenó a sus trabajadores que procedieran a llenar los graneros de trigo, cosa que hicieron con efectividad.
En realidad fue escasa la producción de trigo, y aunado a la situación económica difícil de Francia, la población pasaba hambre y miseria. El encargado de los graneros le dijo a La Fayette que, por la mala cosecha, se había elevado el precio del trigo y, por lo tanto, afirmaba: “Es el momento en que vendamos”. La respuesta del Marqués de La Fayette fue contundente: “No, es el momento de dar”.
El anterior ejemplo histórico coincide con los momentos actuales de la humanidad, de nuestros pueblos, de nuestra gente, tiempos que se viven y no sabemos cuánto vayan a durar, pero que sirven para que pensemos sobre la situación de a los que se les debe dar.
El resto de este año y el entrante, podríamos decir que nuestros indicadores económicos están enfermos. La curva epidemiológica será errante; seguro se aplanará y ojalá no haya “rebrote”, es decir, que reviva y se repita (o que surja otro raro virus por ahí).
El día de hoy no hay un pronóstico del Banco de México, porque en realidad todo depende del caminar, control o exterminio (así sea) del coronavirus, y eso impide que haya certeza en los pronósticos y peor aún con una economía errática mundial generada por el propio virus: contagio e infección serán los ataques a la economía y a la humanidad.
Dejé al final el relato del faraón de Egipto, quien tuvo un sueño en donde veía a siete vacas bien alimentadas pastando junto al río Nilo, y a otras siete vacas famélicas, hambrientas, desesperadas, echándose encima de las otras siete vacas para comérselas.
El faraón consultó a todos sus magos y sabios de Egipto sobre la significación de sus sueños, y ninguno de sus sabios lograron convencerlo sobre la interpretación de esas imágenes. El faraón tenía encarcelado a José, quien tenía fama sobre la interpretación de los sueños y lo mandó a traer para que lo pusieran frente a él.
Después de escuchar los relatos del faraón, José le explicó que Dios, en el origen del universo, envió un mensaje a Egipto en el sentido de que después de siete años de bonanza y progreso (las vacas grandes), vendrían siete años de miseria y hambre (vacas flacas), enfermedades para su pueblo, (esto está comprendido en el Génesis 41, primer libro del Antiguo Testamento).
Si la pandemia que ahora está presente en el mundo representa avisos, todos nos tenemos que imbuir del sentimiento y la lógica del Marqués de La Fayette y entender, contundentemente sin evasivas, que es la hora de dar.
Dar es la mejor expresión del humanista.
Me decía mi suegro, Marcelino Pensado: dar es estar en pensamiento, en palabra o en obra donde se es más útil.
Útil no sólo es como se desea, sino como se pueda.
¡Al buen entendedor…!