Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Y si llegas a comprender, estás impedido de juzgar
Comprender el arte, es un tema difícil, muy complejo, y tratándose de literatura, por su versatilidad hay que tener mucho cuidado en emitir opiniones: hay literatura romántica, política, científica, histórica, costumbrista; para no fallar, digo que el arte se reduce a la expresión: me gusta o no me gusta.
Se pregunta cuál es el mejor escritor ruso y nos dan nombres: León Tolstói, Fiodor Dostoyevski, Antón Chéjov, Máximo Gorki, Aleksandr Pushkin y otros más. Al igual, si se pregunta sobre artistas franceses o mexicanos. El mundo está pletórico de hombres y mujeres que son grandes artistas.
Sin generalizar, la persona, nosotros, la mayoría de las veces sólo vemos el bien o el mal, lo bueno y lo malo, lo perfecto y lo imperfecto, en especial al comentar (juzgar) las actitudes de otras personas, sus expresiones, sus palabras o su arte, y así, nos atrevemos indebidamente a juzgarlos.
Por ello en este artículo lo invito a razonar, a debatir (usted y su conciencia), no solamente a leer lo que aquí se escribe, sino a realizar una actividad alejada del estado de ánimo. Leer un libro como El Quijote, quien agregó como su apellido el nombre del lugar donde nació: La Mancha.
Hablaremos del noble hidalgo que cruzó la historia de todos los tiempos y todos los espacios al caminar por las pardas llanuras de La Mancha con su caballo El Rocinante, y el rucio montado por Sancho Panza.
Le señalaré unos pensamientos, de José Ortega y Gasset, otros de Fiódor Dostoyevski y otro de Friedrich Nietzche para confirmar lo que indicamos al principio de este escrito, en el sentido de que los seres humanos tenemos que hablar sobre lo bueno y lo malo, qué idea tenemos sobre el arte expresado por las demás personas, y tal vez solo a la francesa digamos que el arte “me gusta o no me gusta”.
El Quijote decía: “Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho, los obstáculos más grandes: nuestras propias indecisiones, nuestro enemigo más fuerte el miedo al poderoso y a nosotros mismos”.
La cosa más fácil: equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento. Los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor. Las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté; no nos olvidemos que El Quijote representa el idealismo, la bondad, la justicia, la belleza, la libertad, el amor, al contrario de su escudero y fiel protector y amigo Sancho Panza, que representa la materialidad de la realidad y de lo práctico.
Ortega y Gasset define al al Quijote lo define con sus propias palabras: El Quijote, dice, exulta de esfuerzo puro –“podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”–, decía Cervantes “derrámese la melancolía por el corazón”, no comía el Quijote de puro pesaroso, iba lleno de pesadumbre y melancolía. Quijote le pidió a Sancho su fiel escudero “déjame morir a manos de mis pensamientos a fuerza de mis desgracias, porque yo no sé lo que conquisto a fuerza de mi trabajo”.
¿Se contradecía acaso el Quijote con sus palabras señaladas al principio? Creyó que él solo con su protector Sancho Panza podría proteger a los débiles del mundo, hacer desaparecer sin el mal y con ello conquistar el corazón de su amada Dulcinea del Toboso.
Fiódor Dostoyevski, excepcional escritor ruso, dijo: “En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que esta, hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre, y si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: “veamos que sabéis sacado en limpio de nuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella”, podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: “Esta es una conclusión sobre la vida y podrías condenarme por ella”.
Friedrich Nietzsche, quien señaló que Cervantes debió dedicarse a combatir la Inquisición pero prefirió poner en ridículo a las víctimas de aquello que hizo reír a toda España y los hizo imaginar que ellos mismos eran sabios.
Cervantes formó parte de la decadencia de la cultura española. “Yo opino que Cervantes despreciaba a los hombres sin excluirse a sí mismo”.
Critica con severidad varios capítulos de la obra de Cervantes: “No le ahorra a su héroe aquel terrible cobrar conciencia de su estado final de su vida: si no es crueldad es frialdad, es dureza de corazón lo que le hizo escribir semejante escena final, es desprecio de los lectores cuyas risas, como el sabio, no quedarían perturbadas por esa conclusión”. Nos debemos preguntar quién se acerca más a la realidad histórica y literaria al hablar del Quijote, ¿lo debemos considerar un “loco” que veía gigantes donde había solo aspas de molinos o vemos a una persona que por mucho leer un solo tema fracturó su realidad intelectual? Su autor, Miguel de Cervantes vio que existía ausencia de valores y era necesario crear un defensor de ellos; o el autor quiso satirizar las novelas de caballeros andantes de esa época. Si vemos lo que dijo Dostoyevski tendremos que ponernos listos para debatir este tema.
El Quijote dijo: qué locura o que desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías.
Confía en el tiempo que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades”, “el que lee mucho, y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, “no hay libro tan malo, que no tenga algo de bueno”. Yo creo que para dar una opinión, para debatir, tenemos antes indispensablemente que leer el libro Don Quijote de la Mancha, el magnífico texto cervantino que ha recorrido todos los espacios en todos los tiempos. Leerlo será una grata aventura para usted. Todo ello, como buen libro, nos dará una muestra de que existimos.
Hay que leer para nutrir nuestro conocimiento y ser buenos opinadores que no critican. El Quijote de la Mancha es un libro universal, ese hecho deriva de la propia “locura” del caballero andante. Locura que ha llevado a otros locos, como nosotros, a convertirnos en soñadores de ideales, recorriendo los caminos de la esperanza.