Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Largo es el camino de la enseñanza por medio de las teorías; breve y eficaz, por medio de los ejemplos.
Séneca
Cuando parece que los tiempos crean dudas, cuando hay oscuridad en lugar de luz, cuando se siente que se cierran los caminos de la esperanza, entonces, hay que desaparecer esos temores, esos miedos y esas incertidumbres enseñando que hubo y hay seres humanos que demostraron que todo eso se vence con la realización de nuestro mejor esfuerzo y la fe para construir un futuro espléndido.
Así, entonces, hablaremos de un excepcional ejemplo: El 1 de septiembre de 1939 el ejército nazi invadió Polonia y dos días después Francia e Inglaterra le declararon la guerra a Alemania, iniciando la Segunda Guerra Mundial.
Ante la renuncia del primer ministro inglés, Arthur Chamberlain, se designó a Winston Leonard Spencer Churchill, el 10 de mayo de 1940, como primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Cabe mencionar antes, que para evitar discusiones, siempre al error ajeno le llamó experiencia. Todo esto porque el ser humano que actúa, que piensa, que siente, que encara retos y debates de la propia vida, al que no conoce el miedo de las palabras, es porque está en el permanente proceso denominado aprendizaje.
Sabio-sabio, no hay en la Tierra, vaya, ni Sócrates al que el Oráculo de Apolo en Delfos de la Grecia clásica consideró el hombre más inteligente del globo terráqueo, reconoció que no sabía nada, y de eso tampoco estaba seguro, pues nos dio como principio de la filosofía el “conócete a ti mismo”, y esto implica que el que se reconoce a sí mismo es capaz de tener cierta sabiduría para gobernarse.
Lo anterior se dice, porque al hablar de Winston Leonard Spencer Churchill, como de cualquier otro alto personaje, se reconoce que tuvo muchos éxitos y algunas importantes experiencias, éstas que en conjunto, al final, le aportaron importantes momentos en su vida personal y en especial en el desempeño de su cargo como primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial. Él decía: “Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender; el ejemplo noble, hace fáciles las luchas más difíciles”.
“No nos rendiremos jamás”, fue frase basada en su experiencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, al ponerse al frente de Inglaterra y conducir su defensa por el avance de Adolfo Hitler en Europa, logró la retirada de las tropas británicas que habían quedado atrapadas por el ejército nazi en las playas de Dunkerque, Francia, en 1940; todos quedaron sorprendidos de la actitud del primer ministro y sus positivos y difíciles logros. Su ejemplo es una lección que todos pueden leer.
En otro aspecto, cuando todo mundo consideraba que con seguridad los alemanes invadirían Inglaterra, que había necesidad de parlamentar una rendición y que Churchill se negaba a dicha rendición porque creía en la superioridad del pueblo británico, grande fue la sorpresa que al final la rendición fue de parte del ejército Alemán. Churchill ante el triunfo y reconociendo el valor de los integrantes del ejército inglés dijo: “Nunca tantos en el campo del conflicto humano debieron tanto a tan pocos”.
“El éxito no es el final, el fracaso no es total, es el coraje para continuar lo que cuenta”.
“No hay que darse por vencidos jamás, no hay que darse por vencidos jamás, nunca, nunca jamás, en nada, ni en grande, ni pequeño, importante o insignificante. No hay que darse por vencidos jamás, salvo ante las convicciones del honor y el sentido común. No nos rendiremos”.
Después de la guerra, en 1953, se le entregó el Premio Nobel de Literatura por su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por su brillante oratoria que define exactamente los valores humanos.
La revista americana LIFE lo denominó y calificó como el HOMBRE DEL SIGLO.
Fue Churchill un hombre con una ejemplar, amplia, intensa y extensa biografía, dos veces primer ministro, político, orador, escultor, humanista, estadista indiscutible, periodista, militar, corresponsal de guerra de los periódicos Morning Post y The Daily Graphic, fue declarado ciudadano de honor de los Estados Unidos de Norteamérica y desempeñó importantes cargos públicos en Inglaterra.
Usó el símbolo de la “V”, que hacía con los dedos de la mano, ofreciéndole al pueblo “la victoria”, “con sangre, sudor y lágrimas”, y le cumplió a Inglaterra.
Como nota aparte: la “V” que hacía Churchill tenía un significado distinto, con sentido popular y coloquial.
Desde luego que tuvo críticas, que podemos llamarle “opiniones”, pues los cargos públicos son retos para lograr experiencias o relativos logros. Decía Churchill que la política es casi tan excitante como la guerra y casi igual de peligrosa. El precio de la grandeza es la responsabilidad: “Que quede muy claro, sin victoria no habrá supervivencia del Imperio Británico”.
Por algo y con razón se le conoce como “el viejo león”, entre otras cosas, por el contenido real, franco y a veces esperanzador de sus discursos y sus frases, sin usar engaño o mentira alguna.
Los ejemplos son más útiles que los preceptos.
Las actividades son más importantes que las virtudes.
El problema de nuestra época es que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes.
El carácter se manifiesta en los grandes momentos, pero se construye en los pequeños.
De nada sirve decir que estamos haciendo lo mejor posible.
El precio de la grandeza es la responsabilidad.
Nos enseña con su ejemplo que el sentido común y la razón, son base para poder desenvolverse en las tareas que nos encomiende el destino. Utilizar la razón en las decisiones que se toman en la vida nos hace realmente inteligentes, recordando que no es inteligente el que sabe muchas cosas de memoria, sería como considerar sabio al que tiene en su casa una gran biblioteca.
Somos inteligentes si comprendemos lo que nos dice Kierkegaard: “La vida se puede entender y enfrentar mirando hacia atrás, pero sólo se puede vivir, mirando hacia adelante”.
Como anécdota es de señalar que la reina Isabel II, en su estructura gubernamental ha contado con 12 primeros ministros, de los cuales dos han sido mujeres excepcionales en el desempeño de su encargo, de acuerdo con sus circunstancias, ellas son Margaret Thatcher y Theresa May, quienes desempeñaran sus cargos con la verticalidad de sus convicciones y la dignidad de ser mujer.
Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única Einstein.
UN POCO DE FLEMA INGLESA: TRANQUILIDAD Y PACIENCIA
En la Primera Guerra Mundial estaba como primer ministro David Lloyd George, cuando pronunciaba un discurso una señora lo increpó y le dijo: “Si yo fuera su esposa, no dudaría en darle una copa de vino con veneno”; a lo que Lloyd le contestó: “Si yo fuera su marido, le confieso una cosa: bebería gustoso la copa”.
En otra ocasión, cuando pronunciaba su discurso alguien le lanzó, sin pegarle, una herradura. Cuando terminó su discurso, con toda calma tomó la herradura y dijo: Por favor el caballero que ha perdido su zapato puede venir a recogerlo.
El ejemplo es utilizar la prudencia en los retos de la vida.