ES RELATIVO
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Que una de sus dificultades es que no es una lengua homogénea, sino que ha sido estructurada a través del paso del tiempo con la intervención de palabras creadas por poblaciones que hablan español, como son los habitantes de Latinoamérica.
Tal vez haya razón en lo señalado, pero, desde luego, requiere de estudios más amplios.
Por ahora, señalamos algunos problemas del uso del español en el Libro “Espulgos del lenguaje”, de Benito Fentanes, en donde nos señala las copiosas tiranías de barbarismos y solecismos que hoy desfiguran y enferman la noble fisonomía del idioma castellano.
“Lo que más viene dañando nos dicen a la vernácula lengua es el afán insensato y lamentable de ir colgándoles a muchas voces hispanas acepciones de vocablos extranjeros”.
El autor da algunos ejemplos:
1. A la zaga de estos ruines terminachos va descocada y dengosa la frasecilla “el día 6 de los corrientes compareció el acusado”. Respecto de este mamarrachero decir, el hispanista Orellana endereza su censura en esta forma: “Locución bárbara. ¿Quiere usted decirme quiénes son esos corrientes?
Se trata de un día del mes corriente; de un solo día y un solo mes. El 5, el 8, el 20 expresan el día; los corrientes no pueden ser los demás días, ni el mes y el año, ni el mes y la semana. ¿Pues qué serán? Párese usted a pensar.
Así como impropiamente se dice el 20 de los corrientes, habrá que decir, por ejemplo, el 10 de los vinientes (¡!) y el 8 de los pasantes (¡!).
Para no demasiarnos en formar corrientes de lenguaje impropio, digamos ‘el día 6 del presente mes o del mes actual’, segurísimos de que nadie motejerá este modo de tratar los días”.
2.- Escritores de polendas que retorican con lucientes donosuras aun en campos de elevadas concepciones, incurren en la falta de ponerle la innecesaria partícula lo a las locuciones por tanto y en absoluto.
Fácil es de pesquisar que los que hacen arrumacos a tal vicio, no han cargado su atendencia en los escritos venerables de los clásicos autores, donde no era posible pareciese el robín de “por lo tanto”, que hoy se siente vivir a su sabor, hay que baldonar el lo de las mentadas locuciones, en debido acatamiento de los graves literatos de los siglos de oro, a cuyo sabio dictamen debemos sujetarnos para hablar castizamente.
3. Alguna vez, lector paciente, habrás oído decir, acaso sin reparo de tu parte, que el teatro X estaba materialmente lleno de mujeres.
Inútil por redundante es, en el ejemplo citado, el uso del adverbio materialmente, ya que omitiendo esta voz nadie será tan beocio para pensar que un teatro pueda llenarse espiritualmente de mujeres.
Digamos que el teatro, el casino o lo que sea, estaba totalmente lleno de mujeres, para no incurrir en vicios de ideología tan graves como dignos de censura por su ostensible expresión desentonada.
4. Aun cuando en los áureos tiempos del romance hispano la voz acceso sólo significó el acto de acercarse o aproximarse de tal o cual manera, hoy se cuentan por millaradas los bobicultos que cometen el abuso imperdonable de darle al vocablo acceso el sentido de arrebato, furia, ímpetu, pasión furiosa, irritación y ardor, apropiándose el sentido que los franceses le dan al susodicho vocablo.
¿Quién no dice hoy, con regodeos de bien hablado, que “aquel señor, en un acceso de mohína, ofendió a la autoridad X?”.
Cada vez que un escrito menea su pluma para hablar de la triste condición en que se hallan los ocho millones de indios pobladores de la tierra mejicana, sale a plaza la sonora pero disparatada frasecita: “Raza irredenta” o “legiones irredentas”, como si del verbo redimir fuese posible sacar el participio redento.
No es necesario ser gramático de chapa, ni purista intransigente para saber que si redimido es el legítimo participio de redimir, no sabe ni la menor duda en que irredimido es el participio de irredimir.
Ignoramos de qué arcón, los amantes del hablar vargasvilesco, hayan sacado la extravagante figura del barbarismo irredento.
El libro “Espulgos del Lenguaje” fue editado en Madrid en 1925 y nos dijo su autor:
“¡Plegue a Dios y a los manes de los clásicos autores que la humilde tiramira de mis Espulgos no te entre, lector, por el un oído y te salga por el otro; más si tal acaeciere por negra desdicha mía, complacido me sentiré de que ellos sirvan siquiera para moverte a pensar que hasta hoy ha sido un mito la clase de Español en los colegios, y sueño desventurado el creer que hablamos en Castellano!”.