Es Relativo
Guillermo Pacheco Pulido
Hace como medio año, informó la Organización de Naciones Unidas que en el planeta se cuentan ocho mil millones de seres humanos (habrá que agregar los que nacieron diariamente desde entonces).
Esto me llevó a hablar del grupo denominado indebidamente “indígena”.
Este gran grupo humano lo integran en México 16 millones de personas, siendo mayoría las mujeres. Están definidos por ser hablantes de las 68 lenguas étnicas.
Estos pueblos de México asumen una entidad étnica con base en su cultura, sus instituciones y una historia que los define e identifica como los pueblos autóctonos del país, descendientes de las sociedades originarias del territorio mexicano.
Sus habitantes tienen una forma de vida propia que a su vez es apoyada por instituciones culturales de nuestro país.
En el estado de Puebla están asentados siete pueblos originarios: totonaco, nahua, otomí, tepehua, popoloca, mixteco y mazateco, con una población de 650 mil habitantes.
Los pueblos originarios tuvieron épocas de esplendor en diversos periodos históricos. A la llegada de los españoles, algunas culturas ya habían desaparecido, otras estaban en decadencia, pero unas más se encontraban en su máximo esplendor.
Para conocer y compenetrarse en las raíces de los pueblos originarios y observar su desarrollo, es necesario conocer su economía, su organización social, su religión y creencias y prácticas; sus fiestas, su organización política, su trabajo en la extracción del oro y la labor con éste.
A los integrantes de las sociedades étnicas se les llamó “indígenas” en forma arbitraria.
Se debió a que en el tiempo de la conquista, España y Portugal tenían conflictos con la pertenencia de determinadas poblaciones, includío lo que hoy es llamada República Mexicana.
Las autoridades de los dos países designaron como árbitro al Papa Alejandro VII quien en 1493 expidió la bula inter caetera resolviendo, entre otros aspectos, que el territorio que comprende México le pertenecía a España, lugar que desde el tiempo de Cristóbal Colon se creía que pertenecía a las llamadas Indias Orientales.
De ahí surgió la palabra “indio” aplicada a los originarios de este territorio.
Cabe señalar que la palabra indio se considera el gentilicio de los habitantes de la India. Para designaciones, se utiliza la palabra hindú o hinduista para señalar el credo religioso e hindi para referir la lengua mayoritaria.
La palabra “indígena” se utiliza en México, en Guatemala, en Bolivia para denotar a la población étnica.
Es necesario aclarar que no se trata de razas. Por principio, la palabra “raza” no debe usarse para clasificar a los seres humanos; algunos Estados europeos han suprimido ese término de su Constitución.
La palabra raza existía con anterioridad al siglo XIII, refiriéndose a animales domesticados. Se dice que fue el naturalista francés Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon, quien en 1746 lo ligó a la raza humana.
La sangre es igual en todos los seres humanos, la palabra raza no tiene aplicación razonable alguna; así que las leyes deben sustituir esta palabra que se presta a discriminaciones y crea prejuicios.
Puede clasificarse al ser humano por su religión, por sus atributos personales, por su idioma y esas características no tienen que ver con la palabra raza.
Igual acontece en nuestro país con la palabra “indígena”, no tiene que ver nada con la población de India; ya vimos que se debió a la idea de Colón la aplicación de esa palabra para los habitantes de las tierras que halló.
Es muy distinto el uso gramatical y correcto de esta palabra, lo malo es cuando lleva su uso maldad, idea de insulto o señalamiento de mediocridad. Ahora bien, la palabra “indígena” en uno que otro país, y fundamentalmente en México, se usa esta palabra para insultar en todos los aspectos, degradando a la persona a la que se le clasifica así, agregándole adjetivos despectivos, y no señala pertenencia a pueblos originarios.
La discriminación es dar trato distinto a las personas que en esencia, en naturaleza, son iguales y gozan de los mismos derechos. El trato de “indígena” genera ventajas a favor del que la utiliza y perjuicio para quien se le destina intencionalmente.
Todo eso vulnera los derechos humanos de la persona a la que se trata de insultar con este término.
Nuestra Constitución utiliza expresamente esta palabra en su artículo 2 (por cierto un buen artículo que protege e impulsa los Derechos de los habitantes de los pueblos originarios).
La propuesta es que se suprima de la Constitución y la ley la palabra indígena y sus derivados y se utilice la palabra “persona de los pueblos originarios”.
Lilian Scheffler, en su libro Los indígenas mexicanos (2015, Panorama Editorial) nos dijo claramente a los mexicanos al respecto:
“Una buena parte de los habitantes de México tiene la tendencia de menospreciar y discriminar al indígena, denotando un evidente racismo, puesto que se les tilda de flojos, sucios o tontos, complejos todos ellos heredados de la época de la Colonia y originados básicamente por la ignorancia y la falta de información acerca de su forma de ser, ya que evidentemente el hecho de ser diferentes a los demás no los torna de ninguna manera en inferiores. Asimismo en la mayoría de los mexicanos se presenta una fuerte contradicción a este respecto, pues por lo general admiran a los antepasados de los indígenas actuales, a aquellos que edificaron las excelentes obras arquitectónicas como las pirámides de los centros ceremoniales, que hicieron bellas esculturas, que tuvieron grandes adelantos astronómicos y que resistieron los embates guerreros de quienes llegaron a someterlos con armas más eficaces”.
“Desgraciadamente los actuales descendientes de los indígenas prehispánicos siguen siendo explotados, en ocasiones maltratados y viven, o más bien sobreviven, con base en una economía de subsistencia, pero todavía apegados a sus propios patrones culturales, muchas veces ignorados por el resto de la población del país, que ni siquiera es consciente de su existencia como grupos distintos entre sí, pues a lo mucho se refiere a todos etiquetándolos bajo el rubro de “indios”, o en el peor de los casos de “inditos”… “bajados del cerro a tamborazos”… poniendo de manifiesto su desprecio, así como su falta de conocimiento y de respeto hacia los integrantes de los grupos más auténticos de México”.
Nos enorgullece nuestra historia y los grupos originarios que la forjaron; alejemos de ellos las palabras que se utilizan para ofender, insultar, marginar, discriminar.