Es relativo
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
La ciudad de Puebla, colonial por esencia y origen, histórica por convicción, risueña y majestuosa por el esplendor de su talavera, nieta de España, y glamorosa por el ritmo cadencioso de sus campanas que cada año brindan un concierto a su población y visitantes. Puebla la joven y nueva Puebla que nos engrandece con su pasión por la cultura que nace y vive en ella.
Puebla, como ciudad y estado, ha construido su destino, su folklore, su vibrar en los campos de la educación, con un ejemplar Instituto Normal y sus señeras y ejemplares universidades; por ello Puebla es culta y forma hombres y mujeres que se conducen en los caminos del saber y la cultura.
En el mundo y en Puebla hay una fase en nuestro devenir que nos da vida y es la poesía, que deja de ser silencio a través de las voces que le dan presencia y existencia, que la convierten en sueño y magia, en nervio y esperanza.
Ahí están el poema y la poesía a través de la voz que brota del corazón, vibra en la mente y corre por las venas y las arterias de la declamadora.
El sabio dice que la poesía sólo puede comprenderse, sentirse, explicarse cuando se le declama. Así es como nace la poesía, cuando se entiende su fin y su verdad.
La Grecia inmortal tuvo a la poetisa Safo de Lesbos, lírica, popular, que penetró en el alma de su tiempo y de su gente, quien declamó en la universidad filosófica del ser humano.
Las estatuas de ella la recuerdan en su imagen de declamadora.
Platón la denominó la Duodécima Musa, porque al declamar, acompañada con su lira, su palabra la convertía en verso y su voz era el canto de las almas que la escuchaban, creó en el tiempo y los futuros la risa y la esperanza de quienes entonces la idolatraron.
En el desarrollo de los pueblos mucha historia se declamaba, no se escribía.
Los héroes griegos sabían que cuando morían en batalla había un declamador que les hacía un poema y este se hacía público para recordar y alabar su gloria y su muerte y que quedara vivo su recuerdo.
El héroe homérico alcanzaba la fama, que era el mejor tributo por su epopeya.
La declamación escapa de las reglas de la retórica porque quien la expresa no trata de convencer, sino de hacer sentir a la persona la vibración de su espíritu por los caminos o senderos donde viaja la mente humana en su plena libertad.
La poesía no vence ni derrota a nadie, sólo crea vida y justifica la existencia.
Por eso señalamos que mucha de la historia del mundo está narrada por los declamadores y las declamadoras.
Muchos de nuestros libros históricos son poesía, Los mismos libros religiosos son explicados por la palabra de quien es declamador.
La poesía no tendría presencia o efecto alguno si se quedara en el papel escrito y no saliera por el alma de la declamación.
Como ejemplo podría afirmar (esperando la sana crítica) que todas las obras de Shakespeare son poesía que necesitaron del teatro y de la voz del o de la declamadora para que fueran conocidas y comprendidas por la población.
Hay frases que se entresacan de la obra de Shakespeare y son verdadera poesía, por ejemplo:
“Ser o no ser, esa es la cuestión”, pensamiento que es un libro de filosofía poética que surgió en Hamlet con el príncipe de Dinamarca.
En Romeo y Julieta: “Que hay en un nombre?, lo que llamamos Rosa, con cualquier otro nombre olería igual de dulce”.
“En nuestros locos intentos renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser”.
Otelo, celoso, meditando, le dijo a su adorada Desdémona en un pequeño poema: “El amor es humo engendrado por el hálito de los suspiros”.
“Ámame u ódiame, ambas situaciones están a mi favor. Si me amas, siempre estaré en tu corazón; si me odias, siempre estaré en tu mente”.
En La Tempestad se dijo: “El infierno está vacío, todos los demonios están aquí”.
Lo invito a leer las palabras que se dice pertenecen a una obra de Shakespeare (no se ha comprobado).
William Shakespeare decía:
“Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie; esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. No permitas que nadie te insulte, te humille o te baje la autoestima.
“Los gritos son el arma de los cobardes, de los que no tienen la razón. Siempre encontraremos gente que te quiere culpar de sus fracasos y cada quien tiene lo que se merece.
“Hay que ser fuertes y levantarse de los tropiezos que nos pone la vida, para avisarnos que después de un túnel oscuro y lleno de soledad, vienen cosas muy buenas, ‘no hay mal que por bien no venga’.
“Por eso disfruta de la vida que es muy corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe, sólo vive intensamente para ti y los que de verdad te aprecian. Recuerda: la mejor relación no es aquella que une a personas perfectas sino aquella en que cada individuo aprende a vivir, con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
“Que quien no valora lo que tiene algún día lo lamentará por haberlo perdido, y quien hace mal algún día recibirá su merecido. Si quieres ser feliz haz feliz a alguien, si quieres recibir da un poco de ti, rodéate de buenas personas y sé una de ellas.
“Recuerda, a veces de quien menos esperas es quien te hará vivir buenas experiencias. Nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro. Una persona fuerte sabe cómo mantener en orden su vida. Aún con lágrimas en los ojos, se las arregla para decir con una sonrisa ‘Estoy bien’”.
Si la leyó usted, seguro le encontró algún sentido, pero si usted la declama o recita le encontrará la emoción y el sentido de la palabra viva, será la voz de usted la que dé emoción a esos conceptos.
Ahora bien, mencionaremos a algunas poetisas poblanas:
Isaura Hernández. Maestra que impartió clases de declamación en el Colegio Esparza de Puebla.
María Elena de la Fuente San Martín. También impartía clases de declamación, fue reconocida por literatos poblanos por su perfecta actuación en este arte.
Aurora Artime. Profesora que poco declamaba pero era una majestuosa oradora, obtuvo premios en concursos de oratoria y formaba parte de un grupo de poblanas en el que destacaba la actividad en este campo.
María del Pilar Valerdi de Ritschard. Creo que ha sido la declamadora más reconocida y homenajeada del estado de Puebla:
Obtuvo, según recuerdo, un premio estatal y otro nacional de declamación, reconocimientos que recibió de manos del poeta y escritor Jaime Torres Bodet, y del presidente de la República, Adolfo López Mateos.
No sé si la señora María del Pilar sigue declamando actualmente, pero sí se reconocía que era o sigue siendo una declamadora excepcional.
Su declamación daba vida a la letra escrita de la poesía; la nostalgia y la tristeza de lo escrito las convertía en belleza. Su voz modulada y segura creaba armonía.
A las palabras frías del poema Pilar les daba la fuerza de los recuerdos, la palabra que era sonrisa la hacía brotar con sentimiento.
En fin, el maestro Torres Bodet dijo que Pilar Valerdi era una declamadora universal, porque en su actuación poética entrega al que la escucha el vibrar de la palabra, al silencio del poema escrito le da voz, al sentimiento humano, a los sueños del auditorio les daba vida.
Por lo anterior, en general creemos que declamar la esencia de la poesía, unida además al movimiento del declamador, hace que el pensamiento hable y que la palabra piense.
Declamar es hacer brotar los esquemas de la razón y la lógica. Declamar es un gesto que hace que la conciencia vibre y el corazón vuele.
Declamar hace que los sueños sean misterio, duda, verdad y, a veces, declamar es un abanico que nos lleva el pensamiento a la nada o al todo.
Declamar es convertir el poema en gesto, en ausencia, en sonrisa, en lágrima, en ciencia, en oración, en aceptarnos o negarnos en la existencia, convertir un segundo en eternidad y así seguir por los caminos de la vida.
En todo el mundo y en todas las épocas creo que han existido más declamadoras; en nuestro país recordamos a Sor Juana Inés de la Cruz, a Berta Singerman Begun, de origen ruso, quien se nacionalizó argentina.
También a la española Gloria Fuentes y a muchas mujeres y hombres de América Latina y con mayor aportación especial de Cuba.
No se trata de seleccionar personalidades; en estos casos, cuando mencionamos a personas, es con el objeto de hacer el rescate, un recuento de todo lo que intelectualmente confirma lo que es nuestra poblanidad.
Un recuento en el que, al fin y al cabo, todos caben y nadie sale sobrando.
Será el crisol del tiempo el que evalúe a las poblanas, porque el tiempo todo lo clasifica.