Dos veces se mudó a la Ciudad de México en busca de una oportunidad para actuar. Lo suyo: cómico en escenarios. Su memoria extraordinaria y el tesón lo hicieron el suplente idóneo.
Su mejor escenario fue la carpa por los chistes políticos, y el ingenio agudo.
Por eso dejó la exitosa carnicería de su papá en Teziutlán y probó suerte. Pero volvió a la Sierra Nororiental, a casa con sus 10 hermanos.
Actuó en el teatro de su municipio, que era “Variedades” y hoy es “Victoria”.
Y en un segundo intento en la capital del país, logró que le echaran una mano, lo vieran actuar y pudiera insertarse en los elencos de los galerones donde lo mismo cabían 100 que hasta 400 espectadores amontonados.
Ya en el ajetreo de los años 40, el hombre que se maquillaba con clavos en los ojos y unas veces se hacía llamar Chumiate y otras Polidor, fue bautizado como Clavillazo.
Fernando Soler fue su mentor.
Pero la banda con la que mejor amistad hizo fue encabezada por Resortes y Cantinflas, aunque este último le saboteó su primer protagónico para evitar que hiciera escenas al lado de la entonces dueña de su corazón: Miroslava Stern.
En la fotografía del funeral de Mario Moreno, ahí están los otros dos integrantes del trío: el poblano, de anteojos, y Resortes, en las esquinas delateras del féretro, en abril de 1993.
Con los años, el manirroto Clavillazo aprendió a cuidar el dinero. Pudo instalar su propia carpa, “Bertha”, en honor de su hermana consentida, fallecida.
El amo de la comedia-nostalgia vivió 83 años.
Se llamó José Antonio Hipólito Espino Mora y nació un día igual a hoy, en 1910.