Arturo Luna Silva
Twitter: @ALunaSilva
El nivel de degradación en el que, a la vista de los hechos, ha caído Eric Cotoñeto Carmona, ex operador morenista, es una muestra más, de las tantas que tenemos en Puebla, del enloquecimiento de los personajes del poder. Su detención, el pasado viernes a la medianoche, presuntamente por tema muy muy graves, aunque luego fue liberado, también es una señal -una más- contundente de que en el gobierno de Miguel Barbosa Huerta no hay impunes, y que, por más doloroso que sea, se aplica la ley a rajatabla, incluso a los “más cercanos”. Que lo lean quienes puedan leerlo.
Cotoñeto, quien de velador de las oficinas del PRD llegó a encumbrase como eficiente operador político, se suma a la lista de impresentables que pensaron que podrían hacer negocios y andar por la vida intocables.
Así era en el pasado.
Pero se han encontrado con que Barbosa Huerta es distinto.
Mucho.
No importa el afecto.
No importan los años de cercanía.
El que viola la ley, paga sus consecuencias.
Eric Cotoñeto fue aprehendido el viernes en Zacatlán, aunque lo negó, pese a que existe el documento del Registro Nacional de Detenciones, en su bar K. E. La Imprudencia, que puso con su actual esposa Karen Sánchez (de ahí las siglas K y E).
El tema del matrimonio excede el contexto personal de Cotoñeto, pues su suegro está identificado como uno de sus principales cómplices en la larga lista de acusaciones por presunta corrupción: Jesús de la Luz Sánchez Cuevas.
Las presunciones, que tendrán que convertirse en denuncias y acción de las autoridades, son muy obvias por el estilo de vida de esa nueva familia ampliada de Cotoñeto.
Presume lujos.
Propiedades.
Excesos.
Es público y está registrado incluso en sus redes sociales.
Son burdos.
Sánchez Cuevas fue director del Instituto Estatal de Educación para Adultos Puebla (IEEA) y tuvo que ser cesado fulminantemente por la enorme cantidad de irregularidades que fomentó y de las que se benefició.
La hija de este personaje terminó casándose con Cotoñeto, de quien son sus segundas nupcias.
El derroche en torno a su nueva familia es evidente.
La instalación de su bar en Zacatlán, donde el viernes fue aprehendido, es apenas una muestra.
La lista de las presuntas corruptelas de Cotoñeto tiene que ver con la colocación de sus incondicionales como delegados de varias dependencias.
Con tranzas con los padrones de beneficiarios de programas sociales, a los que inscribían y luego se quedaban, él y su gente, con el dinero.
Además del saqueo de varias universidades estatales, que faltará ver qué tanto supo o que tanto consintió el titular de Educación Pública (SEP) estatal, Melitón Lozano Pérez.
Los dos, hay que recordarlo, hicieron mancuerna para impulsar -sin autorización- las aspiraciones del ex alcalde de Izúcar de Matamoros a la gubernatura.
Aspiraciones ya sepultadas.
Cotoñeto, aunque libre ahora y aunque nunca fue funcionario formal del gobierno, está en la misma lista de Guillermo Aréchiga, de Francisco Romero Serrano y de otros y más que seguramente se sumarán.
Pero el otrora velador del PRD también cabe en la lista de Mario Marín y muchos de sus colaboradores, quienes enloquecieron con un poquito de poder.
Y para ese mal no hay cura.
Pero hay castigos.
Aquí ya no hay impunes.