Sólo hubo un conspirador durante la ceremonia de cambio de mesa directiva de la COPARMEX Puebla: Fernando Treviño, el dirigente saliente.
Él fue quien organizó los gritos en contra del gobernador Miguel Barbosa Huerta y, fiel a su doble juego, aparentó que los frenaba.
Incluso llegó a colocarse a un lado de éste para hacer como que llamaba al orden.
Treviño —hay que decirlo— es el ejemplo más acabado del empresario simulador poblano que se siente español aunque nació en Cholula, como Peter, patético personaje de Nosotros los Nobles.
Cómo olvidar que durante el gobierno de José Antonio Gali Fayad, Treviño rogó por un contrato de asesoría jurídica, mismo que le fue otorgado por diez millones de pesos, al decir de fuentes brutalmente confiables.
El gobernador Barbosa sabía dónde se metía al aceptar el consejo de Rubén Contreras, quien de buena fe le dijo que era necesario acudir a la toma de posesión de Rubén Furlong al frente del sindicato empresarial en aras de generar un clima de concordia.
Y acudió sabiendo que los barones de la ultraderecha harían algo para rebatirlo.
Y claro que lo hicieron, siempre al son que les marcó Treviño, aquél que defendió en su momento al prófugo Luis Ernesto Derbez en su caída como rector de la UDLAP.
Todo empezó a oler mal cuando al frente del presidium colocaron de pronto —durante algunos minutos— a personajes de la ultraderecha poblana como Jorge Ocejo y Jorge Espina.
Ya frente al podio, el gobernador les dijo en su cara a los mezquinos patrones que durante la pandemia no habían cooperado absolutamente con nada.
Los gallitos se encresparon desde el anonimato.
(Esa zona tan afín a ellos).
Cacarearon entonces varias cosas.
Siempre escondidos en la multitud.
Y siempre, también, dirigidos por Treviño.
“¡Devuélvenos la UDLA!”, gritó alguien que ocultó el rostro.
“¡Transparencia!”, gritó otro más.
Una respuesta del gobernador funcionó como aguijón:
“Ustedes a mí no me impresionan”.
Y pasó a exhibir su levítica doble moral al decirles que era falso que fueran apartidistas y no tuvieran ideología.
“¡Claro que la tienen!”, les dijo.
Y el gallinero se encrespó.
Por aquí y por allá corrieron las gallinas.
Y un cacareo parcial hizo que Treviño, el gallinazo mayor, hiciera un falso llamado al decoro y a las buenas maneras.
El final fue previsible:
El gobernador habló de la corrupción en la UDLAP —y el dinero del fideicomiso llevado a los paraísos fiscales— y se pronunció porque ante la cuarta o quinta ola del coronavirus ahora sí cooperen con sus centavitos.
Algo llamó la atención: la mirada celebratoria del alcalde Eduardo Rivera.
¿Qué celebraba?
¿Acaso la emboscada, que resultó fallida?
El gobernador no se quedó a la comida de la COPARMEX.
Con él se fueron: la secretaria Olivia Salomón, el magistrado Héctor Sánchez, presidente del Tribunal Superior de Justicia, y el diputado Sergio Salomón, presidente del Congreso.
¿Qué comieron en el gallinero?
Faltaba más: alitas de pollo, puré de tripa y chiche de marrana flaca.